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Reportaje:LA GUERRA DE IRAK, UN AÑO DESPUÉS

La resistencia sigue viva

Antiguos militares iraquíes, grupos islámicos y combatientes extranjeros integran la insurgencia en Irak

Jorge Marirrodriga

Desde que el 1 de mayo de 2003 George W. Bush declarara el final oficial de las acciones militares en Irak, 435 soldados estadounidenses, 11 españoles, una veintena de italianos, dos polacos y más de 800 policías iraquíes, entre otras nacionalidades, han perdido la vida en ataques directos contra ellos por parte de hombres armados. Lo que en los primeros momentos de la posguerra se interpretó como delincuencia común -"hay un gran número de armas sin control en todo el país", se decía- fue tomando la forma de ataques más o menos organizados, cada vez más efectivos y con mayores consecuencias políticas. En junio de 2003, los partes oficiales de la coalición ya hablaban de "ataques terroristas" y en la prensa internacional aparecieron los vocablos "resistencia" e "insurgencia" para referirse a los autores de estos atentados, que alcanzaron la cumbre de la trascendencia política el 19 de agosto de 2003, cuando la voladura de la sede la ONU en Bagdad forzó a la organización internacional a abandonar el país abriendo una sima en sus relaciones con Estados Unidos como potencia ocupante.

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Pero no existe una resistencia iraquí como organización monolítica e integrada que lleve a cabo los ataques compartiendo objetivos, ni motivación política ni modus operandi. Según los expertos, se trata de un mosaico compuesto por múltiples organizaciones que tienen en común un objetivo táctico inmediato: matar al mayor número de extranjeros, tanto militares como civiles, y a los iraquíes que colaboran con ellos, obligando a los primeros a la retirada de Irak y, por tanto, provocando el colapso de las fragilísimas estructuras de gobierno iraquíes. "Una vez alcanzado este objetivo, los diferentes grupos se volverán antagonistas y comenzará una feroz lucha entre ellos", dice Andrea Nativi, asesor del Ministerio de Defensa italiano.

En la pléyade de grupos que combaten contra las tropas de la coalición, y en especial contra las tropas de EE UU, destacan dos grandes grupos, formados a su vez por diversas facciones. Por un lado, decenas de antiguos militares, que pueden ser partidarios o no del régimen de Sadam Husein, con unos conocimientos técnicos y de táctica que los sitúan entre los más letales contra las fuerzas estadounidenses. Y a veces no es necesario que nadie resulte muerto. El pasado otoño, el vicesecretario de Estado, Paul Wolfowitz, se encontraba alojado en el hotel Al Rashid, de Bagdad, en pleno corazón de la Administración estadounidense. Un proyectil estalló encima de la planta donde se encontraba el funcionario estadounidense. "No fue una granada de mortero, sino un misil aire-tierra modificado para poder efectuar su lanzamiento desde otro tipo de plataforma", señala una fuente militar occidental. "Los atacantes no sólo demostraron poseer información de primera mano, ya que sabían en qué planta del hotel estaba Wolfowitz, sino que además realizaron unos cálculos complicadísimos para poder lanzar el misil desde la calle", añade.

El otro gran grupo de resistentes estaría formado por grupos extremistas islámicos, como Ansar al Islam, Ansar al Sunnia, el Ejército del Profeta y otros grupúsculos menores. Un denominador común es que forman parte del extremismo islámico suní, es decir, que detestan al 60% de la población iraquí, los chiíes, casi tanto como a los occidentales. Son los principales sospechosos de las grandes matanzas con coches bomba y ataques suicidas, el más importante de los cuales, por su trascendencia política, fue el llevado a cabo el pasado mes de agosto cuando un coche bomba estalló en la mezquita de Alí, en Nayaf, matando a más de 100 personas -nunca se supo el número exacto-, entre ellas a uno de los principales líderes del chiísmo iraquí, el moderado ayatolá Mohamed Baqer al Hakim. Las bombas simultáneas en Kerbala y Nayaf a principio de este mes, con un balance oficial de 125 muertos, también son atribuibles a estos grupos.

A los grupos más o menos organizados se une un tercer brazo de la resistencia formado por individuos descontrolados procedentes de diversos países que acuden a Irak a librar su guerra particular contra Estados Unidos, y también iraquíes de a pie que reciben dinero a cambio de utilizar parte de la ingente cantidad de armamento que se almacena en los hogares del país a resultas de los saqueos en los cuarteles. "Hay veces que nos atacan y podemos ver lo desorganizados que están. Alguien les ha pagado 100 dólares por atacarnos y 100 dólares es mucho dinero aquí", opina el sargento Nyberg, de la policía militar estadounidense, casado y con seis hijas, que ha cumplido su misión en Irak.

Geográficamente, la mayor parte de los ataques se han producido en el llamado triángulo suní, delimitado por Bagdad, Ramada y Tikrit, ahí es donde actúa más el primer grupo de resistentes. Los atentados indiscriminados en el resto del país, tanto en el sur como en el Kurdistán, responderían más, tanto por sus objetivos como por los métodos, al grupo de los radicales islámicos.

Aunque los estadounidenses tienen el mayor número de bajas -exceptuando a la nueva policía iraquí-, las agresiones se producen contra todos los contingentes en Irak y con todos los métodos posibles: ataques con morteros contra las bases, emboscadas contra las patrullas o atentados contra los cuarteles como el de noviembre en Nasiriya que costó la vida a 19 militares italianos y provocó medio centenar de heridos entre el contingente transalpino. "Políticamente ese atentado no sirvió de nada", explica Nativi. "El contingente italiano sigue allí".

Un soldado británico corre cubierto por las llamas tras las violentas protestas ocurridas ayer en Basora.
Un soldado británico corre cubierto por las llamas tras las violentas protestas ocurridas ayer en Basora.REUTERS

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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