Células y política
Las condiciones objetivas para trabajar en España con células madre obtenidas de embriones humanos son inmejorables. En la última legislatura, el Gobierno del PP evolucionó desde un rechazo frontal a estas técnicas hasta una reforma legal tímida pero suficiente para empezar a trabajar, y las trabas legales que persisten irán desapareciendo en los próximos cuatro años, mientras la investigación avanza. Las clínicas de reproducción asistida acumulan más de 200.000 embriones congelados, y llevan muchos años pidiendo que la investigación pueda darles una salida alternativa a la destrucción. El próximo presidente del Gobierno se ha comprometido a incrementar sustancialmente la financiación de la ciencia, y parte de esa inyección presupuestaria irá a la biología del desarrollo, que no sólo ha destacado con fuerza en el panorama español de los últimos 25 años, sino que tiene una relación muy directa con las células madre y sus futuras aplicaciones médicas.
Pero hay un problema. La Junta de Andalucía, que fue la primera Administración en España que apostó con firmeza por estas investigaciones, quiere rentabilizar ahora su posición llevándose a Sevilla el centro nacional que controlará la aplicación médica de las células madre, con el científico Bernat Soria a la cabeza. Entra así en conflicto con el proyecto paralelo que el PP había diseñado para contrarrestar la iniciativa andaluza, con un nuevo centro de medicina regenerativa liderado en Barcelona por Juan Carlos Izpisúa Belmonte, uno de los científicos españoles de mayor prestigio mundial.
Sería lamentable que las magníficas perspectivas que se abren en España en este campo se vieran ensombrecidas por una visión política simplista. El proyecto andaluz es digno de encomio, y la línea de investigación de su científico principal, Bernat Soria, una de las más prometedoras en la búsqueda de tratamientos contra la diabetes. Otras autonomías preparan proyectos adicionales, y todos ellos merecerán apoyo si cuentan con el aval de la mejor ciencia internacional. Pero nada de esto debería hacerse en contra de un laboratorio de Barcelona, y mucho menos con el argumento de que su futuro director, Juan Carlos Izpisúa, pueda parecer alineado con el partido saliente. La subdesarrollada ciencia española no se puede permitir esas revanchas pueriles. Es necesario encontrar una fórmula que permita a ambos científicos, Soria e Izpisúa, sumar sus capacidades en un proyecto biomédico que interesa a todos.
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