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Elecciones Europeas

Las elecciones de hoy en el Reino Unido miden el desgaste de Blair a un año de las generales

El voto de castigo en las europeas amenaza tanto a los laboristas como a los conservadores

Los británicos van hoy a las urnas para votar en las elecciones europeas y locales, aunque el resultado de las primeras no se conocerá hasta el domingo. El desdén de los británicos hacia las elecciones europeas es tan grande que los analistas creen que su resultado, dopado por el voto protesta, apenas se podrá extrapolar a nivel nacional. Las municipales, aunque tamizadas por la política local, parecen el mejor instrumento para calibrar el desgaste del primer ministro, Tony Blair, y la proyección del líder conservador, Michael Howard, a un año vista de las legislativas.

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La irrupción del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) y la ausencia de encuestas específicas fiables hace muy difícil aventurar un pronóstico sobre las elecciones europeas. Los comentaristas políticos ponen en duda que la guerra de Irak suscite un voto de castigo contra el laborismo de proporciones catastróficas para Tony Blair. Y la fortaleza del voto de protesta que parece que va a cosechar el UKIP -en perjuicio sobre todo de los conservadores- actuará en todo caso como atenuante de un mal resultado para los laboristas porque no parece que los tories vayan a salir mucho mejor parados. Todo ello puede acabar beneficiando a los liberales-demócratas en unos comicios que en teoría parecen hechos a su medida: voto de protesta y sistema electoral proporcional, frente al pragmatismo y el sistema mayoritario que tanto les perjudica en unas generales.

El Gobierno ha decidido experimentar nuevos sistemas para incentivar la participación, que hace cinco años no llegó al 25%: en cuatro circunscripciones sólo se puede votar por correo. La prueba ha suscitado enorme polémica porque, no por casualidad, tres de las cuatro circunscripciones son bastiones laboristas del norte de Inglaterra y ese aumento de participación beneficiará al Gobierno. Ha habido también graves problemas en el reparto de las papeletas, lo que puede dejar a miles de ciudadanos sin posibilidad de ejercer su voto. Y ha habido también acusaciones de coacción en el uso del voto por correo.

Los conservadores han culminado una campaña con aires de desastre político. Tony Blair les dejó primero sin argumento electoral al anunciar que convocaría un referéndum para ratificar la Constitución europea. Luego, la irrupción del UKIP ha condicionado por completo la campaña del nuevo líder tory, Michael Howard, que ha vivido la humillación de tener que actuar a remolque de este partido, políticamente insignificante hasta que resucitó de sus cenizas hace apenas un mes. Frente a la oferta del UKIP de retirar al Reino Unido de la Unión Europea, el compromiso de Howard de renegociar las condiciones de la adhesión si llega a Downing Street les parece poca cosa a los antieuropeos furibundos y un perfecto despropósito a los eurófilos.

Con este galimatías, el futuro de Howard y la fortaleza o debilidad de Blair parecen depender más de las elecciones locales que de las europeas. En el Reino Unido hay elecciones municipales todos los años, pero éstas son las más importantes de la legislatura. Se renuevan los 36 grandes consejos metropolitanos (como Birmingham, Manchester, Sheffield, Newcastle, Derby, Southampton o Leeds), la Asamblea de Londres y su alcalde, 19 autoridades unitarias y 89 consejos de distrito en Inglaterra y 22 en Gales.

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Las municipales suelen ganarlas en términos globales los conservadores. El termómetro político lo marca el porcentaje global de votos y la evolución al alza o la baja del número de representantes de cada partido. Este año tiene particular interés el comportamiento del BNP, el equivalente del Frente Nacional francés, que puede acaparar el voto del descontento social y el miedo a la inmigración. Los expertos creen que el laborismo puede darse por satisfecho si pierde entre 200 y 300 de los 7.200 concejales que tienen ahora, frente a los 7.500 tories y 4.500 liberales-demócratas. Menos de 200 sería un gran éxito, y más de 400, un fracaso. Su fortaleza se medirá también en función del control de las grandes ciudades.

Los conservadores tienen la necesidad imperiosa de alcanzar el 40% del voto para no sentirse fracasados y más del 42% para aspirar a ganar las legislativas del año que viene. Hace un año ganaron los comicios locales con un 35% de los votos, cinco puntos más que el laborismo, y su líder, Ian Duncan-Smith, fue destituido unos meses después.

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