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63ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Rubén Gallego y Jorge Bucay seducen y emocionan a sus lectores en el Retiro

La feria atraviesa su ecuador viento en popa: los pabellones se llenan y hay colas en las casetas

Todo va bien en la feria. Los editores, en general, dicen que las cosas empiezan a ir mejor, admitiendo implícitamente que los dos últimos años han sido difíciles. Los actos culturales tienen un excelente nivel y los escritores no tienen tiempo de aburrirse en las casetas. Hay clientela para todos. El escritor británico Graham Swift, que participa en los encuentros del Pabellón Europa se Construye con Libros, expresó ayer su entusiasmo por la feria. "Es extraordinario acercarte aquí a tus lectores y firmarles tus obras", afirmó. Swift dialogó ayer con su colega española Elvira Lindo en el ciclo Intelectuales y escritores con Europa al fondo, organizado por Círculo de Lectores.

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Una feria con historia

El Pabellón Carmen Martín Gaite estaba lleno a rebosar un cuarto de hora antes de que iniciara su charla el escritor argentino Jorge Bucay. Gente de pie en los pasillos y al fondo de la sala y sentados en el suelo en el pasillo central.

"Soy argentino, no me parece que sea algo grave, pero algún defecto tenía que tener. Tenemos fama de vanidosos. Hace poco estuve en México y un profesor de filosofía afirmó que la soberbia es ese pequeño argentino que todos llevamos dentro", dijo, y el personal ya quedó atrapado.

El cuento como terapia

Jorge Bucay (Buenos Aires, 1949) es médico y psicoterapeuta y defiende el cuento como terapia. "Yo, en realidad, soy un ayudador. Cada uno tendría que cuidarse y ayudarse a sí mismo. Éste es el gran desafío". Los cuentos, que casi siempre tienen moraleja, ayudan a ello. Empezó contando el de un hombre que buscaba la verdad, continuó con el de la joven enamorada que por amor se corta la cabellera y ya no paró en hora y media.

Esos cuentos que narra de forma infatigable los ha reunido en diversos libros: Déjame que te cuente, Amarse con los ojos abiertos o Cuentos para pensar son algunos de los que ha editado RBA. Ha vendido más de 750.000 ejemplares. En Grijalbo, Bucay publica los de autoayuda, El camino de la autoindependencia o El camino de las lágrimas. Entre ambas editoriales ha superado el millón de copias.

Apenas acabó la larga charla de Bucay, el Martín Gaite fue tomado por quienes deseaban escuchar la conversación entre Rubén Gallego, autor de Blanco sobre negro (Alfaguara), y Juan Cruz.

Cruz omitió acertadamente la difícil vida de este hombre de 35 años, hijo de Aurora Gallego y nieto del líder comunista Ignacio Gallego, que padece parálisis cerebral, y que pasó más de media vida en orfanatos soviéticos. "Es una historia conmovedora, no sólo por lo que tiene de testimonio o de crónica, sino por cómo está contada. Rubén es un soñador rabioso y ha convertido la relación entre los sueños y la realidad en literatura. Éste es un libro extraordinario", afirmó Cruz.

Gallego impresionó a los asistentes por su fortaleza, por su optimismo, porque no considera el suyo un caso especial, "es el de tantos niños que crecen aislados en orfanatos". También mostró su enfado porque en España no acaban de darle los papeles que tanto necesita. "Me han dicho que dentro de nueve meses".

Es hombre de respuestas cortas; ayudado por María Romashina, traductora de ruso, no se cortó un pelo en las respuestas a las preguntas de Cruz. Cuando éste le hablaba de la crueldad que había sufrido, Gallego hablaba de que "en todas partes hay también bondad". "De pequeño tenía que defenderme con las palabras. Lo mismo que ahora".

¿Qué le preocupaba entonces, qué preguntas se planteaba? "¿Qué será de mí? Es la misma pregunta que me hago ahora". Lacónico. "Estoy pensando en cómo puedo sobrevivir". ¿Le molesta pedir ayuda? "No pido ayuda porque me da miedo que me la nieguen, pero hay gente que comprende que necesito ayuda y me la ofrecen. La acepto". ¿Lo más emocionante? "El reencuentro con mi madre. Ella también se crió en un orfanato. Nos comprendimos sin necesidad de palabras". "Si puedo elegir soy libre", dijo Gallego. "Esta silla de ruedas me ayuda mucho".

¿Le costó escribir el libro? Sólo físicamente. "Lo hacía acostado, con la mano derecha apoyada en el suelo y con el dedo índice de la izquierda tecleando en el ordenador".

Rubén Gallego, ayer en el Pabellón Carmen Martín Gaite.
Rubén Gallego, ayer en el Pabellón Carmen Martín Gaite.BERNARDO PÉREZ

Firmas y polémicas

Cada edición de la feria tiene un fenómeno por lo menos. Ayer fue Jorge Bucay. En cuanto acabó su charla, se fue a la caseta de RBA a firmar libros, y con él todos cuantos le habían escuchado en el Martín Gaite, detrás de él, como en una procesión laica. Tampoco les faltó clientela a Almudena Grandes, Luis García Montero, Javier Marías, Ian Gibson, Empar Moliner, Luis Eduardo Aute, Lorenzo Silva, Juan Cruz, Enrique Vila-Matas, Ana Botella, Mario Benedetti, Marina Mayoral o Maruja Torres, entre otros muchos autores.

La feria no sería feria si no tuviera alguna polémica. La afirmación el viernes de Marcelino Elosúa, de la editorial Lid, que dijo que "el 80% de las librerías sobran", produjo indignación. "Resulta sorprendente que se haya atrevido a decir eso. Debía saber mucho de aceite y acabó vendiendo su empresa a los italianos. Su primera incursión en el mundo del libro pretendía implícitamente sustituir al ISBN. Ahora se dedica a cosas más modestas como editor. Si perteneciera al mundo del libro reconocería el papel insustituible de las librerías", afirmó el director de la feria, Antonio Albarrán. "La ignorancia es muy atrevida".

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