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Columna
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Diagnóstico: muy grave

Andrés Ortega

Es muy grave que dos centenares de personas hayan fallecido en los atentados del 11-M en Madrid, en una operación preparada como un mecanismo de relojería, que ha requerido un número significativo de participantes, y que ni las fuerzas de seguridad ni las de inteligencia hayan podido evitarlo. España se enfrenta ahora a dos terrorismos de naturaleza y alcance muy distintos. Uno, local; el otro, global y con una capacidad de daño mucho más masiva e indiscriminada -aunque para los muertos esto cambie poco- que requerirá muchos más y nuevos medios para combatirlo.

Es muy grave que una organización terrorista y, además, extranjera haya podido intervenir, con su violencia, en una elección democrática e influir en su resultado. Con el 11-M España ha vivido su propio 11-S, pero también una especie de 23-F externo: no tanto un golpe de Estado, pero sí un golpe contra el Estado. Lo ocurrido va a tener repercusiones en toda Europa. Ninguna elección importante en este continente ni en EE UU estará ya libre del miedo.

Es muy grave que el presidente de Gobierno haya engañado a medios y en general a la sociedad. ¿Cómo no creer a un presidente del Gobierno si personal, aunque privadamente, confirma la autoría de ETA? ¿Y al ministro del Interior? Acebes, el pasado jueves, al presentar sus indicios circunstanciales contra ETA, recordaba -salvando algunas distancias- al alegato de Colin Powell en el Consejo de Seguridad sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, que nunca han aparecido. El daño a la credibilidad de los Gobiernos desde la democracia también es muy preocupante.

Es muy grave que el Gobierno intentara orientar a toda España y a todo el mundo hacia la pista ETA, pues con ello ha logrado victimizar a la organización terrorista, que ha cobrado nuevas alas. Y la frase de la declaración institucional de Aznar en aquel día -"han matado a muchas personas por el mero hecho de ser españoles"- resulta demasiado oscura, independientemente de que una parte de los muertos sean extranjeros. Pues los etarras también son españoles (aunque no se reconozcan a sí mismos como tales y haya franceses entre ellos).

Es muy grave que el sábado, en unas vísperas electorales cargadas, cuando ya había información sobre la pista islámica y las detenciones, el Gobierno retuviera su confirmación durante más de cinco horas. Probablemente, ante la tragedia, el Gobierno hubiera preferido que hubiera sido ETA a un ataque islamista que abre nuevas incertidumbres, y que Bush prefiriera Al Qaeda, pues le confirma en su discurso de "la guerra contra el terrorismo".

Es muy grave que la diplomacia española haya sido utilizada para orientar en una sola dirección, la de la supuesta autoría de ETA, a la opinión pública internacional a través de sus embajadas. Y muy grave que, a pesar de algunas resistencias, el Gobierno haya forzado la mano del Consejo de Seguridad de la ONU para atribuir a ETA el atentado. Así, España ha perdido credibilidad como país y el Gobierno ayudado, una vez más, a socavar la de la ONU. Es muy grave que una guerra equivocada e ilegal como la de Irak haya contribuido a aumentar el terrorismo global, y no a reducirlo. Naturalmente, este terrorismo no ha nacido de esta guerra. Ni tampoco el atentado del 11-M debe llevar a cambiar la apreciación o las razones de las decisiones. España debe recuperar la autonomía de sus decisiones, por sus propios méritos o deméritos, independientemente de lo ocurrido el 11-M.

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Es muy grave el clima de desconfianza que se ha creado en España, y que perdurará. Tras las mentiras para la guerra de Irak, ha llegado esto, y no sorprende que los servicios de seguridad y de inteligencia, pese a sus fallos, se rebelen contra su manipulación política. La democracia, como muchas otras relaciones públicas y privadas, sólo pueden funcionar sobre la base de la confianza. Lo ocurrido recuerda más la manera de actuar de Vladímir Putin que de Gobiernos democráticos.

Aznar se va. Se va mal. Y nos deja mal. Es muy grave.

aortega@elpais.es

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