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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush, más que Sharon

Seguramente se veía venir, pero han caído como un terrible mazazo, sobre todo en Europa, las palabras con que el presidente de EE UU, George W. Bush, en compañía del primer ministro israelí, Ariel Sharon, anunciaba el fin de una política que databa de 1967, abandonando cualquier vestigio de mediación para alinearse con las posiciones de la derecha israelí. Washington apoya el plan de Sharon que pretende anexionarse la mayor parte de los asentamientos israelíes en Cisjordania, verdaderas ciudades en las que viven más de 200.000 colonos, aunque se retire de la franja de Gaza.

La posición oficial de Washington había sido hasta ahora la de que los asentamientos eran un obstáculo para la paz, y que toda modificación de las fronteras anteriores a la guerra de 1967 tenía que ser negociada por las partes. El presidente Bush, movido por sus deseos electoralistas de atraerse el voto judío y fundamentalista cristiano en noviembre, desprecia, así, los mandatos de la ONU, y notablemente la resolución 242, que exige la retirada israelí a las líneas anteriores a la guerra; se carga su propia Hoja de Ruta, que subraya la necesidad de poner fin al crecimiento de las colonias, que ahora reciben barra libre; ofende al Cuarteto que la UE, Rusia y China conforman junto a EE UU, y ahonda el foso con una Europa que comparte al menos la idea de que no cabe un arreglo territorial basado en la fuerza, sea por el terrorismo palestino o por la imposición unilateral de la derecha israelí.

En la impotencia más absoluta, los palestinos convocan reuniones -de la Liga Árabe, de la Conferencia Islámica- y el presidente Arafat reivindica el regreso de los refugiados a Israel, otro desiderátum, pero éste sí que de imposible cumplimiento; la UE rechaza el trazado unilateral de fronteras y debatirá hoy y mañana este cambio en la reunión informal de ministros de Exteriores. ¿Qué le dirá a Bush, hoy, el primer ministro británico, Tony Blair, al que ningún seguidismo de Washington debe ocultar que la iniciativa de EE UU es la mejor receta para una guerra terrorista de otros 100 años?

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Lo menos que cabe decir de la posición de Washington es que ha venido a arrojar un mar de aceite hirviendo sobre el fuego de un mundo árabe e islámico -y no sólo entre los partidarios de Al Qaeda- en el que gana fuerza cada día el peligroso convencimiento de que el gran enemigo es Estados Unidos. Y el odio sobrante le tocará pagarlo a Europa.

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