La Iglesia católica polaca recela de la UE
El laicismo de la Unión y perder el apoyo de un nuevo Papa preocupan a la jerarquía de Varsovia
La Iglesia católica, que fue bastión y ariete contra el régimen comunista de Polonia y constituye uno de los pilares de la identidad nacional, disfruta de excelente salud con misas llenas de fieles y abundancia de vocaciones sacerdotales. No obstante, la jerarquía católica polaca acepta a regañadientes el ingreso del país en una Unión Europea laica y se verá confrontada en un futuro no muy lejano con la difícil prueba de la desaparición del papa polaco Juan Pablo II. La división entre obispos tradicionalistas y modernos permanece latente y borrada por el liderazgo indiscutido del Papa.
Cuando están a punto de cumplirse 15 años desde las primeras elecciones libres que confirmaron la caída del comunismo, a la que contribuyó de forma decisiva, la Iglesia polaca tiene que hacer frente al desafío de perder a su máximo líder y adentrarse en el mundo laicista que representa la UE.
Fue la palabra decisiva del Papa a favor de Europa lo que acalló a los obispos díscolos
Las cifras reflejan de forma palpable la pujanza del catolicismo en Polonia. Más de un 95% de los 38 millones de los polacos se consideran católicos y un 58% lo son practicantes. Los sondeos de opinión ponen de manifiesto que un 75% de los polacos confía en la Iglesia, en su honestidad y buena voluntad. El número de parroquias en 2002 era de 9.928, con 28.331 sacerdotes, 23.122 diocesanos y 5.209 religiosos, que se encargan de mantener viva en toda Polonia la fe católica y difundir el mensaje del polaco más grande de toda la historia: el papa Juan Pablo II. La continuidad parece garantizada con 6.656 seminaristas aspirantes al sacerdocio, 4.654 diocesanos y 2.002 en las órdenes religiosas.
El número 6 de este año del Boletín de la Asociación de Periodistas Europeos analiza la situación de la Iglesia católica polaca y destaca el papel relevante de las nueve visitas del Papa a su país desde su elección en 1978: "Cada visita del Papa fue una potente inyección de devoción y espiritualidad. Mientras en el resto del mundo rico y desarrollado los templos se vaciaban un poco más, en Polonia se llenaban hasta lo imposible por el Papa. Las visitas del Papa funcionaban como barreras que impedían que la fe se desvaneciese, eran balones de oxígeno que permitían respirar al catolicismo a pleno pulmón".
Refiere el boletín que muchos analistas opinan que, "al desaparecer las inyecciones de vigor aplicadas por el Papa, al desaparecer su figura que hace sentir tanto orgullo a los fieles polacos, (...) la separación de muchos fieles de la Iglesia, contenida por Karol Wojtyla, se acelerará de manera vertiginosa provocando incluso un derrumbamiento, al menos parcial, de la Iglesia polaca y de la religiosidad de los fieles. El nuevo presidente de la Conferencia Episcopal tendrá que hacer frente a esta situación totalmente nueva".
Además de la desaparición del Papa, la Iglesia polaca se encuentra metida de lleno en la sustitución de sus grandes dirigentes locales que la guiaron durante los estertores finales del comunismo, la transición y el inicio de la nueva era en democracia. El cardenal arzobispo de Cracovia, Franciszek Macharski, sucesor del Papa en su diócesis, ya rebasó los 77 años y se ha jubilado junto con el de Wroclaw, cardenal Henryk Gulbinowicz. El cardenal primado y arzobispo de Varsovia, Jozef Glemp, cumple a fin de año los 75 años, que le llevarán al retiro. A mediados de marzo, Glemp ya dejó la presidencia de la Conferencia Episcopal tras 23 años de difícil gestión. Glemp tuvo que sufrir los ataques de los que en los días del comunismo le acusaban de contemporizar con el régimen. Ya en democracia, el primado ha sufrido el embate de los integristas católicos chovinistas y antisemitas en torno a la emisora Radio María.
El sucesor de Glemp al frente del episcopado polaco, el arzobispo de Przemysl, Jozef Michalik, de 63 años, es un antieuropeo declarado. En los años noventa, Michalik pertenecía al sector del episcopado polaco que comparaba a Bruselas con Moscú y agitaba contra el ingreso en la UE. Fue la palabra decisiva del Papa desde Roma, con un pronunciamiento claro a favor de Europa, lo que acalló a los obispos y curas díscolos que veían en la UE la encarnación del laicismo y de una sociedad sin Dios. La intervención de Juan Pablo II sirvió el pasado mes de junio para inclinar la balanza en el referéndum y lograr la participación necesaria que dio el sí a Europa.
El nuevo jefe de los obispos polacos, Michalik, atacó en su primer sermón tras la toma de posesión a una Europa que intenta expulsar a Dios de la historia del mundo. El analista de temas de Iglesia del diario Gazeta Wyborcza, Jan Turnau, considera que el clero y los obispos temen a la UE "por las tendencias laicistas que se pueden imponer en Polonia. Se trata de un miedo generalizado a Occidente como una parte del mundo mucho más laica que nosotros. A esto se unen los miedos económicos, que la UE no será un gran negocio para nosotros. Ésta es una opinión extendida y lo mismo piensan los curas". Según Turnau, Michalik tiene unas opiniones muy próximas a las que difunde la emisora ultranacionalista católica Radio María, pero "él cree que son los obispos los que mandan, y no un cura con una cadena de radio". Turnau define a Michalik como "un excelente político que, si hay que retroceder, retrocede. Es muy táctico, pero siempre hace su juego".
Para elegir a su nuevo presidente, los obispos tuvieron que votar tres veces, hasta que Michalik alcanzó a la tercera la mayoría necesaria, la mitad más uno de los 102 obispos y cardenales presentes. El candidato derrotado, el obispo de Poznan, Stanislaw Gadecki, de 54 años, pertenece al sector progresista del episcopado polaco. Gadecki ocupará la vicepresidencia de la Conferencia Episcopal y, así, se mantiene un cierto equilibrio al frente de la jerarquía en espera de los nuevos tiempos con una Polonia en Europa y una Iglesia huérfana el día que desaparezca Juan Pablo II.
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