Bajan las traducciones de narrativa extranjera al catalán
Los editores creen que el apoyo genérico ha producido una inflación que ahora se corrige
Las mesas de libros que hoy ocuparán las calles de Cataluña contendrán menos traducciones de narrativa extranjera al catalán que en años anteriores. Buena parte de la reducción de títulos que los editores han empezado a aplicar ha afectado a esta partida. Traducir al catalán es más caro que hacerlo al castellano, afirman los editores. En consecuencia, el precio de venta al público es ligeramente superior. De una lista de 32 novedades de libros traducidos en ambas lenguas, la media de los precios en catalán es de un euro más que en castellano.
António Lobo Antunes, Sándor Márai y Lorrie Moore son algunos autores cuyos libros se podían encontrar, en años anteriores, en catalán y en castellano. Entre las novedades para este Sant Jordi aparecen sólo en castellano. Lo cierto es que en catalán sigue habiendo muchas traducciones, pero los editores han empezado a apretarse el cinturón.En catalán se sigue traduciendo, claro está: desde nobeles como Coetzee, Saramago y Kertész hasta autores de novela negra como Henning Mankell y Bernhard Schlink y de best sellers como D. Lapierre, L. Collins y John Grisham. Pero algo ha cambiado respecto a los últimos años.
Prefieren no decirlo públicamente, pero muchos editores creen que el apoyo genérico de la Generalitat no sólo no ha funcionado, sino que ha tenido efectos negativos, como provocar una inflación de títulos que, aseguran, se ha empezado a frenar: "Han comprado indiscriminadamente".
"Ha habido un descenso de títulos, sobre todo respecto a lo que llamamos best seller internacional inseguro. Por mal que vayan las cosas siempre hay más posibilidades de vender un autor catalán que una traducción", afirma Isidor Cònsul, editor de Proa (Enciclopèdia Catalana). "Estamos en un momento de máximo sentido común y hemos empezado desechando algunos títulos que nos hacían más sabios pero menos ricos. Ahora bien, el editor tiene que intentar mantener un equilibrio entre el balance de explotación y el proyecto intelectual", prosigue. "Las traducciones que no alcanzan los 2.000 ejemplares de ventas, generan pérdidas", señala Miquel Alzueta, de Columna (Grupo Planeta): "Nosotros las hemos reducido en un 60%, aproximadamente, respecto de los últimos años". Edicions 62 y Empúries también han acortado el número de traducciones, pero proporcionalmente porque han reducido los títulos. Grup 62, al que pertenecen los dos sellos, pasó de 680 novedades en 2002 a 360 en 2003 y se mantiene así.
Allí donde había pugnas para conseguir los derechos de novelas sobre las que había expectativas, hoy hay más sosiego: "En años anteriores, los editores tenían que ir a buscar a los agentes. Ahora son ellos los que tienen que venir a los editores a vender", afirma Cònsul; una aseveración que Alzueta corrobora. Ahora se selecciona más.
"Las traducciones son uno de nuestros puntales y lo seguirán siendo", afirma el director de Grup 62, Ernest Folch. En su catálogo tienen a Saramago, Grass, Coetzee y Michael Moore. Pero comprar la última novela de Andrea Camilleri en catalán, Un gir decisiu (Edicions 62), cuesta cuatro euros más que en castellano.
"Es una situación injusta e intolerable. Se habla de libertad de mercado, pero ¿qué libertad va a haber si en las tiendas del aeropuerto de Barcelona no hay libros en catalán? No se pueden confundir las leyes del mercado con la selva", se indigna Folch, quien admite que muchas librerías defienden el libro en catalán. "Todos defendemos el precio fijo de los libros, pero es mentira. ¿Qué precio fijo va a haber si yo tengo que vender más caros mis libros?". Grup 62 tiene en las listas de más vendidos algunos libros, como El codi da Vinci (tres euros más que en castellano) y Harry Potter i l'Orde del Fènix (un euro más que en castellano). Para este grupo, en general, explica Folch, las "grandes apuestas" son de 10.000 ejemplares y "lo normal es hacer tiradas de entre 2.500 y 3.000 ejemplares".
"Impuesto revolucionario"
Oriol Castanys, director de la división de libros de RBA, a la que pertenece La Magrana, afirma que mantienen los mismos precios en catalán y en castellano. "Comprendo a los lectores. Si van a una librería y ven que el mismo libro cuesta más en catalán que en castellano, se quedan con el que está traducido al español. ¿Por qué tienen que pagar un impuesto revolucionario por leer en catalán?".
Alzueta no coincide con él: "Las traducciones en catalán tienen que ser más caras". Las tiradas más cortas lo imponen. Si se le pregunta si esto no es un impuesto revolucionario para el lector, contesta: "¿Y quién lo tiene que pagar, si no?". Algunos precios de traducciones de Columna: L'engany d'en Selb, de Bernhard Schlink, cuesta 22 euros, y su versión castellana, de Anagrama, 16,50 euros; Aquí no ets cap estrany, de Adam Haslett, 19,90 euros, y en castellano (Anagrama), 13,40 euros; ahora bien, Cent cops de raspall..., de Melissa P, cuesta 15 euros, como la edición castellana de Poliedro.
Jaume Vallcorba no traduce al catalán todo lo que publica en castellano por los costes y las cortas tiradas. Ha publicado El nadador, de la húngara Zsuzsa Bánks, en Acantilado con una tirada inicial de 4.000 ejemplares. Del mismo libro en catalán en Quaderns Crema ha hecho una tirada de 1.500. El precio de uno y otro es el mismo: 16 euros. "En este caso, el que paga el impuesto revolucionario es el editor. De aquí la importancia de las ayudas a la traducción".
De la última novela de Henning Mankell, Amb l'alè al clatell, Tusquets ha hecho una edición en castellano de 38.000 ejemplares. La catalana es de 3.000. El precio es el mismo: "El del catalán es un precio político", afirma el editor Antonio López Lamadrid. E Isabel Martí, de La Campana, asegura que sacar un libro más barato que en la otra lengua no es necesariamente señal de éxito: El periple de Baldassare, de Amin Maalouf, que salió en su momento más de dos euros más barato en catalán, no funcionó tan bien como la versión castellana de Alianza.
Editores grandes y pequeños tienen una visión diferente del negocio, claro está. Mientras que a juicio de Alzueta el catalán es un "mercado pequeño", Martí considera que la tirada mínima de salida, la barrera de los 2.000 ejemplares para las traducciones, es "comparativamente más alta en catalán que en otras lenguas". "El problema de nuestro mercado no es la cifra de salida, sino la de llegada, el tope, que en castellano o francés es obviamente mucho más alto".
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