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José Prata indaga en la crueldad y en los bajos instintos con 'Los cojos bailan solos'

El autor portugués inicia su carrera en España con una parodia del género policiaco

Aurora Intxausti

Misógino, cruel y con un punto de ternura se muestra el inspector Porto Brandâo en Los cojos bailan solos (Alfaguara), del escritor José Prata (Angola, 1967). El periodista y escritor conoce bien la novela negra americana de mediados del pasado siglo y sigue a unos pocos autores europeos contemporáneos. En su primera novela parodia el género policiaco, pero con elementos muy concretos de la sociedad portuguesa.

La Lisboa que ofrece Prata está "impregnada de complicados juegos de poder y por la pereza e indolencia de sus individuos". El autor, que viajó a Madrid para presentar su debú literario en España, ha indagado para Los cojos bailan solos en los instintos más bajos del ser humano para ser capaz de crear un personaje cruel y asesino. Un hombre sin rostro, el inspector de policía Porto Brandâo, al que obliga a participar en un doble juego: el de asesino e investigador de sus propios crímenes. Naturalmente, no todo es tan sencillo y el escritor logra llevar al lector de sorpresa en sorpresa.

José Prata plantea en Los cojos bailan solos un relato que se engarza como las piezas de un rompecabezas. Por un lado, se desarrollan los asesinatos y la investigación de los crímenes y, por otro, se narra la complicada infancia del protagonista. Prata ha imaginado un personaje marcado por episodios de violencia familiar. "Los adultos deben asumir su pasado, porque detrás de los que recurren al pasado para justificar el presente se suele encontrar con frecuencia a individuos que no han sabido resolver sus problemas. La maldad y la bondad cohabitan en cada uno de nosotros y son nuestras vivencias las que fomentan el desarrollo de una u otra", dice el escritor. "Para escribir esta novela he tenido que rebuscar en mi interior e imaginar cómo sería alguien con los instintos más perversos del ser humano".

La novela contiene cierta dosis de misoginia, pero el autor reconoce, con una media sonrisa, que "lo que he reflejado no es una misoginia racionalizada, sino que ha salido de forma espontánea. Es un reflejo de mi personalidad, de la cual no fui consciente hasta después de escribir el libro. Detrás de cada sentimiento activo se esconde otro pasivo, y la rabia que muestro refleja el miedo que tengo a las mujeres. Mi personaje, el inspector Brandâo, considera a las mujeres como objetos sexuales y no tiene ningún tipo de comunicación con ellas. Eso no es algo que me ocurre a mí, y más me vale, porque mi mujer no me lo perdonaría".

El libro, agrega su autor, se ha elaborado de una forma fundamentalmente intuitiva, escribiendo directamente y sin que pese demasiado la reflexión. Quizá eso explique, al menos en parte, que el miedo que siente el personaje se transforme en violencia, como una forma de huida hacia adelante ante sus propias frustaciones. Pese a la dureza de la obra, el autor no rehúye un tono humorístico en su estilo narrativo.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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