Taiwan, a tiro de fusil
El referéndum independentista provoca recelo en la China nacionalista
Más de 50 años han pasado desde que las tropas del Kuomintang (KMT, los nacionalistas chinos dirigidos por Chiang Kai Shek) se refugiaron en Taiwan tras perder la guerra civil frente a los comunistas de Mao Zedong. Sin embargo, hasta hace poco más de dos décadas, las bombas chinas siguieron cayendo sobre Kinmen, una pequeña isla taiwanesa situada a tiro de fusil del continente.
Y sus habitantes no lo han olvidado. Por ello, temen que la pesadilla vuelva a repetirse si el próximo sábado es reelegido el actual presidente, Chen Shui Bian (Partido Democrático Progresivo), quien ha convocado para el mismo día un referéndum que Pekín ve como un primer paso hacia una declaración de independencia. Y han decidido intentar cerrarle el paso, en beneficio del otro contendiente, Lien Chan, del KMT, a quien China ve con mejores ojos.
"Esto es terreno del Kuomintang. Aquí pocos votarán a A-Bian [el alias con el que es conocido Chen Shui Bian], porque nos puede conducir al desastre", dice Wang Jung Shung, de 34 años, cuya familia tiene un negocio de hierbas medicinales. China considera Taiwan una provincia rebelde y ha amenazado con una intervención militar si rompe el denominado statu quo y declara la independencia.
"La gente de aquí teme que, en caso de conflicto, Taipei les dé la espalda", explica Chen Pi Yong, de 45 años, capitán de policía. El referéndum preguntará a los votantes si Taiwan debe incrementar sus defensas en caso de que China no desmantele los cerca de 500 misiles que tiene apuntándole, así como si debe emprender conversaciones con Pekín para establecer "un marco de paz y estabilidad". Los habitantes de Kinmen achacan a Chen Shui Bian, además, la crisis económica que, aseguran, afecta a esta isla situada a dos kilómetros del continente y a 280 de la isla de Taiwan. "Antes vivían aquí 100.000 soldados y ahora sólo hay 10.000", dice Wang.
Kinmen, conocida en Occidente como Quemoy, se encuentra en primera línea de ataque. Sobre sus playas tuvo lugar en octubre de 1949, pocos días después de la fundación de la República Popular por Mao, una cruenta batalla tras el desembarco de tropas comunistas, que finalizó en victoria para el Ejército de Chiang Kai Shek, pero dejó más de 15.000 muertos.
Y a finales de 1958, llovieron sobre la isla más de 474.000 proyectiles en mes y medio. La intensidad de los disparos decreció luego hasta convertirse en un ritual que se producía los días impares. "Comenzaba a las siete de la tarde y duraba hasta las diez", cuenta Wu Zheng Dong, de 46 años, propietario de una fábrica de cuchillos de cocina de lujo. "Después, todo el mundo salía a recoger las vainas de las bombas para venderlas". La situación duró hasta 1978. A la familia Wu le permitió disponer de "una materia prima de mejor calidad". Hoy, sigue utilizando el acero de los misiles chinos para sus cuchillos. "Un proyectil nos da para 60", asegura.
Kinmen estuvo bajo jurisdicción militar hasta 1992, y no fue abierta al turismo hasta 1994. Conserva el aire de los tiempos de la guerra, debido a los numerosos búnkeres, baterías de artillería y antenas satélite que salpican su paisaje. En una de las playas, un cartel lo recuerda: Peligro, minas. "Están ahí, en la zona de vegetación", advierte Wang. En la arena, una hilera de vigas clavadas desde hace décadas para evitar los desembarcos se extiende hasta donde la vista se pierde en la bruma. Más allá del agua, se divisa la provincia china de Fujian, con quien Taipei restringe los contactos por mar. Sólo los habitantes de Kinmen pueden pasar en barco. Los demás se ven obligados a transitar por Hong Kong o Macao.
"No queremos ni la independencia ni ser absorbidos por China", explica Wu, un hombre espigado, de manos grises por el contacto con el acero. Lo que desean los habitantes de esta isla, según dicen, es "ser un puente para la paz" y ver incrementados los intercambios económicos con China, para aprovechar el auge económico del continente. "Al fin y al cabo", dice Wu, "mi negocio se basa en el material que nos envió China".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.