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PANTALLA INTERNACIONAL

Moore considera cumplida la misión de 'Fahrenheit 9/11'

La dura crítica a Bush se ha convertido en el documental más taquillero de la historia

El resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos aún está por ver pero para Michael Moore el triunfo está asegurado. Fahrenheit 9/11 es ya el documental más taquillero de la historia, con una recaudación que supera los 28,5 millones de dólares y un lleno total en las 868 salas en las que se proyecta en Estados Unidos. Para el 9 de julio, sus distribuidores esperan aumentar su presencia a unas 2.000 salas, un número jamás alcanzado por un documental, mientras que el realizador sigue siendo una fuente constante de noticias no sólo en las secciones de espectáculos sino en las informaciones políticas y en las páginas de opinión. Y las previsiones de Steven Spielberg, seguro de que Fahrenheit 9/11 (que en España se estrena el 25 de julio) llegaría a los 100 millones de recaudación, parecen cada vez más cercanas.

Las razones del éxito van más allá de la política, aunque ayuda el hecho de que la presidencia de George Bush está en su punto más bajo de popularidad. Como era de esperar, la película de Moore está funcionando mejor en áreas liberales como Nueva York, donde ha recaudado más de un 12% de su taquilla, o Los Ángeles, donde superó el 11%.

Pero en Peoria, localidad perdida del corazón estadounidense que Hollywood siempre cita como ejemplo del lugar donde vive el hombre más común del país, todas las funciones tuvieron el cartel de "no hay localidades".

El crítico Martin Grove, desde su columna en la revista The Hollywood Reporter, ha sabido resumir en 10 puntos el éxito de Moore. Ante todo, su dominio de la polémica, un término que durante años significó el beso de la muerte para un estreno pero que en la actualidad garantiza una cobertura informativa capaz de sustituir e incluso superar a cualquier campaña de publicidad. Como ya quedó demostrado este mismo año con La pasión de Cristo, de Mel Gibson, un estreno capaz de generar este tipo de controversia se convierte en motivo de conversación y con ella llega la curiosidad, y, por ello, la compra de entradas. Moore también ha sabido aliarse con los distribuidores perfectos, capaces de comprar la película de su propio bolsillo cuando Disney no quiso distribuirla, y un sentido de la oportunidad también perfecto, encontrando en Cannes el aforo ideal para comenzar su campaña incendiaria, esa que le ganó una ovación de 20 minutos antes de marcharse del festival con la Palma de Oro en sus manos.

Pero sobre todo Moore ha sabido darse cuenta de que toda gran película necesita un gran villano, y de la misma forma que en Roger & me el realizador se cebó en el presidente de la compañía General Motors y en Bowling for Columbine lo hizo con el presidente de la Asociación Nacional del Rifle, Charlton Heston, en Fahrenheit 9/11 todos sus ataques están dirigidos al presidente estadounidense, George W. Bush. Ataques que no sólo han polarizado la nación sino que tienen dividida a la propia derecha, aún indecisa entre responder o dejar pasar la tormenta. Organizaciones de tendencia republicana como Move America Forward o Citizens United han intentado contrarrestar este estreno con llamamientos al boicoteo. Por contra, el estratega republicano Keith Appell, cuya empresa colaboró en la promoción de La pasión de Cristo, ha subrayado que las protestas generadas por estos grupos han colaborado en aumentar entre un 20% y un 30 % la taquilla del filme.

La lucha que Moore mantiene por evitar la reelección de Bush no es tan ingenua como pudiera parecer por que si bien es cierto que es prácticamente imposible que Fahrenheit 9/11 se mantenga en las pantallas hasta la cita electoral estadounidense, el 2 de noviembre, a nadie le sorprendería que la salida en vídeo y DVD de esta obra incendiaria coincidiera con el final de la campaña.

George W. Bush jugando al golf en una imagen de <i>Fahrenheit 9/11</i>.
George W. Bush jugando al golf en una imagen de Fahrenheit 9/11.

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