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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Greenspan 'forever'

Joaquín Estefanía

HACE UN TRIMESTRE, la tasa de inflación interanual en EE UU estaba en el 1,7%; hoy se sitúa en el 3,1%. En este mismo periodo, la inflación ha pasado en la zona euro del 1,6% al 2,5%, cinco décimas por encima de las previsiones. Hace un año, la inflación en China era del 1%, y ahora es del 4,4%. En Japón se ha superado una situación de deflación que ha durado seis años, y el archipiélago nipón vive hoy subidas de precios. Hace pocos meses todavía se hablaba en el mundo del peligro de la deflación.

Este cambio de escenario es el que ha motivado al semanario The Economist a titular uno de sus últimos números: "¿De vuelta a los años setenta? No exactamente, pero la relajación de la política monetaria estimula el crecimiento de la inflación". Detengámonos, por ejemplo, en EE UU: su PIB nominal está subiendo un 7% respecto al año pasado, y la inflación ha superado el 3%; de ello se podría deducir que los tipos de interés a corto plazo deberían estar situados en el 4%, es decir, ser positivos en términos reales. Pero esos tipos están en el 1%, el porcentaje más bajo desde 1958, hace 46 años, y desde mayo del año 2000, los ciudadanos estadounidenses no saben lo que significa un repunte del precio del dinero.

La principal incógnita no es si la Reserva Federal, en su reunión de esta semana, subirá los tipos de interés un cuarto o medio punto, sino por qué no los aumentó antes y hasta dónde habrán de subir para controlar la inflación

A la vista de ello, los analistas afirman que la incógnita principal no es si la Reserva Federal (Fed), en su reunión de los próximos martes y miércoles, subirá los tipos un cuarto de punto o medio punto, sino por qué no los ha aumentado antes y hasta dónde habrán de subir. Teniendo en cuenta, además, que los cambios en los tipos de interés tardan un tiempo en ejercer un efecto benéfico sobre la inflación.

Otro escenario contiguo: el Banco de Inglaterra subió hace unos días los tipos de interés un cuarto de punto, hasta situarlos en el 4,5%. Se trata de la segunda subida en un mes, la tercera del año y la cuarta desde el mes de noviembre pasado, cuando se invirtió la tendencia. Aunque Londres tiene su propia dinámica interna -no pertenece al área euro-, la decisión puede ser un preludio de subidas graduales de los tipos en las grandes economías. En su última comparecencia ante el comité bancario del Senado de EE UU, Alan Greenspan, presidente de la Fed, descartó tensiones inflacionistas "serias" y habló de subida de tipos "controlada y gradual".

Dominar este hipotético brote inflacionista será seguramente la última labor de Greenspan, que acaba de ser renovado por Bush para continuar en su cargo hasta 2006. Si lo consigue, habrá igualado el récord de presidente de la Fed más longevo, que hasta ahora ostentaba William McChesney Martin (1951-1970) y superará al pie del cañón los 80 años de edad. Se puede hablar de una auténtica era Greenspan, que comenzó en agosto de 1987, cuando fue elegido por Ronald Reagan (antes había sido presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, con Gerald Ford). Es decir, casi dos décadas en las que ha trabajado con cuatro presidentes: Reagan, Bush padre, Bill Clinton y George W. Bush. La incógnita es si, a partir del mes de noviembre, Greenspan tendrá que convivir con John Kerry o seguirá con Bush hijo en el final de su mandato.

En su libro sobre Greenspan (editorial Península), Bob Woodward reproduce una frase de Clinton, el presidente con el que el biografiado ha tenido más empatía (a pesar de ser de distintos colores políticos): "Creo que seguirá hasta que lo echen". En el mismo libro se cuenta cómo el jefe de personal de Reagan, Jim Baker, al conseguir que Paul Volcker no renueve en la Fed y que sea sustituido por Greenspan, comenta: "Hemos acabado con ese hijo de puta". Fue precisamente Volcker, el antecesor de Greenspan, el que tuvo que enfrentarse a la marea inflacionista de los años setenta (tasas entre el 7% y el 12%), a través de un severo endurecimiento de la política monetaria. Y fue Volcker el que sentenció sobre el papel de la Fed en coyunturas difíciles: "El único poder que es exclusivo de un banco central es el poder de crear dinero y, en última instancia, el poder de crear es el poder de destruir".

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