_
_
_
_
Tribuna:DESAPARECE UNA LEYENDA DE LA DANZA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El hombre libre, artista

No se sentía artista, sino un trabajador de la cultura. Pero creó una compañía de baile que llegó a contar con cuarenta profesionales. Y sin subvenciones. Tampoco las quería "porque la libertad cuesta dinero, la libertad no te la regala nadie", me dijo cuando le entrevisté para mi libro El baile flamenco, en 1998. "Pero eso nos permite bailar lo que queremos, con quien queremos, donde queremos y cuando queremos, qué más riqueza, ¿no?".

Antonio Gades presentó ese libro en Madrid. Apenas me dejó hablar; estaba exultante, alegre, feliz entre tantos amigos y compañeros con quienes se encontraba allí. Habló mucho y de muchas cosas, algunas de las cuales vale la pena recordar. Refirióse a la necesidad de que cuantos se dedican a esta profesión se cultiven en profundidad, porque sólo así se darían cuenta "de que somos una célula de un cuerpo maravilloso que es el flamenco, pero no somos el cuerpo. Nos daríamos cuenta de que somos un átomo de ese mágico universo, pero no el centro del universo. Yo no soy religioso, no tengo esa suerte, pero estoy de acuerdo con los teólogos cuando dicen que sólo los dioses crean; nosotros los mortales recreamos. No nos creamos genios ni dioses". Y habló de los viejos maestros. "Somos los herederos, sí, tenemos que enriquecer su arte, pero, por favor, no lo mancillemos, respetemos ese legado que nos han dejado. Ese respeto nos hará humildes, pero esa humildad nos hará a todos más grandes".

Entendía, sobre todo en su vida y en su obra, que jamás se deben ceder parcelas de libertad
Más información
Un sentido trágico del baile y de la vida

Hombre reconocido de izquierdas, la libertad fue un principio irrenunciable en cuanto hizo. Como la política. Recuérdese su última obra maestra, Fuenteovejuna, ese hermosísimo canto contra la violencia sobre el pueblo ejercida abusivamente desde el poder. Entendía, sobre todo en su vida y en su obra, que jamás se deben ceder parcelas de libertad. Con la ética siempre presente, como le enseñara su maestra Pilar López. Gades afirmaba que la ética en la danza es como la ética en cualquier manifestación que tenga un hombre en la vida: "Hacerlo bien, hacerlo con honradez, y no desvirtuar...".

Cuando murió Carmen Amaya en 1963, un joven y airado Antonio Gades recorrió los tablaos de Barcelona y obligó -o poco menos- uno a uno a cerrarlos porque consideraba un sacrilegio que siguieran sirviendo diversión cuando había fallecido la bailaora más grande de todos los tiempos. Así era este hombre, este artista, este coreógrafo, este bailarín, este bailaor.

Yo creo que él pudo mantenerse incólume hasta el fin, y por eso se le admiraba y se le respetaba, tanto como por su arte. Ha muerto a una edad que hoy consideramos relativamente joven, cuando aún pensaba hacer muchas cosas. La primera de todas, ese Quijote del que nos venía hablando hace tiempo. Otro ser libre al que llegaron a creer loco.

Antonio Gades.
Antonio Gades.RAÚL CANCIO

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_