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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cien días sin gracia

El Gobierno tripartito de Cataluña ha cumplido sus primeros cien días sin ningún periodo de gracia. Los ataques empezaron incluso antes de que se constituyera. Después ha pasado un auténtico vía crucis de desencuentros y conflictos de familia, que llegaron al borde de la ruptura con el caso Carod. Pero al final ha llegado la recompensa del 14-M, que ha dado unos frutos excepcionales a los tres partidos que forman el Gobierno y ha situado al partido nuclear, el PSC, en la mejor posición de su historia: en la alcaldía de Barcelona, la Generalitat y el Gobierno de España.

El tripartito tiene el apoyo mayoritario de los catalanes y ha ganado nuevas adhesiones desde las elecciones autonómicas, mientras sus adversarios se han desfondado electoralmente. El PP, por haber hecho del ataque al Gobierno catalán la base de su estrategia electoral, y CiU, por achicamiento de su espacio político. Los ciudadanos de Cataluña soportan mal las descalificaciones rotundas y los ataques sistemáticos contra su Gobierno. Y lo han demostrado, una vez más, en las urnas.

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Sus sucesivas crisis han servido para reforzar a su presidente, Pasqual Maragall, que llegó como cautivo de Esquerra Republicana y ha afirmado su liderazgo sobre el Gobierno tripartito. Por primera vez desde la Generalitat se emite un proyecto para España. El victimismo, ahora sin coartadas, ha caducado probablemente para siempre. La victoria del PSOE completa el panorama soñado por Maragall. De ahí, quizás, la presión excesiva que ejerce sobre Rodríguez Zapatero.

El clima de crisis y de tensiones ha hecho casi invisible el trabajo desarrollado. Las primeras iniciativas confirman un giro sustancial respecto a los Gobiernos nacionalistas. Entre éstas destacan un acuerdo marco sobre competitividad y desarrollo industrial con sindicatos y patronal, un plan de apoyo a los barrios más problemáticos y las reformas prometidas en materia de educación. Pero con el respaldo conseguido en las últimas elecciones, al tripartito se le acabó la excusa de un funcionamiento a medio gas. Ahora sólo debe contar la acción de gobierno. Y para ello es muy importante que la unidad del Ejecutivo se imponga sobre la triple raíz de su origen.

Los signos no son del todo alentadores. Ha habido ya una fuerte división con motivo del túnel de Bracons, cuyas obras querían interrumpir dos de los socios, pero proseguirán por el empeño del PSC. Hay una tendencia persistente a la descoordinación y a la precipitación, como demuestra el anuncio hecho ayer por la consejera de Educación de que paralizará la Ley de Calidad de la Enseñanza cuando aún no se ha constituido el Gobierno de Zapatero. Y se configura con fuerza un factor de inestabilidad permanente en la figura de Carod, al frente de su partido, pero fuera del Gobierno, y dedicado a predicar su buena nueva independentista por el territorio catalán.

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