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Universidad

La Escuela de Náutica de la UPV logra el pleno empleo para sus titulados

"El sector está más fuerte que nunca", asegura el director del centro, Fernando Cayuela

Un fenómeno similar a la deslocalización, la marcha de empresas a otros países en busca de un abaratamiento de costes y de plantillas con sueldos más bajos, golpea también a los profesionales del mar. De la misma forma que ha ocurrido con los astilleros, los países asiáticos están surtiendo de marineros y oficiales a las navieras de todo el mundo a unos precios contra los que resulta difícil competir. Pese a ello, el índice de paro de las cuatro titulaciones que se imparten en la Escuela de Náutica de la UPV -diplomatura de Navegación Marítima, licenciatura de Náutica y Transporte Marítimo, diplomatura y licenciatura de Máquinas Navales- es igual a cero. "El sector está más fuerte que nunca. Cada vez se transportan más mercancías y cada vez se construyen más barcos", apunta el director de la Escuela, Fernando Cayuela.

A ello hay que añadir que el destino de la mayoría de los alumnos se encuentra en tierra y no a merced de las olas. La mayoría acaba trabajando en toda la gran industria que existe alrededor del mar: gestión de puertos mercantes y deportivos, empresas consignatarias, transitarias, aseguradoras del sector,... ocupaciones todas ellas un tanto alejadas del mundo de la navegación, algo que no deja de producir cierta melancolía a Fernando Cayuela. "En la Escuela se dan títulos académicos, pero para navegar se necesitan títulos profesionales que se obtienen a través de prácticas a bordo. Muchos de los alumnos deciden evitarlo y me da un poco de pena que no naveguen", reconoce.

Cayuela, quien ha surcado los mares durante diez años como oficial y capitán de cargueros y también de veleros, defiende los atractivos de una profesión en la que, aunque sigue existiendo algo de aventura y mucho de vocación, las condiciones de vida han mejorado de forma considerable. "Cuando navegaba, había campañas de un año o más y lo habitual eran nueve meses fuera de casa. Ahora, se embarcan dos o tres meses y se quedan en casa otros dos o tres", explica.

A pesar de estas mejoras y de unas perspectivas de trabajo tan halagüeñas, los 450 alumnos que estudian en sus aulas están lejos de los 2.000 para los que se diseñó y construyó en 1968 el imponente edificio de hormigón con forma de barco que se halla frente a la Ría y la bocana del puerto de Bilbao, entre Santurtzi y Portugalete. "Todo en esta Escuela se hizo a lo grande. Eran finales de los 60, las grandes navieras requerían un gran número de profesionales y aquí estudiaba mucha gente. Hace unos años disminuyó mucho la demanda, pero ahora nos hemos estabilizado y, de hecho, el año pasado hemos sido uno de los centros con mayor porcentaje de aumento de alumnos", destaca su director.

La escasa presencia femenina entre el alumnado -en la actualidad representa el 30%- es otro de los problemas que debe afrontar un centro que tuvo entre 1993 y 2000 la primera directora de la historia de las escuelas de Náutica españolas, Mercedes Herrera. No ha sido el único hito. De sus aulas también ha salido la primera mujer capitán en España. "Sí que es cierto que ha existido prevención de las navieras a embarcar a mujeres como oficiales en sus barcos, pero la experiencia ha demostrado que encajan perfectamente", asegura la ex directora.

Todos los estudiantes disponen para su formación de unas instalaciones muy completas, en las que se incluyen un simulador del puente de mando de un barco, una sala de máquinas, un planetario o una biblioteca especializada. La joya más preciada se encuentra, sin embargo, anclada en el puerto deportivo de Getxo. Su nombre, El Saltillo, un pequeño velero de dos palos, 26 metros de eslora e historia azarosa. Construido en Holanda en 1932 y adquirido por Pedro Galíndez, éste lo cedió a Juan de Borbón, padre del rey don Juan Carlos, durante 17 años y después a la Escuela de Náutica como buque de prácticas. Debido a su deterioro, se quedó en dique seco durante diez años, hasta que en 1999, ya restaurado, volvió a navegar y desde ese momento ha estado a disposición de los estudiantes de la Escuela.

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La actual Escuela es heredera de la que fue fundada a instancias de las Juntas Generales de Gernika en 1739. Después de 265 años, el centro sigue vivo y, según su director, por mucho tiempo: "Confío en que siempre habrá gente con espíritu de aventura y deseo de viajar que esté interesada en navegar".

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