Los pioneros en Europa
Los primeros eurodiputados vascos recuerdan con pasión una época que vivieron como una auténtica aventura
De aquellos tiempos en Europa recuerdan mil anécdotas y comparten una sensación común, la de disfrutar de un aire fresco tan distinto al que se respiraba aquí. El lehendakari Carlos Garaikoetxea (Eusko Alkartasuna) rememora con una sonrisa su paso por el Parlamento Europeo: "Disfruté de unas vivencias fantásticas, y de paso pude salir de la densa vida política que me envolvía en Euskadi". Al abogado Txema Montero (portavoz entonces de Herri Batasuna) se le viene a la memoria una entrevista que le hizo Feliciano Fidalgo en la última página de este periódico. "¿Aprendió más en el Parlamento Europeo o en los jesuitas?", le preguntó el inolvidable periodista. "En los jesuitas -contestó Montero entonces y lo suscribe ahora- aprendí la disciplina en el trabajo, y en el Parlamento un universo abierto de pensamiento". La historia de Barbara Dührkop (PSOE) es distinta. Para ella, Europa, más que un recuerdo, es casi una profesión.
"Yo fui con mucha ilusión a Europa", explica Garaikoetxea, "porque al fin y al cabo representantes tan señeros del nacionalismo vasco como mi antecesor [José Antonio] Aguirre, [Manuel de] Irujo o Landaburu tuvieron ese ideal europeísta. Además, pude conocer a personas y movimientos muy relevantes o muy peculiares del momento. Desde Le Pen a Chirac pasando por Moravia u otra gente muy interesante de la izquierda". "Y tuve oportunidad", añade, "de cumplir uno de mis objetivos, que era impulsar la formación de un partido europeo de pueblos sin Estado, que se constituyó como partido con escoceses, galeses, flamencos, corsos... Contacté además de con ERC, cuya alianza [EA] permanece dentro de unas mismas coordenadas ideológicas de centro izquierda y de reivindicación nacional pacífica y democrática".
El lehendakari Garaikoetxea ni puede ni intenta ocultar que aquella fue una auténtica aventura: "El proceso de emancipación de países del Este, de la ex Yugoslavia...; experiencias tan inolvidables como estar con el presidente lituano, con gente de todos los países bálticos que acudieron a solidarizarse, rodeados por los paracaidistas soviéticos, cuando se encerraron en el Parlamento... Aunque grupo minoritario, éramos de alguna manera la puerta de entrada de los desamparados del mundo, gente que luego ha tenido un protagonismo muy especial. Cuando nadie los recibía, recibimos nosotros a [el líder albanés de Kosovo] Ibrahim Rugova, que estaba siendo masacrado por Milosevic, o a los kurdos cuando los gaseaba Sadam Husein con las armas que recibía de Estados Unidos".
Txema Montero también habla con pasión de su paso por Europa. Dice que, cuando ellos llegaron, el Parlamento era más un foro de debate que de producción legislativa. "Se puede decir", precisa, "que era como una máquina en perfecto estado de funcionamiento pero que no se utilizaba. Se buscaba el consenso de una forma casi obsesiva, porque era la manera de decirle a la Comisión que el Parlamento servía, que funcionaba". A Montero le llamó la atención que los diputados españoles, fueran del partido que fuesen, se sentían muy orgullosos de su españolidad: "Se hizo muy famosa una frase, creo que apócrifa, que hablaba de los españoles como los prusianos del sur de Europa".
Txema Montero formó parte del primer grupo de eurodiputados que viajó a la RDA, en 1988. La reunión se celebró en el interior de un búnker construido dentro de la embajada de la República Federal. "Y allí estábamos unas 45 personas, metidas en el búnker para que la Stasi [la policía secreta de Alemania del Este] no nos grabase". Se acuerda Montero de Carmen Díez de Rivera, de Eduardo Punset, de Fernando Morán... Y de que una vez coincidió en una votación con el mismísimo Fraga Iribarne.
El caso de Barbara Dührkop es bien distinto. También ella llegó de las primeras al Parlamento Europeo, pero lo hizo para quedarse. Si de todo este tiempo tiene que quedarse con algo es, quizás, con el momento, allá por 1994, en que se votó la incorporación de Suecia, Finlandia y Austria: "Yo había estado trabajando por la incorporación de estos países, así que el día en que por fin fue realidad quise darles la bienvenida en sueco, que es mi idioma materno. Luego, en la votación, Suecia obtuvo ocho votos más que Austria o Finlandia. Hubo quien dijo que fue por mi discurso, y se me soltaron algunas lágrimas".
La omnipresente
En una ocasión, la alcaldesa de Glasgow invitó a almorzar a Garaikoetxea. "Nada más llegar", recuerda el lehendakari, "la señora me preguntó: ¿traes una bombita debajo del brazo? Claro que era de broma, pero... Durante aquella época tuve la ocasión de explicar cosas. Y a mí me interesaba, por encima de mis inquietudes personales, llevar a Europa, dentro de mis posibilidades, una visión real de lo que era nuestro país, una visión que estaba muy distorsionada por el estigma de la violencia. Quise explicar que podíamos ser nacionalistas vascos -en el mejor sentido del término nacionalista, que a mí no me gusta mucho- y a la vez gente de paz, gente capaz de ser muy solidaria. Empezando por los propios pueblos de España, con los que las afinidades culturales y afectivas eran también muy especiales para nosotros".
Pero, como antes y como después, ETA estaba en todas partes. "¿Dónde está ETA hoy?", le preguntó entonces Feliciano Fidalgo a Montero. "ETA es onmipresente", contestó el eurodiputado de HB. Al dejar su escaño, recuerda Montero, "transmití [se entiende que al entorno de ETA] que la Europa que se estaba construyendo obligaba a cambiar una estrategia anticuada". Montero, que condenó la masacre de Hipercor, fue distanciándose de HB hasta desvincularse de ella. "Se trataba", añade, "de entrar a jugar el partido o quedarte dando vueltas por la banda. Está claro -ya estaba claro entonces- que no hay buenas causas si están defendidas con malos medios".
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