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Reportaje:

Los 'esclavos' del Pirineo

Cientos de personas homenajean a los soldados republicanos obligados por Franco a realizar trabajos forzados

Cientos de personas rindieron homenaje ayer a los dos mil prisioneros republicanos que la dictadura franquista empleó como trabajadores forzados en Navarra en los años de posguerra. El alto de carretera que une Igal y Vidángoz, entre los valles de Salazar y Roncal, fue el lugar elegido porque ellos la construyeron a pico y pala.

Una treintena de supervivientes, viudas y familiares recibieron los aplausos y la bienvenida de los congregados. Dos años de investigación han permitido determinar que Vizcaya, con 245 personas, fue la provincia que mayor número de prisioneros aportó a los batallones de trabajadores del Pirineo, seguida de Granada (211), Jaén (165), Asturias (126) y Córdoba (78).

Diez mil prisioneros construyeron proyectos de obra pública en Navarra

En total y desde 1937 a 1945, casi 10.000 prisioneros fueron obligados a construir proyectos de obra pública en Navarra. La carretera de Lesaka a Oiartzun, entre otras muchas, así como vías férreas, regadíos o fortificaciones en la frontera con Francia fueron levantados con su trabajo. Entre Igal y Vidángoz murieron tiroteados tres de ellos. Cinco más por enfermedad.

"Recorrí media España gratis invitado por el Caudillo", señaló ayer el bilbaíno Félix Padín, superviviente de aquellos batallones. El testimonio irónico de Padín fue el primero en escucharse. Relató su apresamiento en Bilbao por requetés navarros siendo teniente del Ejército republicano, sus tres años de campos de concentración, su llegada a Navarra el 18 de julio de 1940, "el hambre y los palos" y su esfuerzo para construir "esta trinchera que veis aquí", indicó señalando la carretera.

Rodeado de ikurriñas y alguna bandera republicana, sus recuerdos se unieron a los del también bilbaíno Benjamín Quintana Armendáriz, de 88 años, padre del lingüista Xabier Quintana; al poema de su padre, Antonio, que Nati Martínez leyó, a la carta emocionada que el sestaotarra Francisco Alonso envió al no poder acudir en persona, a la misiva de Luis Ortiz, también desde Bilbao y a otros muchos. Todos escucharon emocionados un manifiesto que rescata 65 años después su "esclavitud" de una democracia demasiado "amnésica". El republicano Vicente Lacasia, superviviente de aquellos batallones inauguró el monolito de 2.700 kilos de peso diseñado por el escultor Xabier Díaz de Zerio que conmemora la gesta de los batallones de trabajadores 106 y 127 y de los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores números 6 y 38.

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El historiador Fernando Mendiola, se refirió al conflicto surgido en Euskadi. "Se ha escrito mucho sobre el largo recorrido de las ayudas prometidas por el Gobierno Vasco a los represaliados por el franquismo", indicó Mendiola. "Han sido muchos los retrasos, las dificultades para obtener la documentación... También es verdad que la propia convocatoria de las indemnizaciones es un avance. Sin embargo, la decisión de rechazar gran parte de las solicitudes de indemnización alegando que los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores (BDST) equivalían al servicio militar es especialmente grave, y esperemos que pueda ser rectificada", subrayó.

Sesenta y cinco años después, se recordó el poema del bilbaíno Antonio Martínez: "Ya se van, madre, los prisioneros/ cargados con su pico al hombro/ la larga fila se pierde al fondo/ entre los riscos del Pirineo".

Deuda pendiente

"La transición supuso un pacto de olvido sobre los prisioneros, pero el aparcamiento de estas brutalidades no ha supuesto la desaparición de su recuerdo", indica José Miguel Lana, profesor de la Universidad Pública de Navarra y presidente del instituto Gerónimo de Uztariz. "Sus víctimas padecieron una doble derrota. La de la guerra y, después, la del ocultamiento", añade el historiador.

Exiliados, familiares de fusilados, maquis, luchadores republicanos en la II Guerra Mundial. Todos sus protagonistas han sido, en alguna medida, resarcidos social y legalmente de las consecuencias del alzamiento fascista de 1936. Pero la ignominia de los prisioneros obligados por Franco a trabajar en España en un régimen de explotación inhumana es aún una asignatura pendiente.

Marcelino es uno de los vecinos más ancianos de Vidángoz. Aún recuerda aquellos años. "Mataron a uno al ladico de casa, y el padre y la madre nos decían: ¡no salgáis¡. La sangre bajaba por la calle, bajaba al agua, y no nos dejaban que miráramos por la ventana porque... En fin, ¡Oye, no miréis, no miréis, no salgáis¡", relata.

Los recuerdos rescatados del olvido por quienes han trabajado desde hace más de dos años en la investigación de lo ocurrido han permitido localizar a los supervivientes. Andrés Millán (Huescar, Granada), explicó cómo se construyeron los precarios barracones donde estaban custodiados por la noche. "Cuando nevaba, el aire metía la nieve entre las mantas, y así aguantábamos...", Manuel Soriano, también granadino, a quien por detenerse un instante le mandaron ocho días al pelotón de castigo. Domingo Martínez, que relató el terrible destino de los "desafectos" al régimen. "Éramos ambulateros, obreros o eventuales y en aquellos tiempos si te tomaban por no adicto al régimen, desafecto, te mandaban al batallón de forzados".

Cecilio Gordillo, investigador que ha analizado la construcción con mano de obra forzada del canal del bajo Guadalquivir, estaba ayer en Vidángoz, admirando la belleza de los bosques de coníferas de Salazar entre los que se desarrolló la cruel esclavitud de aquellos hombres. "El silencio ha sido una forma de complicidad. Ya es hora de desterrarlo", subrayó.

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