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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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Cáscaras de sandías

En Irak está prohibida la importación de material cinematográfico por miedo a que sus partículas químicas sirvan para fabricar armas de destrucción masiva. No es broma, sino una de las consecuencias del embargo norteamericano declarado en 1990. De ahí la sorpresa de que nos estrenen esta semana una película iraquí (presentada en el pasado Festival de San Sebastián). Producida por la cadena televisiva Arte, fue rodada en Irak bajo una férrea censura que llegó hasta a incautarse de cinco bobinas, acabándose de filmar poco antes de que las tropas americanas invadieran el país. Zamán, el hombre de los juncos tiene el encanto de una película pequeña que se atreve a tímidas referencias a la dictadura de Sadam Husein, conjugado con el estilo tan personal de Arte, siempre limpio y bonito por dura que sea la historia que se cuente. Zamán está de suerte. Inicia esta semana un recorrido por diversos festivales, entre otros el de Tribeca, que dirige Robert de Niro; hay curiosidad por cómo reaccionará su público ante la inusual nacionalidad de la película.

¿Podría haberse rodado Zamán si no existieran en Francia leyes que protejan este tipo de películas? Parece que nuestra flamante nueva ministra de Cultura está por la labor de la excepción cultural, y que el cine español va a acabar teniendo los cuidados necesarios. Ojalá. (Se notaba la inmensa alegría de algunos productores en la memorable foto que se publicó en este periódico dando cuenta de su feliz encuentro con la ministra, lo que ha provocado algún perverso comentario en la prensa).

Sin embargo, no todo son fiestas. Los dueños de las salas de cine han visto mermada su clientela en 11 millones de espectadores durante el último año, y achacan el dato a la obligada presencia en sus pantallas de películas europeas. Han explicado esta semana cuál sería su solución sin necesidad de promulgar ley ministerial alguna. Con toda simpleza, proponen que se hagan películas más comerciales. Nada más que eso. Han echado sus cuentas y lo tienen clarísimo: si se produjeran películas de éxito para el 70% del público mayoritario (que dicen tiene entre 15 y 45 años), y se incrementara por otro lado el porcentaje de espectadores (30%) "que prefieren un cine de autor", todos estaríamos contentos; es decir, bastaría con no hacer películas malas o que no despierten interés entre ese 70% de espectadores. Porque películas malas ya tienen bastantes, obligados como están por el sistema de lotes de las empresas norteamericanas (si quieres proyectar una película de éxito, tendrás que programar también estas otras cinco memeces). La Federación de Entidades y Empresas de Cine de España (FEECE) arguye que "el esfuerzo que se produce en el sector de producción europea no se refleja ni en la recaudación ni en la cuota de mercado", con lo que vienen a insinuar que otra solución posible para el cine es que se supriman de una vez por todas las películas que no procedan de Hollywood.

La semana pasada, en el Festival de Estambul, se topaba uno con distribuidores y exhibidores europeos interesados por las novedades del cine turco. Hasta hubo peleas por conseguir para su propio mercado la que ganó la competición nacional, la ópera prima Cáscaras de sandías. No se trata de una obra maestra, pero daba gusto apreciar el interés de esos profesionales por renovar su cine y no quedarse mano sobre mano esperando lo que les manden de América. Hoy comienza en Barcelona la sexta edición del festival de cine asiático. ¿Cuántos empresarios españoles acudirán para enterarse de lo que se cuece por aquellas latitudes?

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