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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inflación en crudo

Resulta fácil señalar las causas por las cuales la inflación se ha disparado en abril hasta el 2,7% en tasa interanual después de un crecimiento del 1,4% mensual. De esas seis décimas de aumento interanual -la tasa estaba situada en el 2,1%-, más de la mitad responde a la subida de los precios del petróleo, un problema que azota a todas las economías y que es responsable principal del resurgimiento de una nueva amenaza inflacionista en los países industrializados. Por otra parte, en el IPC de abril ha pesado el final de la temporada de rebajas, hasta el punto de que aproximadamente un tercio de la subida mensual es atribuible a las elevaciones en vestido y calzado. Y por fin, cabe observar un cierto descontrol en los precios de los alimentos frescos, un foco inflacionista que no se reduce ni siquiera con buenas cosechas.

El impacto de la subida del petróleo será más grave en España, puesto que la eficiencia energética de la economía española es inferior a la europea; es decir, las empresas consumen más energía por cada unidad de producto que sus competidoras del resto de Europa. El lado menos malo del problema, por decir algo, es que, como la subida del petróleo afecta a todos los países industrializados, el diferencial de inflación de la economía española con los países de la UEM no subirá demasiado. El lado peor de este retorno de la inflación que se creía vencida -a mediados de 2003 muchos analistas influyentes indicaron que el problema dominante de la economía mundial era la deflación- será, sin duda, el fin definitivo de las expectativas de rebaja de tipos en Europa, área en la que, a diferencia de Estados Unidos, todavía quedaba margen a una política monetaria que reactive la economía.

Ya que las causas son distintas, los tratamientos también deben serlo. El efecto inflacionista del petróleo y sus consecuencias sobre el crecimiento difícilmente podrán corregirse si no se reduce la dependencia del crudo y se aumenta la eficiencia energética de las empresas; y la presión de los precios de los alimentos frescos requiere de una vigilancia estricta de los canales de comercialización de los mercados, con la aplicación de sanciones por actos contra la competencia en los casos en los que se detecten prácticas de acaparamiento o manipulación de los mercados. Parecen necesarias y urgentes reformas liberalizadoras en la distribución comercial y en otros mercados estratégicos, como el eléctrico y el petrolero, que sean más eficaces que las aplicadas por gobiernos anteriores.

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