Un giro exterior de 180 grados
Francia y Alemania sustituyen a Estados Unidos como referentes básicos de la política internacional del Gobierno
La política exterior es el campo en el que la acción del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se ha hecho sentir con mayor contundencia. París y Berlín han sustituido a Washington como referente básico; la concertación multilateral y el respeto escrupuloso de la legalidad internacional se han impuesto sobre la tentación de encauzar por la fuerza el curso de la historia; el discurso internacional esencialmente antiterrorista ha cedido paso a otro en el que la lucha militar contra la gran amenaza del siglo XXI se equilibra con el combate contra la injusticia y la pobreza.
Cien días han bastado a Zapatero para redefinir las posiciones institucionales españolas en el mundo y hacer realidad el prometido giro de 180 grados con respecto a la actuación de su predecesor, José María Aznar. Pero 100 días son pocos para valorar las consecuencias a medio plazo de la nueva situación. Lo que sí se puede constatar es que el giro ha sido realizado con celeridad, eficacia y, aparentemente, sin secuelas negativas importantes.
El momento más delicado de la maniobra fue, sin duda, el primero: la decisión de retirada inmediata de las tropas enviadas por Aznar a Irak. Zapatero la anunció el 18 de abril, en su primer día en La Moncloa como presidente. Ni siquiera esperó al Consejo de Ministros que, al día siguiente, adoptaría formalmente esta medida. "Me la aconsejó el ministro de Defensa", José Bono, reconoció el presidente cuando el tema se debatió en el Parlamento. Al jefe de la diplomacia, Miguel Ángel Moratinos, le tocó salir a la carrera hacia Washington y explicar la decisión a Colin Powell, quien le había citado para discutir qué se podía hacer para que el nuevo Gobierno llegara al 30 de junio sin replegar su fuerza.
La entrevista fue difícil, pero las relaciones entre Washington y Madrid siguieron desarrollándose con normalidad. George W. Bush aceptó saludar a Zapatero en Estambul el pasado 27 de junio durante la cumbre de la OTAN. Los temores a eventuales represalias siguen vivos, no obstante. Washington suele tener una memoria larga.
En el lado positivo, Zapatero se movilizó desde abril para expresar en Berlín y París su ferviente deseo de "devolver a España al corazón de la construcción europea". El 1 de mayo llevó hasta Dublín el nuevo talante español que, el 18 de junio, permitiría aprobar la Constitución de la UE. Estos esfuerzos se verán compensados en septiembre, cuando Jaques Chirac y Gerhard Schröder convoquen al presidente español a la primera cumbre tripartita que plasmará su alianza estratégica.
Por lo demás, Londres, Roma y Varsovia han aceptado las explicaciones de Zapatero sobre el cambio de la política exterior española, pero las relaciones, sobre todo en el caso del Reino Unido y debido a Gibraltar, son tensas en potencia.
Marruecos es el país que más ha apreciado el relevo gubernamental en España. Donde Aznar sembró la discordia, Zapatero ha expresado que considera tan prioritaria la estabilidad del reino alauí que está dispuesto a comprometerse en la búsqueda de una solución para el conflicto del Sáhara. La iniciativa depende de que logre el consenso de Francia sin alterar el equilibrio esencial que el Gobierno español pretende en sus relaciones con Marruecos y Argelia.
En América Latina cambia buena parte del mensaje, pero no las prioridades. España seguirá apoyando, incluso en materia de defensa, al controvertido Gobierno de Álvaro Uribe en Colombia. También hay continuidad en las asignaturas pendientes, que siguen siendo África y Asia.
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