El congreso peronista revela la fractura en el partido argentino
El presidente argentino, Néstor Kirchner, pidió al Congreso de la República la intervención federal de los tres poderes de la provincia de Santiago del Estero, bajo control desde hace 50 años del caudillo peronista Carlos Juárez y de su esposa, la actual gobernadora, Nina Aragonés, a causa del "grave deterioro institucional". La decisión era esperada por las ONG y organizaciones de derechos humanos de la provincia. La corrupción, la impunidad, los crímenes nunca aclarados y la violación sistemática de los derechos y garantías ciudadanas habían provocado ya en 1993 un alzamiento popular conocido como "el santiagazo".
Kirchner continúa abriendo todos los frentes de batalla, tal como prometió al iniciar su mandato el pasado mayo. En un nuevo gesto de autoridad, se revuelve ahora contra los dirigentes territoriales y sindicales de la derecha peronista, a los que acusa de no querer "cambiar nada". El gobernador de la provincia de Jujuy, Eduardo Fellner, elegido para presidir la ejecutiva del partido en el congreso nacional del viernes, que acabó en un escándalo, renunció a su cargo junto con otros aliados del jefe del Estado y pidió elecciones internas.
Discurso interrumpido
Los abucheos y pitidos de los congresistas que interrumpieron el discurso de Sergio Acevedo, gobernador de la provincia de Santa Cruz, revelaron la hostilidad de la derecha peronista contra Kirchner, al que acusan de "montonero", por su política en defensa de los derechos humanos, y de "izquierdista" en materia económica. Los kirchneristas proponían una "amnistía" para permitir el regreso de los afiliados peronistas que se fueron del partido durante la gestión del ex presidente Carlos Menem.
En las elecciones generales del pasado abril, el peronismo presentó tres candidatos ante la imposibilidad de resolver los conflictos entre sus alas liberal, socialista y populista. El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, acusado por los kirchneristas de "menemista" y de encabezar la oposición al Gobierno dentro del partido, dijo sentirse "tocado" porque el jefe del gabinete de ministros, Alberto Fernández, dudara de su condena del terrorismo de Estado. De la Sota recordó que Fernández había acompañado en las listas electorales a cómplices de la dictadura militar, y añadió: "Me dolió que dijera eso, porque yo sé lo que es estar con la cabeza vendada y hacerse pis de miedo por un simulacro de fusilamiento, pero también me dolió cuando mataron a Rucci [líder sindical asesinado en los setenta, crimen del que se acusó a los Montoneros, organización armada vinculada a la izquierda peronista]". La frágil ejecutiva elegida el viernes comenzó a resquebrajarse al día siguiente. Las renuncias de los aliados de Kirchner se sucedieron. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Sola, dijo que no podía pertenecer a un partido de "intolerantes". Fellner pidió elecciones internas. Los gobernadores peronistas controlan con sus senadores y diputados ambas Cámaras del Congreso.
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