Unos 1.700 niños valencianos están afectados por el síndrome de Asperger
Unos 1.700 niños valencianos están afectados por el síndrome de Asperger, un mal que impide percibir los sentimientos ajenos y mantener relaciones sociales con normalidad. Este síndrome fue introducido en el catálogo de enfermedades mentales en 1994 y no está muy desarrollado en la literatura psicológica.
Rogelio Martínez, presidente de la Asociación Asperger España, fundada en 2002, sostiene que esta enfermedad tiene una incidencia 10 veces superior al autismo. "Se trata de un fenómeno muy complejo, difícil de diagnosticar, especialmente por desconocimiento entre los psicólogos", indica Martínez. La psicóloga María José Navarro, experta en este síndrome, indicó que muchos de los síntomas están asociados al autismo, pero también suelen sumarse elementos de hiperactividad o comportamientos maniáticos. "Son niños que no están en el mundo ni lo comprenden", explicó Navarro.
El presidente de la Asociación, padre de un niño con Asperger, definió esta dolencia como producto de unos niveles mínimos de inteligencia emocional y estados muy altos de la inteligencia racional. "Tienen una gran capacidad de memoria. Hay niños con tres años que se aprenden por completo los diálogos de una película; o que son capaces de saberse todos los resultados de la liga del año y la clasificación con todos sus puntos", indicó. Los menores que sufren este síndrome se encuentran marginados en los centros escolares por su comportamiento introvertido. Además, tienen carencias psicomotrices menores.
Los síntomas básicos suelen denotarse a los tres años, cuando inician los contactos y las relaciones sociales en el entorno escolar; su lenguaje es extraño y su comportamiento, muy rígido, vinculado a rutinas inquebrantables cuya variación puede producir un trastorno en el menor. "Es como si fueran ciegos mentales", comenta Rogelio Martínez, porque "no son capaces de reconocer las expresiones del rostro, las ironías ni los dobles sentidos: su mente es absolutamente racional". Navarro confirma esta idea con una anécdota: "Una vez le dije a un niño que estaba en la luna de Valencia. Él me respondió que no, que estaba en la sala y se puso a llorar". Estos niños tienen fijaciones y centran su vida en una única idea. "Hay por ejemplo niños a los que sólo les interesa la astronomía o la electrónica. Y pueden estar horas y horas hablando de este tema. Como no perciben ni entienden las reacciones del rostro y las ironías, no se percatan de que están aburriendo a su compañero. Así pues, al final, pasan como pesados y reciben el rechazo de todos", apunta Navarro.
Tanto Martínez como Navarro coinciden en que el tratamiento psicológico tiene sus efectos positivos y mejora la calidad de vida del paciente. "Lo que ocurre es que es para toda la vida".
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