El Estado que nunca existió
La autora pregunta qué motivos aconsejan al Gobierno a autorizar una reforma estatutaria en Cataluña y a negar lo mismo a Euskadi.
La victoria socialista ha servido, entre otras muchas cosas, para instaurar un nuevo clima de sosiego y reposo democrático en la vida política. La democracia es libertad de pensamiento. Además de valores, derechos y deberes, también incluye formas de comportamiento. Actitudes -respeto, tolerancia- que favorecen la convivencia. Y, entre la más elemental de estas actitudes, se sitúa la capacidad de debatir ideas y discrepar de las mismas. Sin engañar a nadie y sin manipular o desinformar a la opinión pública. Los ciudadanos tienen derecho, lo dice la Constitución, a recibir información veraz y esperan que el pluralismo político e ideológico se exprese con dignidad democrática para conformar una opinión.
El nuevo Gobierno ha demostrado ser sensible ante este aspecto formal de la democracia y una de sus primeras medidas ha sido sustituir a los responsables de los medios de comunicación públicos, afirmando que con esta decisión concluía la etapa de la mentira y la desinformación. En cualquier caso, siempre cabe preguntarse: ¿por qué mentir a las personas para defender las ideas propias? Es una pregunta que me resisto a contestar, porque nos conduce a espacios de convivencia donde reinan valores más propios del fundamentalismo que de la democracia. Todavía, sin embargo, circulan mentiras como la que atribuye al Gobierno vasco la voluntad de instaurar un Estado Libre Asociado. Confío en que sólo sean los rescoldos de un fuego en vías de extinción.
La regeneración democrática que impulsa el Gobierno debiera proscribir que se sigan diciendo falsedades para defender las ideas. De buena o de mala fe, pero se sigue sosteniendo el inexistente Estado Libre Asociado. Tal comportamiento supone una decepción que atenaza las ilusiones en este nuevo espacio para la libertad. Es curioso que haya muchas personas, lo he podido comprobar recientemente en Madrid, que piensen que la propuesta de reforma que plantea el Gobierno vasco consiste en crear un Estado o en impulsar la independencia. Es curioso, porque jamás se ha propuesto cosa igual. En algunos puede entenderse, porque lo han leído u oído en la época de desinformación y manipulación informativa que el Gobierno de Zapatero acaba de dar por cerrada. Pero es más incomprensible que lo piensen otras, periodistas, políticos, profesores o intelectuales informados. Alguna otra razón debe haber más allá del desconocimiento.
Es legítimo y debe aceptarse que haya quien no comparta la reforma estatutaria propuesta por el Gobierno vasco. Los tres partidos que lo formamos lo aceptamos como demócratas que somos. Esperamos, incluso, que el PSOE presente de forma pública un documento de reforma del Estatuto de Gernika, sea para que Euskadi tenga más o menos autogobierno, porque todo es legítimo. Un documento que pueda servir como material de debate y como contribución al pluralismo con el que se expresa la sociedad vasca. Descubriremos, probablemente de esta manera, que quizás es más lo que nos une que lo que nos separa. Ya lo hicieron en la transición política, ¿por qué no ahora? Les sugiero un ejemplo: elaboren un documento de reforma -el ministro Sevilla acaba de solicitar a Maragall que concrete su propuesta- que establezca si el presidente del Tribunal de Justicia en Euskadi debe ser nombrado por el Rey. En base a concreciones de esta naturaleza se fomentará un diálogo que deseamos sosegado.
En democracia todo es planteable de forma democrática, respetando las reglas de juego, los procedimientos, y asumiendo que todos no tenemos ni debemos pensar igual -sería muy aburrido- y que el acuerdo no puede significar de ninguna forma renuncia a las legítimas ideas de cada uno. Acaba de dejarlo meridianamente claro el Constitucional. La impugnación del Gobierno de Aznar "desnaturalizaría irremediablemente, de prosperar, los principios fundamentales de la democracia parlamentaria". Por cierto, el auto del Constitucional en ninguna parte dice que el contenido actual de la propuesta, de aprobarse, fuera inconstitucional, tal y como los medios de comunicación informaron profusamente. ¿Quién mintió a los medios cuando facilitó la información y por qué?
Euskadi no es el ombligo del mundo y, además, jamás ha pretendido serlo. Al menos no conozco a ningún vasco que reclame semejante honor. Efectivamente es cierto que la agenda de la política del nuevo Gobierno tiene sus prioridades. Los problemas son muchos, desde luego, y no hay un único problema que se llama Euskadi. ¡Qué alivio que por fin hayamos llegado a esta conclusión!
El lehendakari fue a Madrid a manifestar que la voluntad del Gobierno vasco es hacer posible el diálogo y el encuentro. Somos plenamente conscientes de las legítimas diferencias que tenemos, pero ello no debe llevarnos a pensar que es imposible hablar. Es un poco descorazonador observar que al día siguiente la portavoz del Gobierno Zapatero ofrezca como respuesta al diálogo abierto y sin condiciones una nueva invitación a que el Ejecutivo vasco renuncie a sus ideas. Más descorazonador es leer que el presidente afirme que no piensa ofrecer al lehendakari, durante el próximo encuentro que celebren, una reforma del Estatuto de Gernika. ¿Las reformas de los posibles estatutos de autogobierno las decide de forma discrecional el Gobierno y el señor Zapatero? ¿Con qué criterios? ¿Qué motivos aconsejan al Gobierno y al señor Zapatero a emprender y autorizar una reforma estatutaria en Cataluña y a negar lo mismo a Euskadi? ¿Estará autorizada la reforma en Andalucía? ¿Qué legitima estas decisiones? ¿Qué mensaje se transmite a la ciudadanía vasca, a todas las vascas y vascos, con este tipo de manifestaciones? Puede dar la impresión, en la más benévola de las conclusiones, de que el PSOE tiene un proyecto de reforma estatutaria que realizar a Cataluña o a Andalucía, pero que no lo tiene para Euskadi. ¿No lo tiene o no lo desea? ¿Puede Euskadi plantear una reforma estatutaria? ¿Se debe de entender que en estas posiciones es donde reside el respeto a las reglas de juego?
Queremos y deseamos pensar que todas estas actitudes políticas son más fruto de la improvisación mediática y de los múltiples asuntos que atropellan la labor diaria que debe acometer el nuevo Gobierno. Se ha abierto un nuevo ciclo y nosotros deseamos mirar al futuro. No queremos mirar al pasado. Damos por cerradas etapas como la de la desinformación o la de la amenaza de que la mano justiciera del Estado recaerá sobre quienes discrepen de su voluntad. Porque lo mejor que le puede pasar a un Estado así es que no exista, como jamás ha existido el que se imputa al lehendakari y a la propuesta de reforma estatutaria que el Gobierno vasco ha presentado en el Parlamento.
Miren Azkarate es portavoz del Gobierno vasco y consejera de Cultura.
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