El Gmail de Google
Gmail es un nuevo servicio gratuito de correo electrónico todavía en fase de prueba, que ofrece 1.000 megabytes de almacenamiento (unas 500.000 páginas de e-mail). El servicio emplea un potente motor de búsqueda que permite al usuario recuperar rápidamente cualquier mensaje recibido o enviado. Esto es un auténtico chollo para los usuarios de servicios de correo electrónico gratuito, para los que la gestión de su buzón se ha convertido en un empleo a media jornada, que se pasan horas borrando mensajes para no sobrepasar el límite.
Pero algunos se quejan de que esta comodidad tendrá un precio muy alto: Google generará ingresos escaneando el correo entrante y ofreciendo publicidad personalizada basada en las palabras clave que detecte. Los defensores de la intimidad están preocupados por la retención de todas esas megas de correo, mucho después de que los usuarios hayan borrado los mensajes, y por la idea de un correo que sepa leer para poder enviar publicidad relevante. De hecho, la senadora Liz Figueroa de California envió una carta abierta a Google afirmando que el servicio propuesto será un "desastre de enormes proporciones". ¿Quién debería controlar el correo privado de un individuo? ¿Quién debería tener acceso a él? Son preguntas razonables y tienen respuestas razonables. Pero antes que nada, pongámoslo en contexto: es esencial que yo conozca mis opciones y pueda tomar mis decisiones. No creo que el Gobierno tenga derecho a limitar mis opciones diciéndoles a las empresas los servicios que pueden ofrecer.
Me asusta más que el Gobierno tenga acceso a mi correo que el almacenamiento de Google, ya que al menos éste quiere que esté contenta (para que siga leyendo su publicidad)
Es esencial que yo conozca mis opciones y pueda decidir. No creo que el Gobierno tenga derecho a limitarlas diciendo a las empresas los servicios que pueden ofrecer
El punto clave de la oferta de Google es que es sólo una oferta, con sus condiciones claras de antemano, y yo puedo acceder o negarme a ellas. Un motivo de preocupación es la masiva presencia de Google en el mercado: en abril, Google alcanzó el 41% de referencias de búsqueda en Estados Unidos. La verdad es que Gmail levanta ampollas porque promete hacer lo que ya están haciendo otros servicios de correo, pero mejor. Casi ningún proveedor de correo ofrece mucho espacio de almacenamiento, sobre todo si el usuario no paga. Y tampoco prometen (¿amenazan con?) mantenerlo indefinidamente.
Hasta hace unas semanas yo habría dicho que el conservar mi correo es asunto mío y sólo mío. Pero la semana pasada, sin previo aviso, mi ordenador se estropeó. Cuando conseguí que volviera a funcionar, había perdido todo el correo que había enviado en los tres días anteriores. Supongo que Google está más capacitado que yo para mantener copias de seguridad de mi correo.
En segundo lugar, acabo de vender mi empresa, EDventure Holdings, a CNET, por lo que ahora mi correo es de su propiedad. Tienen derecho a mirarlo y probablemente tengan más interés en mis secretos personales que Google. Por eso, mi opción práctica es emplear ambos: CNET para trabajar, y Google para lo personal (aunque es difícil discernir). En un mercado abierto hay diferentes opciones para diferentes situaciones e individuos. Para resumir, la gama de opciones que se me ofrece no ha empeorado por culpa de Gmail: se ha abierto gracias a él. ¿Acaso piensan los que se muestran reacios que no estoy capacitada para tomar mis propias decisiones?
El gran problema es que, en cualquier caso, mi correo no es privado (y ya puestos, el de nadie). Todos los mensajes que envío pasan por una serie de ISP y servidores corporativos, los de mis destinatarios y los míos. En Estados Unidos, según la Ley de Privacidad de las Comunicaciones Electrónicas es ilegal interceptar correo electrónico enviado por sistemas públicos, sin orden de registro. Pero esa legislación no protege la privacidad de los usuarios de cuentas suministradas por sus empresas. Además, el correo acaba perdiendo esa protección cuando, pasado un tiempo, se convierte legalmente en "información almacenada" en lugar de "correo".
El correo está legalmente más seguro, y uno sólo puede asegurarse de que realmente se destruye si lo controla uno mismo, pero probablemente sea más seguro entregárselo a un proveedor de servicios como Google, Yahoo! o Microsoft, propietario de Hotmail. En definitiva, me asusta más que el Gobierno (o la gente que utiliza la presión legal respaldada por el Gobierno) tenga acceso a mi correo que el hecho de que Google me lo almacene, ya que al menos Google tiene interés en que esté contenta (para que yo siga leyendo su publicidad).
Puede que el inconveniente esté en las políticas gubernamentales, y no en Google. El correo necesita una protección legal que se prolongue en el tiempo, y no sólo mientras se está transmitiendo. La segunda cuestión que ha puesto de relieve Gmail es el escaneado de los mensajes para poder mostrar publicidad relevante (y así financiar el servicio). Personalmente me da igual. Mi correo ya está siendo escaneado por ordenadores en busca de correo basura y virus, y es algo que dejó de preocuparme hace mucho.
Creo que en lugar de preocuparnos por esas cosas, deberíamos divertirnos con ellas. Por ejemplo, veremos a nuestros amigos implícitamente clasificados, según los anuncios que Gmail genere para ver sus mensajes: ¿restaurante francés o comida rápida? ¿Vacaciones en Beirut o en Orleans? ¿Por qué no explorar las posibilidades? La tecnología es una fuerza poderosa. Deberíamos intentar responder a las preguntas que plantea, en lugar de intentar evitarlas. A menudo, la mejor respuesta es dar a los usuarios más información y más opciones, y protección gubernamental únicamente cuando no tengan opciones. Mientras tanto, exploremos algunas de las posibilidades.
(c) 2004 EDventure Holdings, Inc. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate.
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