Un adiós íntimo y musical para Lázaro Carreter
El mundo de la Academia y de la Universidad acompañó ayer a la familia en un emotivo funeral
Fue una despedida sobria y emotiva. Una nutrida representación de la Academia, del mundo universitario y de las editoriales con las que colaboró acompañaron ayer a la familia de Fernando Lázaro Carreter en una misa celebrada en su memoria en el cementerio de La Paz, situado en la madrileña localidad de Alcobendas. Tras la ceremonia, en la que sonó el Adagio de Albinoni, el Ave María de Schubert y una sonata de Bach, el cuerpo del filólogo y crítico fue incinerado. En los próximos días, sus cenizas serán trasladadas a Magallón (Zaragoza) por voluntad propia.
El sacerdote que ofició la ceremonia religiosa eligió el Evangelio de San Juan, que versa sobre la palabra, para despedir a Fernando Lázaro Carreter, fallecido el jueves en Madrid, y el director de la Academia, Víctor García de la Concha, leyó la epístola y el salmo responsarial, en una ceremonia tan contenida como emotiva y en la que tuvo un papel importante la música, que fue interpretada en directo por un violinista y una pianista.
Más de 200 personas, algunas de las cuales habían llegado esa misma mañana a Madrid desde distintos lugares de España, acompañaban a la viuda de Lázaro Carreter, Ángela Mora, y a sus tres hijos, Fernando, Ángeles y Clara, que ocuparon los primeros bancos de una moderna capilla. Junto a ellos destacaba también la presencia de los duques de Soria, de Francisco Rico, Juan Luis Cebrián, Luis Ángel Rojo, José Luis Gómez, Margarita Salas, Carmen Iglesias, Mingote, José Manuel Sánchez Ron, Gregorio Salvador, Luis Goytisolo, Luis María Anson, José Luis Pinillos, Valentín García Yebra, Felicidad Orquín, Luis Alberto de Cuenca, Fernando de Lanzas e Ignacio Bosque, entre otros.
Junto al altar se colocaron las numerosas coronas enviadas. Destacaba una del Real Madrid, de rosas blancas con una cinta morada, club en el que Lázaro Carreter tenía grandes amigos. Pese a lo solemne del acto, fue inevitable que los teléfonos móviles de algunos de los asistentes sonaran en un par de ocasiones.
A la salida de la ceremonia, algunos académicos luchaban por contener la lágrimas. Casi todos huyeron de las valoraciones profesionales del hombre que impulsó y modernizó la Academia de la Lengua, para entrar en el terreno más íntimo y personal. Si conocer la noticia de su fallecimiento fue duro, el día después parecía aún más difícil de llevar. "Le quería mucho", aseguró Francisco Rico con tristeza. "Los últimos meses fueron terribles, pero estuvo lúcido hasta el último momento y sufría mucho al ver que su cuerpo no le respondía. Seguramente, lo que ha ocurrido es lo mejor para él, pero me cuesta asumir que se ha ido".
También García de la Concha acusaba "el duro golpe" que ha supuesto para sus compañeros académicos la desaparición del que muchos consideraban como el guardián de las palabras. "Han sido 13 años trabajando juntos, día a día. Hay tantas cosas, tantos recuerdos... Llevamos una temporada muy dura. No hace nada enterrábamos a Ynduráin", añadió abatido el director de la Academia, quien recordó cómo se metían con Lázaro Carreter, y las bromas que le gastaban, Domingo Ynduráin y Francisco Rico. "Eran auténticos torneos de ingenio y él disfrutaba mucho con eso, se sentía vivo".
García de la Concha añadió también que en los últimos meses Lázaro Carreter se movía en silla de ruedas y que, en contra de su voluntad, se adaptó una plataforma en la entrada de la Academia para facilitarle el acceso. De la Concha añadió que el próximo día 17 se celebrará en la iglesia de Los Jerónimos el funeral por el autor de El dardo en la palabra.
La científica Margarita Salas incidía en lo duro que resultaba "el día después" de la pérdida de un amigo. Coincidía con ella el físico y académico José Manuel Sánchez Ron -"El problema es que hoy [por ayer] hemos asimilado su pérdida"-. Ambos recordaban también con cariño una de las fotografías publicadas, entre los numerosos artículos que glosaban ayer su figura, en la que se le veía, joven y delgado, leyendo su discurso de ingreso en la Academia el 11 de junio de 1972. "Los periódicos ya lo cuentan todo", aseguraba la historiadora Carmen Iglesias. "Hemos perdido a un gran sabio, pero, sobre todo, a un amigo".
Tras la ceremonia religiosa, el cuerpo de Lázaro Carreter fue incinerado. En los próximos días, la familia del filólogo trasladará, a ser posible en la intimidad, las cenizas del que ya es considerado como el gran sabio del español a la localidad zaragozana de Magallón, el pueblo donde pasó su infancia y donde está enterrado su padre. Fue el propio Lázaro Carreter el que se lo sugirió a su hijo Fernando la última vez que viajaron juntos al pueblo, con el que nunca perdió el contacto: "Aquí quiero que me entierren".
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