"Sola, atemorizada y atrapada"
Jenny Lara vino a España hace 17 años años, de la mano de quien ayer fue su verdugo. Jenny nació en la República Dominicana y allí dejó a su gente. Su entorno social fue la familia de Ismael Pablo, residente en Asturias (de donde él es natural), y Madrid. Juntos convivieron hasta hace tres años y tuvieron tres hijos: dos niños, Pablo de doce y Keit de ocho años; y una niña, María, de cinco.
La relación tuvo sus más y sus menos, según cuentan las amigas de la víctima, pero el calvario empezó hace cinco o seis años, poco antes de que Ismael Pablo sufriera un accidente con el camión que conducía.
Las secuelas le impidieron volver a trabajar y una exigua pensión complicó la situación de la familia. La agresividad empañó la convivencia y Jenny decidió separase hace tres años. Se amparó en la casa y en el dinero que conseguía de fregar suelos, a lo que dedicaba casi todo el día. Ayer estrenaba su primer trabajo con contrato en una empresa de Algemesí, a unos 10 kilómetros de Alzira.
Se separó después de haberse puesto en manos de los servicios sociales del ayuntamiento en 1999, quienes abrieron expediente por malos tratos. La decisión deterioró aún más la situación, entre otras cosas porque uno de los hijos, el mayor, decidió vivir con su padre en uno de los barrios más humildes de la ciudad.
Las denuncias iban y venían. Él la amenazó y lesionó. Ella le injurió y lesionó también. Ayer, cuando los funerarios sacaban el cadáver de Jenny, su amiga Joana, también dominicana, aseguró: "La justicia la ha dejado desprotegida, estaba sola y atemorizada, atrapada por las continuas amenazas. Que nadie se rasgue hoy las vestiduras. Esto se veía venir y todo el mundo lo sabía. Pero nadie vino a salvarla".
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