El armazón del cambio
No suenan aires de celebración en la sede central del socialismo español. La señal de la victoria hay que buscarla en los discretos destellos de algunas miradas y en los esbozos de sonrisas apagadas por la tristeza. Los hombres del presidente, el reducido grupo de leales que se han fajado en primera línea: Jesús Caldera, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Blanco, José Andrés Torres Mora, Julián Lacalle, Angélica Rubio, Gertrudis Alcázar, aparecen estos días derrengados en sus despachos de la calle de Ferraz, agotados física y anímicamente por el esfuerzo de la campaña y el impacto de la matanza terrorista. Aunque las llamadas de felicitación de los grandes mandatarios -llama Bush, llama Blair, llama...- se suceden sin interrupción y los poderes financieros y empresariales presentan puntualmente sus credenciales, tampoco parece que el presidente electo necesite hoy por hoy al esclavo que acompañaba a los generales romanos en los desfiles de la victoria recordándoles su condición humana. Por el contrario, lo que el líder socialista susurra a los oídos amigos, lo que proclama ante todas esas gentes que en los pasillos de los hospitales, en la calle o en la propia sede madrileña le dicen a medio camino entre la advertencia y la súplica: "Zapatero, no nos falles", es que no hay verdaderos motivos para la inquietud. "Estad tranquilos, os aseguro que el poder no me cambiará".
A muchos dirigentes socialistas les ha sorprendido el pujante estilo de Zapatero en campaña, su combinación de diálogo y firmeza
"Lo de Bono [su contrincante en el 35º Congreso] sí que fue difícil. ¿Por qué no le voy a ganar ahora a Rajoy?, comentaba a sus amigos con esa tranquilidad pasmosa
Con Miguel Sebastián, con Luis Ángel Rojo y con el esperado concurso de Pedro Solbes, Zapatero tiene las espaldas económicas de su futuro Gabinete cubiertas
Como hombre de aparato -profesionalmente sólo conoce su partido y la política parlamentaria-, sabe muy bien de los espacios estancos impuestos por las camarillas dirigentes
Desde el domingo, Zapatero campea en su partido con un ascendente moral y político incuestionable, superior seguramente al que Aznar obtuvo en el PP tras su triunfo electoral de 1996
Ha pasado una semana y la estupefacción general está lejos de haberse disipado. Contra todo pronóstico, apoyado en ese pequeño grupo de fieles incondicionales dispuestos a dejarse la piel por él, Zapatero se ha encaramado sorpresivamente al poder empujado por ese vendaval de votos surgido impetuosamente desde todos los rincones de España. Lo increíble es que sólo él creyó verdaderamente en la victoria, o, para ser más exactos, sólo él y su mujer, Sonsoles Espinosa, que en estas cosas de los desafíos políticos tiene una fe ciega en su marido, una confianza cimentada, por lo demás, en los antecedentes de este hombre que hasta ahora no ha perdido ninguna votación trascendental. Mientras media España suspira aliviada sintiendo esa victoria como una ráfaga de esperanza, un soplo de brisa balsámica en medio del drama, otra España asiste aturdida a este asalto democrático sin acertar a saber cómo y dónde se ha fraguado la inesperada y contundente derrota, hasta dónde llega la cuota de responsabilidad personal de José Luis Rodríguez Zapatero.
Nuevo líder
Además de un presidente para España, las urnas forjaron el pasado domingo al nuevo líder del socialismo español. No es una perogrullada, puesto que su liderazgo personal ha sido cuestionado internamente de manera casi sistemática, sometido a grandes reservas mentales, condicionado a la prueba suprema de las urnas, por no pocos dirigentes socialistas que veían en él a un elemento inconsistente, demasiado tibio, demasiado paciente. También a ellos les ha sorprendido el pujante estilo de Zapatero en campaña, su acertada mezcla de suavidad y energía formales, su combinación de diálogo y firmeza que le ha permitido recuperarse y volver a coger las olas favorables cada vez que su trayectoria rectilínea ascendente se quebraba bruscamente por la irrupción de acontecimientos inesperados: la entrevista de Carod Rovira con ETA, la declaración de tregua terrorista en Cataluña, que amenazaban con arruinar todas sus posibilidades.
"Lo de Bono [su contricante en el 35º Congreso] sí que fue difícil, ¿por qué no le voy a ganar ahora a Rajoy?", comentaba a sus amigos, con esa tranquilidad pasmosa que nace en la epidermis del paquidermo político. El candidato socialista no desistió en ningún momento de la campaña, tampoco el jueves trágico cuando su equipo de leales arrojó ya la toalla, convencido de que el atentado atribuido a ETA acarreaba también la mayoría absoluta del PP. Él siguió sosteniendo prácticamente en solitario lo que venía repitiendo desde mucho antes del inicio oficial de la campaña: que en España existía una voluntad más o menos soterrada, pero real, de cambio político. Por los sondeos propios de que disponía, Zapatero estaba convencido de que en ese momento había superado ya en intención de voto a su contrincante Mariano Rajoy. Con once millones de sufragios en su haber, el domingo 14-M eliminó cualquier reticencia interna, disipó todas las dudas, venció las resistencias que ha encontrado desde que el 22 de julio de 2000, en otro golpe de mano democrático tan audaz como éste, se aupó sorprendentemente a la secretaría general del PSOE. Desde el domingo, Zapatero campea en su partido con un ascendente moral y político incuestionable, superior seguramente al reconocimiento que José María Aznar obtuvo en el Partido Popular tras su triunfo electoral de 1996.
El líder socialista llega a la presidencia del Gobierno de España con las manos aparentemente libres de compromisos, con pocas ataduras conocidas y con un equipo ligero de amigos y compañeros leales, aunque tiene a su disposición el enorme capital humano de un partido tan poderoso como el suyo. Sentado que para él no hay nadie imprescindible, sólo su familia alcanza tal categoría en el universo emocional de Zapatero, esos círculos de amistades (casi todos integrados o relacionados con la política, puesto que ésa y no otra es su trayectoria vital desde que empezó a militar a los 18 años) adquieren ahora la facultad de poder influir en el futuro presidente de España.
Una espiral
Hace tres años, poco después de alcanzar la secretaría general, Zapatero fue invitado a asistir a unos encuentros culturales que tuvieron lugar en el pequeño municipio vallisoletano de Serrada. La jornada culminaba con una pintada de dibujos en una pared del pueblo. En el espacio que le tenían reservado, el dirigente socialista pintó con brocha negra la línea espiral de un círculo sin fin. Cuando le preguntaron por el significado del curioso dibujo, que contrastaba bastante con los realizados por el resto de los invitados ilustres, respondió que esa espiral representaba su filosofía de la vida Sin entrar en mayores espesuras, el círculo de la línea sin fin no deja de ilustrar el movimiento preferido por este hombre que huye del enfrentamiento directo y acostumbra a bordear las dificultades para acometer el problema desde una trayectoria envolvente que le permita acumular fuerzas y aliados. Aunque muchos de los activos humanos que incorpora en ese viaje circular cumplen una función política puramente instrumental, utilitarista, Zapatero procura conservar en el plano de la amistad a aquellos elementos que aprecia personalmente y que le han demostrado verdadera lealtad. "Prefiere la lealtad a la brillantez, y la buena gente, a los jactanciosos. No lo manifestará de ninguna manera explícita, pero le repatean los alardes de poderío, sea material o intelectual, y le irrita íntimamente la gente que siempre pretende dar lecciones", dicen sus colaboradores. Lo han comprobado ya algunos miembros de la ejecutiva federal o del grupo coordinador de la campaña electoral que, infravalorando quizá las capacidades del candidato, exageraron su disposición pedagógica.
En ese camino circular recorrido a lo largo de los años, el futuro presidente se ha hecho con la confianza y la amistad de un grupo de personas, algunas de ellas periodistas, cuyas identidades mantiene celosamente en el anonimato. Son gentes ajenas al partido, a las que consulta frecuentemente sobre cuestiones de actualidad y que constituyen su principal anclaje con la calle. Porque el secretario general del PSOE ha pavimentado su fulgurante carrera política sobre la preocupación obsesiva de comprender lo que pasaba en el mundo real, de conectar con el ciudadano de a pie. A esa tarea contribuyen poderosamente las personas que integran su círculo familiar, preferentemente su padre, su hermano -una antena siempre alerta que emite permanentemente mensajes- y su primo José Miguel Vidal, el "amigo del alma" de toda la vida, cuyo criterio valora siempre, sin que eso suponga, claro está, garantía alguna de que llegue a plasmarlo en una decisión concreta. Porque el líder socialista acostumbra a recabar opiniones en múltiples planos sobre una misma cuestión, le gusta poder enfocar el problema desde varios ángulos, abrir un debate, disponer de una segunda y tercera opinión, antes de decantarse definitivamente. A veces opta por saltarse limpiamente el orden establecido de las cosas y encarga a personas de su confianza misiones que no les corresponden orgánicamente. Por supuesto, eso irrita a los más organicistas de su partido, pero el jefe, que se divierte con estos mensajes, siempre busca la eficacia por encima de los formalismos, sacar el máximo partido a las cualidades y a los defectos de cuantos le rodean.
A la búsqueda de la mirada exterior, Zapatero ha incorporado al partido a personas como los periodistas Miguel Barroso, antiguo directivo del FNAC y experto en imagen; Julián Lacalle, ex cronista parlamentario de Diario 16 y de Europa Press que creyó en el joven diputado Zapatero muchos años atrás; José Andrés Torres Mora, sociólogo, director del colegio mayor San Juan Evangelista de Madrid y ahora su director de gabinete; Miguel Sebastián, el economista estrella, antiguo director del servicio de estudios del BBV y principal artífice del programa económico del PSOE. Con Miguel Sebastián, teórico fuera de serie llamado a desempeñar altos cargos de responsabilidad que él no desea, Zapatero, que es una esponja, ha aprendido casi todo lo que sabe de economía. Y sabe bastante, a decir de los entendidos que le han visto desenvolverse en esta materia. "Lo de estos dos ha sido un flechazo mutuo", dicen en Ferraz. Con Miguel Sebastián; con el ex gobernador del Banco de España Luis Ángel Rojo, que representa la llave que puede abrir las puertas del mundo financiero - "pídeme lo que quieras", dicen que le dijo Zapatero-, y con el esperado concurso de Pedro Solbes, ex ministro y actual comisario europeo, el futuro presidente tiene las espaldas económicas de su futuro Gabinete razonablemente cubiertas.
Hombre de aparato
Como hombre de aparato -profesionalmente no conoce otra cosa que su partido y la política parlamentaria-, sabe muy bien de los espacios estancos impuestos por las camarillas dirigentes, de las visiones cerradas, obtusas, del conservadurismo ideológico que pueden llegar a anidar en cualquier organización social. Lo sabe porque cuando decidió presentar su candidatura a la secretaría general, y mucho después de haberse impuesto a José Bono, tuvo que sortear la frialdad y la condescendencia de muchos dirigentes para poder ganarse el respeto y el cariño de la militancia. Desde entonces, cuando desde las organizaciones provinciales o locales implicados en procesos electorales internos llaman a Ferraz preguntando quién es el candidato del secretario general, Zapatero contesta que su preferido es el militante que salga elegido. Al fin y al cabo, él ascendió en su partido invocando al apoyo militante, subiendo a la tribuna, convenciendoa la gente con su discurso y llamando a votar.
Si la traza espiral es un símbolo de su concepción del camino, la ya desahuciada maleta roja con que recorrió las agrupaciones socialistas de toda España a la búsqueda de apoyos para su candidatura es la reliquia que representa la tenacidad en el empeño. Del encuentro en el camino de aspirante que viajaba en autobús y se alojaba en las casas de los militantes nace el afecto personal que manifiesta hacia a una persona como la joven diputada Leyre Pajín, representante de un círculo de amistad en el que la intimidad compartida y la confianza mutua conviven con la militancia. En ese grupo se instala el propio Gregorio Peces-Barba, ex presidente del Parlamento y actual rector de la Universidad Carlos III, hombre de consejo y afecto; Trinidad Jiménez, portavoz del grupo de concejales de Madrid; Angélica Rubio, asesora de comunicación, persona clave en la logística del líder que se disfraza de "periodista de provincias en situación transitoria". Ahí, entre otros, se encuentran igualmente Carme Chacón, actual portavoz del partido, trabajadora y tenaz, joven y experta en el terreno del federalismo y la experiencia de Québec, una voluntad de hierro; el diputado canario Fernando López Aguilar y Gertrudis Alcázar, la secretaria personal de Zapatero, tan inteligente, dicen, que parece adivina. Jesús Caldera, Fernando López Aguilar y Trinidad Jiménez pertenecen al núcleo de "diputados de segunda fila" que participaron en la llamada "conspiración blanca" renovadora y respaldaron la candidatura de Zapatero a la secretaría general. Son aventuras que dejan huella, pero en el caso que nos ocupa no hay peligro de que el futuro presidente del Gobierno se sienta hipotecado políticamente por estos vínculos. Además de asesorarle en materia de política exterior, Trinidad Jiménez hizo de puente entre Zapatero y Felipe González, una conexión valiosísima en lo personal para el actual líder socialista, que siempre ha admirado a su predecesor, e imprescindible entonces para obtener el suficiente respeto y reconocimiento en su partido.
Aunque no puede decirse que forme parte de su equipo, González ha entablado una relación personal extraordinariamente afectiva con Zapatero y se ha puesto a su disposición en todos aquellos momentos: el 11-S, la intervención militar aliada en Afganistán, Carod Rovira-ETA, en los que el secretario general del PSOE podía necesitar de su experiencia.
El domingo por la tarde, cuando Felipe se deshizo de su largo abrazo con el nuevo líder socialista, pareció que el ex presidente se encontraba extrañamente conmovido, hasta el punto de dejar escapar alguna lágrima. Las relaciones son excelentes, aseguran quienes conocen a ambos muy bien. No hace falta que el ex presidente esté en ningún órgano de notables porque su trato es prácticamente cotidiano. Zapatero nunca ha mostrado complejo o dependencia de González. Se notó tanto esa actitud que muy pronto se apagó la especie de que el nuevo secretario general del PSOE no tenía autonomía, sino que actuaba a las órdenes de González. La personalidad abrumadora del ex presidente se puso de manifiesto en algunas ocasiones, pero el joven político aguantó bien el tipo y continuó dispensando a su antecesor al frente del Gobierno de España un cariño y consideración sinceros.
Un regalo a González
Una semana antes de las elecciones en Dos Hermanas, ante 20.000 personas que tronaban en el velódromo de esa localidad sevillana, confesó que nunca le había hecho regalo alguno a González, a pesar del "enorme afecto" que le tiene. "Felipe, te voy a hacer un regalo el 14 de marzo, te voy a regalar nuestra victoria". La noche del 14 de marzo, Felipe González se negó rotundamente a salir a la calle junto a Zapatero. Se quedó en un plano discreto y desapareció a la primera de cambio. El futuro presidente del Gobierno, que apenas ha atendido la política internacional, un espacio vital ahora en el que, dadas las circunstancias, el futuro Gobierno tendrá que maniobrar intensamente, cuenta así con el prestigio y los contactos heredados de González, además de la poderosa presencia internacional de Javier Solana y la experiencia diplomática de Miguel Ángel Moratinos. El círculo de Zapatero ya ha establecido un canal de comunicación con los asesores de candidato norteamericano a la presidencia de Estados Unidos, John Kerry.
El secretario general del PSOE no ha descuidado nunca a la vieja guardia del partido, sobre todo a aquellos que le apoyaron cuando presentó su candidatura a la secretaría general. De ahí nace el encuentro regular que ha mantenido a lo largo de estos cuatro años con Carlos Solchaga, Miguel Ángel Fernández Ordóñez y Rosa Conde.
En Euskadi, además de a sus compañeros de partido Ramón Jáuregui, Javier Rojo y Patxi López preferentemente, Zapatero escucha entre otros al filósofo y escritor Fernando Savater, una de las figuras de Basta Ya, movimiento con el que coincide en lo esencial, aunque no siempre comparta sus iniciativas. Savater está además integrado en el comité que prepara la reforma que debe asegurar la independencia profesional de la televisión pública.
Ahora que empieza el baile de ministrables -por supuesto, José Bono, Jesús Caldera, Alfredo Pérez Rubalcaba, María Jesús Sansegundo, Magdalena Álvarez- y surgen propuestas por todas partes, Zapatero aplica más que nunca su proverbial mecanismo de defensa contra lo accesorio. Este hombre acostumbrado a escuchar, al que le encanta el debate, el contraste y la crítica, tiene la costumbre de desconectar mentalmente sin dejar de dar la razón a su interlocutor cuando considera que éste ha traspasado un determinado umbral. Y al contrario, las pilla al vuelo y se queda con el dato, el mensaje, aunque a veces parezca distraído. El jueves por la tarde, el futuro presidente, que dice tener su futuro Gabinete en la cabeza, se marchó de vaciones a Canarias con cuatro ministerios cerrados. José Bono, en el de Defensa; Carmen Calvo, en Cultura; José Mantilla, secretario general del PSC y presidente de la Diputación de Barcelona, ocupará la cartera de Industria, Comercio y Turismo, mientras que María Jesús Sansegundo se encargará de Educación, Ciencia y Tecnología.
Muy vinculada a Gregorio Peces-Barba, Sansegundo lleva toda su vida volcada en el binomio Economía-Educación. Su currículo aparece plagado de experiencia en investigación y docencia a escala nacional e internacional. Doctora en economía por la Universidad norteamericana de Princeton, su nombre ha estado vinculado en los últimos años a los informes más fiables de la educación universitaria española, como el Universidad 2000 o el Informe Bricall y la Universidad española en cifras, ambos encargados por la Conferencia de Rectores. Esta mujer de 45 años conoce perfectamente los modelos de finaciación de la educación obligatoria y también los factores que influyen en la decisión de los jóvenes para seguir o no estudiando a los 16 años.
Dicen que Zapatero se ha hecho algo vanidoso, quizá porque ha sido menospreciado demasiado en las altas esferas de los poderes, pero que el sustrato ideológico que le anima no ha cambiado en absoluto. En una noche tan preñada de emociones contrapuestas como la del pasado domingo pareció ilusionarse a la vista de los jóvenes socialistas que, entre otras cosas, le gritaban también eso de "Zapatero no nos falles". Dijo que le recordaban a él con 20 años menos. "No les fallará", sostiene su grupo de leales, "es un hombre de principios y no tiene hipotecas de ninguna clase". Antes de la campaña dio lecciones a todos aquellos que afirmaban que la política económica del PP era inatacable por eficaz y que el debate sobre la seguridad ciudadana era más propio de la derecha. Tiene doctrina para rato, la del republicanismo que establece que ningún poder está por encima de la ley; la que reivindica el papel de la política, del ciudadano y de los poderes públicos; la que se fundamenta en la libertad individual y colectiva; la que establece un buen gobierno de las empresas e invoca al mismo tiempo a la responsabilidad social empresarial.
Debate ideológico
De la importancia que le concede da fe su implicación personal en ese debate ideológico. Él mismo, acompañado del catedrático de Derecho Político de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Vallespín, protagonizó, el pasado julio, unos cursos este verano en la Universidad Autónoma de Madrid, al que asistieron figuras de primera línea en la renovación ideológica de la izquierda internacional, como Zygman Bauman, Benjamin Barber y Ferrara, además de otras nacionales, como Fernando Savater y Félix Ovejero. El curso fue un éxito y en él cristalizaron las bases ideológicas de la renovación socialista. Al celebrarse, además, una semana después del encuentro que reunió en Londres a los representantes de la tercera vía, con la participación de Tony Blair y Bill Clinton, el encuentro madrileño fue interpretado como una respuesta por la izquierda a aquél.
Sin embargo, Zapatero, con el estilo conciliador que le caracteriza, aclaró que el encuentro de Madrid no era una respuesta al de Londres, e incluso alabó algunas de las aportaciones al socialismo del laborismo inglés, como la nueva visión de la familia o la puesta en valor de la seguridad pública frente a la proliferación de la privada, que sólo pueden costearla los poderes. Sólo se permitió criticar a Blair por su actitud ante la guerra de Irak.
Pero Zapatero cree que la mejor receta viene del análisis directo de la realidad. "Si la economía va tan bien, ¿por qué tantas familias viven asfixiadas por la hipoteca de su vivienda, por qué los hijos de esas familias tienen un contrato basura que les impide independizarse? ¿Quién creéis que padece la inseguridad ciudadana, los que pueden pagarse la seguridad privada o los trabajadores de esos barrios que se están volviendo irrespirables porque han retirado a la policía?". No fue en un mitin, sino en una discusión interna del partido. Zapatero llega, efectivamente, al Gobierno de España con las manos más o menos libres y los principios aparentemente intactos.
El brazo derecho
JESÚS CALDERA es y seguirá siendo el brazo derecho de José Luis Rodríguez Zapatero en el nuevo Gobierno, ocupe el puesto que ocupe. Lo más probable, un ministerio de inversión, a los que el líder del PSOE quiere dar un fuerte impulso, como Fomento. Zapatero y Caldera, además de tener una gran complicidad política, como la tenían Felipe González y Alfonso Guerra, son, a diferencia de éstos, amigos.
Caldera, del que se especulaba como vicepresidente del Gobierno, ha vuelto a demostrar su "extraordinaria lealtad" a Zapatero. El presidente in péctore ya ha conversado con él sobre su futuro y le ha convencido de que será más útil en un ministerio que requiera mucha energía e iniciativa que en el de un vicepresidente que se dedica a hacer papeles y a suplir al presidente. Pero eso fue el viernes, todavía la situación puede revisarse.
La complicidad política de Zapatero y Caldera se forja en un doble terreno: el grupo parlamentario y el partido. Caldera, portavoz adjunto del Grupo Socialista desde 1993, fue jefe de Zapatero y ambos encabezaron la oposición parlamentaria al recién estrenado Gobierno del PP en 1996 cuando los diputados socialistas iniciaban una travesía del desierto con una fuerte carga de desmoralización. Caldera fue el principal avalista de las iniciativas parlamentarias del hoy presidente del Gobierno in péctore. Ya entonces, Caldera admiraba en Zapatero "una capacidad y una visión política fuera de lo normal" y un "gran carisma".
Por eso, en marzo de 2000, cuando un grupo de socialistas jóvenes, la mayoría de ellos parlamentarios -como Caldera, Zapatero, Juan Fernando López Aguilar, Jordi Sevilla, José Blanco...-, deciden concurrir a las elecciones primarias del PSOE, tras la severa derrota de Joaquín Almunia en las elecciones generales, es Caldera quien propone a Zapatero como líder del grupo, denominado Nueva Vía, y todos asumen sin reservas la propuesta.
Tras ganar l la secretaría general del PSOE, Zapatero elige a Caldera para el puesto de mando en el combate contra el Gobierno del PP: jefe del Grupo Parlamentario Socialista. Un puesto que se acomodaba perfectamente a este socialista salmantino, de 47 años, muy combativo y al que se le sitúa en las posiciones más a la izquierda dentro del PSOE. "Su posición en las tradiciones del partido sería la de un pablista (reivindicador de la memoria del fundador del PSOE, Pablo Iglesias)", dicen en su entorno., pero muy "responsable y con el Estrado en la cabeza", añaden quienes le conocen.Si finalmente asume, como parece, la cartera de Fomento, logrará llevar adelante una reivindicación que comparte de antiguo con Zapatero: terminar con el aislamiento del oeste español. La lucha contra la marginación de esta zona de España han sido estrellas en esta campaña como compromiso firme de Zapatero con sus paisanos castellano-leoneses.
El 'brujo' del partido
JOSÉ BLANCO, "el brujo de Palas de Rei", como algunos le llaman en su entorno, se ha ganado el puesto de secretario de Organización del PSOE con la campaña electoral de la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero y se quedará al frente del aparato socialista de la calle de Ferraz. Ha sido el responsable del comité de estrategia que ha dirigido la campaña electoral. Y Zapatero no sólo ha dicho de él que es "el mejor secretario de organización que nunca ha tenido el partido" por esta campaña sino también porque las listas electorales, por primera vez, en muchos años fueron aprobadas por unanimidad en el comité federal, prácticamente sin conflictos, después de una renovación que ha afectado a más del 50% de ellas.
De la seguridad en sí mismo que emana este joven lucense da fe una reciente anécdota. Pocos días antes de empezar la campaña electoral, un grupo de periodistas comentó a Blanco lo que era ya un lugar común señalar que "el equipo que rodeaba a Zapatero era flojo". Blanco, ni corto ni perezoso, respondió: "Yo no sé qué pensarán los demás. Pero yo pienso que de ese equipo, al que tanto criticáis los periodistas, estamos consolidados Zapatero y yo".
Blanco no hablaba en vano. Reflejaba con ello situaciones que él había vivido con Zapatero en los últimos tiempos. El líder socialista sabía que, tras la crisis de la Asamblea de la Comunidad de Madrid del pasado verano, Blanco se había convertido, como secretario de Organización socialista, en la diana de los ataques de fuera y dentro del PSOE como responsable político de la deserción de los dos parlamentarios tránsfugas. Y Zapatero, con su tradicional talante bondadoso, se dedicaba una y otra vez a defenderlo por todos los foros periodísticos por los que pasaba.
Sin embargo, Blanco no tiene sobre Zapatero el ascendiente histórico de Caldera. Empezó a tratar a Zapatero en la primavera de 2000, cuando el grupo Nueva Vía, de parlamentarios socialistas jóvenes, tanteaba la posibilidad de presentarse a las elecciones primarias del PSOE para competir por la secretaría general. En el reparto, a Blanco le correspondió hacer los números, y moverse, a golpe de teléfono, para concitar apoyos en las federaciones. "Blanco debe ser muy listo porque me ha ganado simplemente con un móvil", dijo de él José Bono en una conversación donde trataron de minusvalorar a Blanco.
En ese momento se ganó el mote de El brujo de Palas de Rei. Y cuando Zapatero tuvo que improvisar una Comisión Ejecutiva Federal tras su victoria, también inesperada, de julio de 2000, pensó inmediatamente en José Blanco para el puesto de secretario de Organización.
A Blanco le corresponderá ahora la difícil tarea de armonizar el trabajo del Gobierno con el del partido, sin que la organización desaparezca y quede engullida por el Ejecutivo.
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