'Les choristes' se convierte en el gran éxito del cine francés
Siete millones de espectadores han visto ya el filme del desconocido Christophe Barratier
Se ha dicho que detrás de todo éxito está un malentendido, pero también puede decirse que el éxito va siempre acompañado de misterio y evidencia. Eso es lo que sucede con Les choristes, el gran éxito del año del cine francés, una historia que transcurre a finales de los años cuarenta, en un internado perdido en un villorrio, y en el que conviven un director tiránico, unos profesores apocados y unos niños y adolescentes más o menos gamberros.
La llegada de un profesor auxiliar va a modificar el equilibrio reinante, que podía resumirse en la máxima "Acción-Reacción" defendida por el director del centro y que permitía castigar un cristal roto con una noche en el calabozo del centro. El nuevo profesor, músico frustrado, va a embarcar a unos chavales considerados inútiles en la aventura de crear una coral. Los irrecuperables triunfan al fin gracias a un proyecto colectivo y, sobre todo, a un trato que les individualiza y responsabiliza.
La película es del casi desconocido Christophe Barratier, los protagonistas son Gérard Jugnot -el profesor melómano-, François Berleand -el cínico director- y Jean-Baptiste Maunier -un chico autista que canta como los ángeles-, y el productor es Jacques Perrin. El filme es un remake de La cage aux rossignols, un éxito de 1944 realizado por Jean Dreville.
"Es una obra de la inmediata posguerra, que agradó porque proponía una explicación tranquilizadora de la actitud de los franceses durante el Gobierno del mariscal Pétain", nos dice el historiador Pierre Billard. "La coral era vista como una forma de resistencia clandestina y el director aparecía como el único culpable, como el mariscal". Para el filósofo Gilles Lipovetsky, la magnífica acogida de la versión moderna se debe "al miedo. La nostalgia, el volver hacia atrás, tranquiliza. Es un retorno a un mundo artesanal, protector, en el que no reina una tecnología considerada como organizadora de un mundo frío, virtual e incierto".
Les choristes ha sido comprada por dos millones de euros para ser explotada en Estados Unidos. En octubre está previsto que se estrene en España y Canadá. En Bélgica ocupa ya el primer puesto en la lista de las películas con mayor recaudación. A su manera, con una realización más convencional y sin tanta fantasía, Les choristes es una nueva operación Amélie, es decir, una enésima variación de la imagen que el espectador quiere ver de Francia: un país de hombres con boina, en el que se canta mucho, en el que la libertad, igualdad y fraternidad son valores supremos y en el que la sociedad, a pesar del respeto a todas las individualidades, aparece bien cohesionada. Como también ocurre en Para todos los gustos, donde todo acaba también con una orquesta, con esa suma coherente de pequeños esfuerzos.
El misterio del filme lo simboliza el productor y actor Jacques Perrin. Este hombre puso en pie en su día un enorme éxito inesperado como Z, dirigida por Costa Gavras sobre un guión de Jorge Semprún, luego ha sabido renovar el documental con Microcosmos y Le peuple migrateur y ahora redescubre en un título de 1944 una historia que insufla optimismo a un país deprimido. Perrin tiene un olfato especial para saber qué es lo que desea ver el espectador, para cambiar de registro y asumir proyectos que a los demás se les antojan imposibles o en contradicción con la época. Luego, cuando llega el éxito, llega también la evidencia y se suceden las explicaciones de quienes no confiaron en los proyectos. A toro pasado.
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