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Una reunión de amigos geniales

"Entre 1908 y 1910, Picasso desintegró el mundo y lo recreó usando la geometría: triángulos, cuadrados..., y otros artistas dejaron lo que estaban haciendo y le siguieron", resume Pepe Karmel, comisario de la exposición. "Esto habría sido suficiente para otro. Pero no para él. En las décadas de los años veinte y treinta, lo hizo de nuevo: empezó a usar curvas y colores brillantes, se cargó de sensualidad. Y una vez más los artistas del mundo se pararon, miraron y dijeron: Uau". Ambos giros están representados en La época de Picasso: el primero con Desnudo femenino (1910), que ha viajado desde el Philadelphia Museum of Art, y el segundo con Cabeza de mujer (1934). Pero hay cinco más: Paisaje de Horta del Ebro (1909), Hombre sentado con pipa (1916), Hombre con pipa (1919), Naturaleza muerta delante de una ventana abierta (1919) y Naturaleza muerta con vela (1937). Cuadros que llegaron a EE UU "en el equipaje de artistas noveles o en las cajas de embalaje de marchantes y coleccionistas audaces", porque Picasso "nunca pisó el continente americano", según explica Michael Fitzgerald en un ensayo del catálogo.

La época de Picasso organiza sus 37 obras en cuatro secciones. El recorrido empieza no por la época azul sino por el cubismo, un estilo que lo consagró como líder de la vanguardia. El recorrido propuesto es Cubismo cristalino, Cubismo rectilíneo, Modernismo clásico y Del surrealismo a la abstracción. La primera fase del cubismo, la cristalina, dedica especial atención a la influencia del malagueño en modernistas estadounidenses, como Morgan Russell (de quien se exponen tres obras) y Charles Demuth. En las fases posteriores se incluye a pintores como Stuart Davis y a europeos como Alexei Jawlensky. En Modernismo clásico, la geometría irregular del cubismo se vuelve tranquila y se tiñe de melancolía. Obras de Fernand Léger y del dadaísta alemán George Grosz dialogan con las del maestro. Durante los últimos años veinte y hasta finales de los treinta, la obra de Picasso se torna más extraña y sensual. Curvas entrelazadas, grandes formas redondeadas sugieren el cuerpo sin representarlo. Este lenguaje "biomorfo" fue adoptado por artistas a ambos lados del Atlántico, desde Joan Miró hasta Jackson Pollock. Ambos participan de esta muestra, casi una reunión de amigos geniales.

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