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Los escritores anglosajones conquistan Gijón

Británicos y estadounidenses brillan con novelas de espionaje y corrupción en la II Guerra Mundial

El estadounidense Alan Furst ha elegido como escenario de sus novelas la Europa Oriental entre 1938 y 1942. El británico Robert Wilson sitúa su historia en 1944, entre Lisboa y Berlín. El también británico John Lawton nos lleva al Londres de 1944, castigado por los bombardeos y que aguarda impaciente el Día D. El estadounidense Dan Fesperman, en El barco de los grandes pesares (RBA), quizá una de las novelas más interesantes de las presentadas en la Semana Negra, liga a un viejo criminal de guerra croata de la Ustashi con un general serbio, responsable de la sangrienta matanza de Srebrenica.

"Nadie sale demasiado bien parado en la novela de Dan Fesperman"
"Es una difícil historia de amor donde nadie sabe lo que es verdad y lo que es mentira"
"Furst está tan inmerso en sus historias que cree vivir permanentemente en los años cuarenta"

El Tribunal Internacional para Crímenes de Guerra de La Haya persigue a ambos criminales: si el croata Pero Matek fue uno de los responsables del campo de concentración y exterminio de Jasenovac, en los Balcanes durante la II Guerra Mundial, al serbio general Andric se le vincula a la matanza de Srebrenica en los años noventa durante la guerra de Yugoslavia. Ambos comparten un valioso secreto, el oro robado al Banco Nacional de Croacia al final de la guerra mundial. Intereses estadounidenses y franceses complican la persecución y el Tribunal se sirve de Janos Petric, policía de Sarajevo, que tuvo que exiliarse a Berlín.

La desolación del paisaje destruido, de tantos muertos, de tanta incertidumbre convierten en algunos momentos El barco de los grandes pesares en una novela de enorme tristeza, en la que, no obstante, la acción y el suspense no ceden ni un minuto.

Dan Fesperman es periodista del periódico The Baltimore Sun y fue corresponsal de guerra en Yugoslavia y en Afganistán. También estuvo en Guantánamo.

"Intenté ir a Yugoslavia con la mente abierta, sin prejuicios", afirma. "Un amigo de la ONU me advirtió que daba igual con que parte hablase, todos me iban a mentir. Así que lo que hice fue hablar con muchísima gente y así ir sacando un hilo común. Lo raro es que Tito pudiera mantener juntos a los tres pueblos. Creo que si hubiera vivido más años, las nuevas generaciones habrían tenido más tiempo para superar el pasado. No fue posible y ocurrió esa terrible guerra. Los abuelos contaban a sus hijos y nietos historias terribles sobre el odio de sus vecinos y acabaron creyéndoselo. Los únicos que no lo creyeron fueron los de Sarajevo, se quedaron y así les fue".

No sale bien parada la Iglesia en el libro de Fesperman. "Protegió a criminales de guerra. Al final de la II Guerra Mundial hubo una extraña alianza entre la CIA y el Vaticano, quizá por miedo al comunismo. No es algo que honre a Estados Unidos ni al Vaticano. Conocí en Nueva York a un ex oficial del contraespionaje de Estados Unidos en Roma. Se sentía traicionado y frustrado, cada vez que se acercaba a un criminal de guerra sus superiores le frenaban. En realidad, ya estaban preparando la guerra fría".

Nadie en la novela de Fesperman sale demasiado bien parado. Quizá el joven Vlado, que tuvo que enterarse que también su padre fue un criminal de guerra vinculado a la Ustashi. De Pero Matek, escribe que "ni siquiera era un buen fascista". "Era un ladrón y un corrupto que sólo pensaba en sí mismo".

"La II Guerra Mundial no se cerró bien", concluye Fesperman, "y por eso ha pasado lo que ha pasado. ¿Respecto al futuro? Bosnia está agotada y quiera que la paz dure. Kosovo y Serbia son muy distintas y creo que las cuestiones entre ellas no han acabado".

Héroes románticos

De su experiencia en Afganistán, Fesperman ha escrito otra novela, The Warlord's Son, que aparecerá en el Reino Unido la próxima semana y en Estados Unidos en septiembre. "¿La diferencia entre las guerras de Afganistan y de Yugoslavia? En Afganistán no existe la menor esperanza. Llevan tanto tiempo luchando que no saben hacer otra cosa. Algunos jóvenes ni siquiera saben su edad, apenas empezaban a afeitarse ya se les entregaba un arma. En Bosnia recuerdan una buena vida y saben a lo que quieren volver. En Afganistán no tienen memoria, tendrán que inventar el futuro".

Fesperman ha empezado ya a escribir una novela sobre Guantánamo: "Una base naval estadounidense en un rincón de Cuba, donde hay 600 detenidos cuyos nombres se ignoran, no se les imputan delitos, no son prisioneros de guerra, no están bajo la protección de nadie. Es un mundo cerrado, agobiante, hay iguanas de más de un metro, algunos campos de minas... Todos, prisioneros y soldados sólo sueñan con escapar de ahí".

Alan Furst, que reparte su tiempo entre Francia y Estados Unidos, se siente "un escritor europeo". Sus novelas transcurren entre 1938 y 1942, básicamente en la Europa oriental. Sus personajes, héroes románticos y atractivas e inteligentes mujeres, intentan luchar contra el nazismo, el "gran monstruo". Ha publicado en España dos novelas, ambas en la editorial Umbriel. En Reino de sombra, el sofisticado conde Janos Polanyi, diplomático húngaro, conspira con todas sus fuerzas para evitar que su país llegue a un acuerdo con la Alemania de Hitler. Viena ya ha sido ocupada por los nazis y el diplomática utiliza a su sobrino, Nicholas Morath, ex oficial del Ejército húngaro para que le ayude en sus propósitos.

En La sangre de la victoria, el héroe es un periodista y escritor ruso quien, en colaboración con el servicio de inteligencia británico, intenta cortar el suministro de petróleo a los nazis.

"A finales de los años treinta y en los primeros cuarenta se llegó al límite de la crueldad a niveles masivos. Cuando finalizó la guerra surgió la esperanza de que aquellos hechos atroces no volvieran a repetirse, pero ha vuelto a suceder en Yugoslavia. Algo ha funcionado mal", explicó el escritor en Gijón.

Furst está tan inmerso en sus historias que le parece "vivir permanentemente en los años cuarenta". Sus novelas son mezcla de ficción y realidad. "La historia de los países de que hablo así como los hechos que en ellos ocurrieron son verdad al ciento por ciento. Los personajes son de ficción aunque reaccionan de acuerdo con la época que tratan mis novelas. La paradoja es que la historia emocional, el ambiente que se vivió en esos años, es algo que la Historia no cuenta, en cambio sí puede contarse a través de la literatura".

El británico Robert Wilson ha elegido la Lisboa de 1944 para situar la mayor parte de su tercera novela, En compañía de extraños (RBA). "Es la única ciudad europea donde los aliados y alemanes pueden hablar mientras en el norte siguen los bombardeos. Juntos van a bailes y al casino. Gobierna Salazar, una figura muy interesante, fascista, pero más light que Hitler".

A esa ciudad casi idílica en el panorama europeo, en un verano tórrido, llegan Karl Woss, agregado militar de la Legación Alemana, y Andrea Aspinall, británica, matemática y espía casi por azar. Él acarrea una dolorosa historia: su hermano murió en el sitio de Stalingrado, su padre, militar que rechaza la actuación de las SS, es apartado y se suicida. Woss teme que la locura nazi lleve a Alemania a su perdición y quiere evitarlo. Andrea quiere saber lo que preparan los alemanes.

Surge una difícil historia de amor en la que ya nadie sabe lo que es verdad y lo que es mentira. La novela de suspense hasta el final llevará la historia hasta la caída del muro de Berlín.

Wilson explicó en Gijón que siempre se ha sentido interesado por la II Guerra Mundial, probablemente porque su padre fue piloto de la RAFT. "Nunca quiso hablar de ello, aunque sé que participó en un durísimo bombardeo en Italia. Y además, me interesa, porque lo sucedido en Europa en el siglo XX ha cambiado el mundo entero".

El también británico John Lawton no ha participado en la Semana Negra de Gijón, pero sí ha estado presente su novela A oscuras (RBA) y encaja muy bien en esa línea apasionada por la intrahistoria de la II Guerra Mundial. Su historia se inicia en el Londres de 1944, bombardeado por Luftwaffe, un paisaje de ruinas, apagones, falta de alimentos, miedo.

En el East End, aparece el cadáver mutilado de un alemán. El sargento Troy, hijo de acaudalados inmigrantes rusos, es el encargado de la investigación, unas pesquisas que le llevaran por derroteros que no gustan nada a las autoridades británicas y menos aún a las estadounidenses.

Troy continúa adelante, saltándose a menudo todas las reglas y órdenes. Al final se encontrará con un caso de corrupción en las altas esferas que irá más allá del final de la guerra.

Los escritores estadounidenses Dan Fesperman (arriba) y Alan Furst, participantes de la Semana Negra de Gijón. 

/ PACO PAREDES
Los escritores estadounidenses Dan Fesperman (arriba) y Alan Furst, participantes de la Semana Negra de Gijón. / PACO PAREDES

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