El palo de Fungairiño
Los de Ourense llaman fungairo al palo de carga de las vacas o, sencillamente, a una estaca. Sus señorías, los comisionados, recibieron eso, un pequeño palo al oír ayer al fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño. Porque no podían creer lo que este hombre les contaba: que no lee periódicos ni ve la tele, que no sabe de la existencia de la traída y llevada furgoneta de Alcalá de Henares y que, "por higiene mental", prefiere ignorarlo todo sobre el caso del 11-M que se instruye en la Audiencia Nacional. O como cuando dijo que sólo se acerca a los medios de comunicación para ver los documentales de la BBC y hojear el resumen de prensa que elabora cada mañana el CGPJ. Como el personaje de una novela -la de Jerzy Kosinski sobre Chance Gardiner, por ejemplo-, Fungairiño salió ayer en medio de la desesperación de la sala.
Los comisionados no podían creerse lo que les contaba: que no ve la tele ni lee periódicos
En la mañana del viernes 12, un día después de los atentados, Fungairiño analizó, mientras tomaba café, las circunstancias con algunos de los fiscales de la Audiencia Nacional. Aquel día, había varios fiscales que, tras conocer los hallazgos en la furgoneta la tarde anterior, creían que la autoría de ETA ya no podía darse como un hecho, más bien se inclinaban por el terrorismo islámico. Sin embargo, Fungairiño seguía diciendo que era ETA, sin analizar las pruebas o indicios en contrario. Uno de ellos le enumeró los detonadores, la cinta con versos del Corán, el número de bolsas, el explosivo. Fungairiño se mantuvo firme.
-Eduardo, dices que es ETA, pero no me estás rebatiendo los argumentos -señaló el fiscal.
-Sí, pero lo normal es que sea ETA -replicó el fiscal jefe.
La resistencia a admitir cualquier alternativa a la "normalidad" por parte de Fungairiño fue la misma que exhibió el Gobierno de José María Aznar frente a las crecientes pruebas de que la autoría no era de ETA. Ayer, el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, quien sostenía antes del 11-M, según confesó ayer, que el terrorismo islámico era de segunda categoría, espantó a los comisionados cuando aseguró que incluso hoy no se cierra a ninguna línea de investigación.
Fungairiño dijo que se dio cuenta del error -de subestimar el terrorismo islámico- el 13 de marzo, y admitió que el 11-M el atentado no le cuadró porque se necesitaban, para perpetrarlo, muchas más personas de las que usualmente empleaba ETA.
El atentado más importante y costoso de la historia española, en resumen, está supervisado por este hombre, que, confiesa, prefiere "no saber nada sobre este caso más que lo que le ha transmitido por la fiscal adscrita". Derrotada su línea política -es ETA contra viento y marea-, el caso no le interesa.
Al escuchar al fiscal jefe exhibir su prescindencia sobre los hechos, uno no puede dejar de preguntarse qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes. Pongamos por caso: si en la furgoneta, el jueves 11-M, la cinta de casete hubiese contenido, en lugar de versos del Corán con la sura que exalta el suicidio en nombre del islam, algún texto en euskera, ¿qué hubieran dicho Fungairiño, Ángel Acebes y Aznar? ¿Que era material de enseñanza al que se podía acceder en cualquier ikastola del País Vasco? Dificil de creer, ¿no?
Ayer, el juez Baltasar Garzón explicó lo que había pasado en la mañana del jueves 11-M. Pensó primero que era Al Qaeda -¿sabe Fungairiño lo que representa este nombre ?- por el carácter indiscriminado del ataque, la cantidad de gente necesaria -¡en esto, al menos, Fungairiño coincidió con Garzón!- y la sincronización.
Algunos sostienen que Garzón farda. ¿Es así? ¿Por qué habría de hacerlo alguien que lleva desde prácticamente el 11-S metido de hoz y coz en la persecución del terrorismo integrista?
Garzón no se detuvo en esa primera presunción. Acto seguido, en el escenario de la masacre, señaló, cambió de opinión. ¿Por qué? Un experto de los Tedax -los miembros de la unidad de desactivación de explosivos- a quien conocía de hace muchos años le dijo que el explosivo era Titadyne. Y eso -como le ocurrió a Jesús de la Morena, el entonces comisario general de Información- le convenció de que se trataba de ETA.
Garzón siguió pensando que se trataba de la citada banda terrorista hasta que supo, avanzada la tarde, que había aparecido una furgoneta, que los detonadores eran españoles y, sobre todo, volvió a su primera impresión cuando le dijeron que había una cinta con versos del Corán.
Tenía acceso al subdirector general operativo de la policía, Pedro Díaz-Pintado, y al comisario general de Información, Jesús de la Morena. Habló varias veces con ellos y se fue a dormir, en la madrugada del viernes 12, después de saber por Díaz-Pintado que la pista apuntaba cada vez más hacia el sur, hacia el terrorismo islámico.
Garzón ha hecho más verosímil la narración de Díaz-Pintado frente a la de Santiago Cuadro. A él también un Tedax le dijo que el explosivo era Titadyne. A él también Díaz-Pintado le dijo, sobre las 13.15 del jueves 11-M aquello que ya informara a sus colegas en el Ministerio del Interior tras la llamada de Cuadro. Que el explosivo era Titadyne.
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