"La guerra estuvo a punto de ser evitada"
Juan Gabriel Valdés, actual embajador de Chile en Argentina, fue embajador de su país ante la la ONU en aquellos días de febrero y marzo de 2003. Chile rechazó copatrocinar la segunda resolución según sugirió a las autoridades chilenas la ministra de Asuntos Exteriores española, Ana Palacio. El embajador Valdés intentó aglutinar a un grupo de seis países, contando a su propio país, para evitar la guerra, sin éxito. A continuación se reproduce la conversación que mantuvo con EL PAÍS:
Pregunta. ¿Era necesaria la llamada segunda resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para desencadenar la guerra contra Irak?
Respuesta. Cuando el Reino Unido planteó la necesidad de una segunda resolución se desvelaba una cosa muy importante: la 1.441 no servía para ir a la guerra sin más. A partir de ahí, uno se daba cuenta, mientras ocurrían los hechos, que como país miembro del Consejo de Seguridad estaba participando en un ejercicio en el que se hace el esfuerzo para lograr una segunda resolución, y por último un documento con metas y plazos, siempre para conseguir el apoyo. Y cuando el apoyo no se consigue porque la mayoría de países no consideramos convincentes los argumentos, se opta por actuar al margen del Consejo de Seguridad.
"La idea era muy sencilla: seguir con las inspecciones pero con plazos"
P. Chile, junto con México, intentó una tercera vía, por así decir, al margen de EE UU y Francia, para dar tiempo a las inspecciones.
R. Nosotros creíamos que era una posible encontrar una salida a través de las inspecciones...
P. Pero esas inspecciones se convierten en un obstáculo para la guerra. Aunque no fuera tan evidente en aquellos días de febrero y marzo de 2003, representan un ejercicio de contradicción respecto a los datos e informaciones que difundía EE UU...
R. En efecto, fue así. Días antes de que EE UU, Reino Unido y España decidieran retirar su proyecto de segunda resolución , supimos en la ONU que si se admitían nuevas metas con sus plazos, lo que equivalía a postergar la intervención en Irak, todo esto podía diluir, se comentaba, el acuerdo entre el Reino Unido y Estados Unidos y hacer más difícil el ataque...
P. En otros términos, si el proceso de inspección no se cortaba en aquel momento, en el que ya había más de 200.000 soldados norteamericanos en la región, los progresos en el desarme amenazaban el objetivo de la guerra, ¿Eso llevaría a pensar que hubo una posibilidad de impedirla?
R. Yo tengo elementos para pensar que hay ciertos momentos en que, por así decir, la guerra está en peligro. En otras palabras, que si se da algo más de plazo a las inspecciones de la ONU, la opinión pública norteamericana puede ser un obstáculo para esa operación.
P. Greg Thielmann, miembro del Departamento de Estado hasta septiembre de 2002, ha señalado que la destrucción de los 70 misiles Al Samoud 2 en los primeros días de marzo es una de las medidas de desarme más importantes jamás conseguidas en Irak. ¿Se le va de las manos a la Administración Bush la guerra?
R. Hay indicios de que eso es así. En las sesiones privadas y en las públicas uno ve cómo van cambiando permanentemente los objetivos y los razonamientos. Creo que Hans Blix, el entonces jefe de los inspectores de la ONU, lo describe muy bien. Cuando se destruyen los misiles entonces pasamos a hablar de los aviones no tripulados y las bombas de racimo. La alarma, pues, va cambiando sucesivamente. Y, sobre todo, está cada vez más basada en juicio de intenciones.
P. Chile intenta, en los últimos días, una jugada independiente que es frenada en seco o eso parece. ¿Cómo fue su planteamiento?
R. Así fue. Recuerdo que fue el sábado 8 de marzo nos reunimos seis países (Chile, México, Guinea, Camerún, Angola y Pakistán). La idea era muy sencilla: había que seguir con las inspecciones pero con plazos. Hablamos con Hans Blix, quien nos explicó la situación: los temas pendientes de acreditar por parte de Irak. Chile elaboró un documento y ése sábado 8 de marzo lo pasamos a los otros cinco países. Empieza a circular y los países hacen propuestas. Mientras tanto, el presidente de Chile, Ricardo Lagos, comienza a desarrollar un diálogo intenso con el primer ministro británico, Tony Blair. Y Blair propone entonces la idea de los objetivos: poder medir las inspecciones. Temas incontrovertibles. Yo mismo ya había hablado de esto con el embajador británico, Jeremy Greenstock, y le envié un papel. Pero nosotros queríamos unas metas y unos plazos que se pudieran cumplir. No estoy seguro de que los demás países, que querían un ultimátum, quisieran lo mismo o si, por el contrario, pretendían cursar una invitación a incumplirlos. Lo que pasó ya se conoce: Chile presentó una propuesta, no tuvo ninguna posibilidad de salir adelante y se retiró.
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