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MATANZA EN MADRID | Los funerales

Duelo multitudinario en La Almudena

La Reina acompañó a 4.000 madrileños en el funeral por las víctimas celebrado en la catedral

Jesús Ruiz Mantilla

Continúa el dolor. Lo demostraron los más de 4.000 madrileños que se congregaron dentro y fuera de la catedral de la Almudena para celebrar un funeral por las víctimas del atentado del jueves. La emoción fue contenida y el llanto silencioso en una misa oficiada por el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, a la que acudió la Reina Sofía.

Una hora antes el templo estaba medio lleno. Fuera se alineaban filas de vehículos oficiales y camionetas de medios de comunicación de los casi 4.000 periodistas que, según Manuel Brú, delegado de medios de comunicación de la Diócesis de Madrid, habían pedido acudir. Hubo peticiones de consuelo para los familiares de las víctimas y también mención para los terroristas, a quien la Iglesia de Madrid durante la celebración pidió "que se conviertan y dejen de cometer crímenes".

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El enorme lazo negro que presidía el altar caía sobre los brazos en cruz del Cristo de la Almudena. Debajo, 80 sacerdotes acompañaban al cardenal. A las 20.00 horas todo estaba abarrotado y las penumbras habituales de las iglesias se sustituían en la Almudena por los grandes focos de luz de la televisión que iluminaban el templo. La Reina, vestida de riguroso negro, fue recibida en la puerta por monseñor Rouco y por Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, y el alcalde Alberto Ruiz Gallardón, que tuvieron la iniciativa de celebrar este funeral en la capital. También la acompañó Rodrigo Rato, vicepresidente del Gobierno en funciones. Doña Sofía entró entre los aplausos de los presentes, que acompañaron a un buen número de familiares de las víctimas situados debajo del altar de la Virgen de la Almudena.

Puertas cerradas

La música del Requiem de Mozart sonaba en los momentos iniciales, mientras algunas de las personas congregadas en las puertas golpeaban para poder entrar. Una de ellas era Teresa Ayala, vecina de la calle de Téllez, donde estalló el tren cercano a la estación de Atocha: "Nos han convocado a los madrileños y nos cierran la puerta en las narices. No pedimos entrar, pedimos que dejen la puerta abierta para poder escuchar la misa desde aquí", declaraba indignada la mujer, según informa Soledad Alcaide. También había malestar más allá de la Iglesia, entre los familiares que no habían sido convocados. La alcaldesa de San Fernando de Henares, Montserrat Muñoz, de IU, denunció que muchos parientes ni siquiera habían sido avisados, informa Carlos E. Cué. En este pueblo madrileño vivían siete de los fallecidos. Y sus familias acudieron ayer al Ayuntamiento para pedir información porque, según la alcaldesa, no están recibiendo ninguna de parte de otras autoridades. Muñoz ve "muy grave" que el Gobierno le haya invitado formalmente a ella del funeral pero no a las familias. Al funeral no acudieron todos los familiares de víctimas, aunque es difícil comprobar si declinaron su asistencia por el dolor que les impide acudir a actos de este tipo o si realmente, como sucedió en San Fernando, no fueron avisados.

En la catedral, la misa comenzó cuando un diácono, familiar de una de las víctimas, leyó del Libro de la Sabiduría: "la gente insensata pensaban que morían, consideraban su tránsito como una desgracia; su partida de entre nosotros, como una destrucción; pero ellos, están en paz [...] los recibió como sacrificio de holocausto". Los convocados sentían esas palabras como una terrible evidencia, y algunos sollozaban discretamente.

Monseñor Rouco leyó una homilía que a muchos les pareció fría, poco consoladora y poco cercana a los hechos, utilizó palabras de consuelo en la vida eterna y restó todo indicio de emotividad al sermón, salvo en algunos pasajes: "Hoy, por iniciativa de la Comunidad de Madrid, nos reunimos de nuevo para apaciguar nuestro dolor, orar por nuestros hermanos que han sido arrancados violentamente de esta vida temporal y alimentar nuestra esperanza en la vida eterna". Eligió el dogma frente al análisis de los hechos. "El nihilismo asesino del que se alimentan los actos terroristas no es la última palabra sobre la existencia humana. Sólo los insensatos, los ciegos de ira y violencia, los que viven en oposición a Dios, consideran la muerte como punto final de la existencia humana".

El cardenal no hizo referencia a ningún grupo terrorista en concreto, tan sólo generalizó: "El terrorismo puede segarnos la vida y arrebatarnos a nuestros seres más queridos; puede lanzarnos al dolor más intenso e inexplicable, pero nunca podrá arrebatarnos la certeza de que la muerte de Cristo nos ha abierto las puertas de una esperanza que se alimenta de la vida que nos viene de Dios".

Celebración del funeral en la catedral de La Almudena.
Celebración del funeral en la catedral de La Almudena.EFE
La Reina con el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela.
La Reina con el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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