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34 presos, mutilados y quemados en el motín de la cárcel de Río

La rebelión de detenidos termina con una matanza entre facciones rivales

Juan Arias

La rebelión de los 800 presos de la Casa Penitencial Benfica, comenzada el sábado en la zona norte de Río de Janeiro, acabó en una salvaje matanza entre facciones rivales, después de que los reclusos mantuviesen como rehenes a 36 personas durante 62 horas.

La rebelión, que acabó la noche del lunes tras la intervención de Marcos Pereira da Silva, de 47 años, pastor evangélico de la Asamblea de Dios de los Últimos Días, dejó un balance de al menos 34 muertos entre los presos, según datos del Gobierno de Río, decapitados o quemados en la mayor parte. Entre los rehenes, sólo un agente de custodia había sido ejecutado. Los demás fueron liberados.

Los presos de las diferentes facciones criminales que conviven en la cárcel de Benfica acabaron matándose entre ellos. Según fuentes policiales, la rebelión fue liderada por miembros del Comando Vermelho (Comando Rojo), una antigua y poderosa organización criminal que controla el tráfico de drogas en la mayoría de las favelas de Río de Janeiro desde los ochenta. Se cree que los presos que resultaron muertos, según las autoridades, formaban parte del Tercer Comando, una organización criminal que se ha convertido recientemente en el principal adversario del Comando Vermelho en Río de Janeiro.

Precisamente una de las reivindicaciones de los detenidos era la separación en penales diferentes de dichas facciones, que disputan el control de los presos de las diferentes cárceles del país y controlan parte del tráfico de drogas fuera de la cárcel. Las fuerzas del orden encontraron en manos de los presos varias pistolas, fusiles y escopetas.

Mientras tanto, los vecinos del barrio residencial donde está ubicada la Casa de detención Benfica seguían ayer viviendo en medio del pánico, tras haber constatado la fragilidad de la prisión de donde escaparon 14 presos por la puerta principal, lo que dio lugar a la rebelión. Cinco de los colegios del barrio habían cerrado sus puertas y algunas de las familias se habían ido a dormir a otras zonas de la ciudad.

La prisión de Benfica era un cuartel de la Policía Militar convertida deprisa en cárcel para poder atender al enorme número de detenciones en Río, donde las prisiones están todas ellas hacinadas. Según un informe de la Fundación Getúlio Vargas, casi el 70% de los presos de Río son jóvenes negros o mulatos, con pocos estudios y entre 20 y 30 años.

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Según el ministro de Justicia, Thomas Bastos, muchos de los penales de Brasil son escuelas del crimen. Conforme a la opinión del ministro, la solución sería buscar penas alternativas para los reclusos, preparar profesionalmente a los responsables de custodia y acabar con las cuadrillas organizadas dentro de los penales. Ésta fue una de las promesas del presidente Luiz Inácio Lula da Silva al llegar al Gobierno.

El secretario de Seguridad de Río, el evangélico Anthony Garotinho, esposo de la gobernadora de Río, Rosinha Garotinho, ha sido duramente criticado por no haber sabido desde el primer momento tomar el control de la situación. El motín comenzó el sábado, después de que un grupo de pistoleros atacara a tiros a los guardias de la Casa de Custodia de Benfica para facilitar una fuga masiva. A pesar de ello, el secretario se limitó a enviar a los tres días de rebelión a un pastor evangélico para mediar con los presos, cuando ya habían realizado una carnicería dentro del penal.

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