El fin de la negociación
La Declaración de Washington leída ayer por el presidente de EE UU, George W. Bush, es un hito en la historia de Israel y Palestina, sólo comparable en importancia a la Declaración Balfour, de noviembre de 1917. Si en la Declaración Balfour, el Gobierno británico se pronunciaba de manera solemne en favor de la creación de un "hogar nacional para el pueblo judío", poniendo así el germen del Estado de Israel, la Declaración de Washington determina los parámetros del supuesto futuro Estado de Palestina. Las condiciones están establecidas en las cartas de intenciones, intercambiadas entre Israel y EE UU.
La Declaración de Washington y la Declaración Balfour tienen una similitud inquietante; las potencias extranjeras determinan el futuro de los palestinos, que han asistido al proceso sin voz ni voto. Convertidos en invitados de piedra de su propia historia. El documento de Washington confirma además el fin de la política de negociación y diálogo que Israel y los dirigentes palestinos decidieron abrir hace más de una década. El proceso de negociación agonizante ha llegado ahora a su cúspide con el establecimiento de una nueva política de gestos unilaterales y de hechos consumados. Con el mensaje leído ayer por Bush en la Casa Blanca se ha puesto oficialmente punto final a un proceso de negociación que se inició de la mano del presidente Bill Clinton.
La Declaración de Washington es un gran triunfo personal del primer ministro Ariel Sharon, con el que culmina tres años de represión militar contra la Intifada, y se le respalda cada una de sus decisiones políticas y bélicas; la construcción del muro, permanencia de los asentamientos, negativa del derecho al retorno y la eliminación de la línea del armisticio de 1949 como punto de referencia para el establecimiento de las fronteras de los dos Estados. Han quedado vaciadas de contenido las resoluciones 242 y 338, adoptadas por la ONU en la que exige a Israel la devolución de los territorios conquistados en 1967 y la necesidad de alcanzar un acuerdo justo para el problema de los refugiados, como condiciones para una "paz justa y duradera".
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