Recuerdos materiales
El Museo Marès muestra objetos con los que el ser humano lucha contra el olvido
"Todos guardamos recuerdos. A veces es el pétalo de una flor en un libro, otras una piedra o una concha. Son objetos a través de los que intentamos reconstruir en nuestra memoria, nuestro propio pasado", explica Francesc Vicens, comisario de la exposición Objeto y memoria, que puede verse en el Museo Marès de Barcelona, un centro que ha recibido recientemente, por parte de la revista Art News, la calificación de ser "uno de los 10 mejores museos desconocidos del mundo".
En un espacio reducido, unos 70 metros cuadrados a los que el diseñador Carmelo Hernando ha sacado un partido sorprendente, la exposición reúne 54 recuerdos de procedencias muy diversas que se han reunido gracias a la inyección presupuestaria del Fórum, que asume 220.000 de los 300.000 euros que cuesta la exposición. Hay relicarios cristianos, pero también estatuas votivas africanas y objetos que recuerdan a personajes o acontecimientos históricos.
Comienza, por ejemplo, con un vestido de Grace Kelly que tiene como vecino un collar de Nueva Guinea realizado con caña, fibra y dedos humanos para pasar, más adelante, a una guitarra que perteneció a Bruce Springsteen. Este primer apartado, muy ecléctico, incluye también reliquias de huesos de mártires decorados, un abanico de la soprano Adelina Patti con firmas de los compositores Puccini y Sarasate; un fragmento del muro de Berlín; el estuche de perfumes de la reina María Antonieta; la bomba de Orsini que no llegó a explotar en el Liceo; la pipa de Pau Casals; un cabello de Mendelssohn; las gafas de Azorín y una pajarita de papel de Unamuno. Todas ellas cosas variopintas que en un primer momento sorprenden al visitante. Llegado aquí, se accede a una sala en la que un audiovisual de 15 minutos explica la tesis de la exhibición, que no es otra, indica Vicens, que explicar "la lucha entre el olvido y la memoria, una particularidad propia de los humanos que se ha dado en todos los tiempos y todas las culturas".
Una vez queda claro el tema, se accede a la segunda parte de la exposición, que reúne una buena selección de auténticas joyas. Comienza con cinco bellas estatuas votivas africanas procedentes de la región del Golfo de Guinea. Comparten espacio con algunas de las primeras reliquias de mártires cristianos. La exposición, de hecho, incluye una amplia muestra de relicarios, pero el más significativo, por su rocambolesca historia, es el Relicario de los santos Luciano, Maximiano y Juliano, procedente del Museo de Cluny de París.
Esta pieza, en plata repujada, cincelado y dorado, fue realizada en 1261 y formaba parte de los centenares de reliquias que reunió san Luis, rey de Francia, en la Sainte-Chapelle de París, una capilla que hizo construir para guardarlas. En 1793, una muchedumbre entró en la capilla, cogió los relicarios para desmontar las piedras preciosas y fundir el oro y quemó en la plaza del Ayuntamiento todas las reliquias. "Ésta fue la única que se salvó y sería el tema de una novela el averiguar por qué y cómo lo consiguió", indica Vicens.
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