Los humos en Interior
La ampliación y el veto a la presencia en la UE empañan la buena coordinación policial
¿Que arma es más poderosa en una reunión entre responsables de Interior, un enorme lancero habano o el envolvente aroma del tabaco de pipa? Si hay que atenerse a los enfrentamientos que han mantenido en esta legislatura Javier Balza con Mariano Rajoy mientras ocupó la cartera de Interior, y que aún perduran, se puede decir que las espadas están en alto. Y que ninguno consiguió envolver y tapar los argumentos del otro en materias como la ampliación de la Ertzaintza en 200 agentes, una reivindicación que ha estado en los últimos cinco años en la mesa de tres ministros del Interior (Mayor Oreja, Mariano Rajoy y Ángel Acebes), o el acceso de la policía vasca a los grupos conjuntos de investigación creados en la UE, tras el 11-S, al calor de una profunda remodelación de la forma de entender la lucha contra el terrorismo y la delincuencia organizada.
Balza, fumador de tabaco de pipa en la intimidad, está que echa humo con la ampliación. Pero también con la negativa, repetida por todos los tres ministros a que la Ertzaintza esté presente en Europa. No en vano, en su comparecencia primera de esta legislatura en el Parlamento, el 4 de octubre de 2001, advertía el sailburu: "No podemos estar al margen del diseño de la política de seguridad en la UE, que tendremos que aplicar como espacio perteneciente a la Unión". Y remachaba diciendo que ese déficit se convierte en "un elemento grave de regresión y distorsión política". Un año después, el propio Balza venía a señalar que, fuera de ese nuevo orden en materia de Justicia e Interior que ha revolucionado el Acuerdo Schengen, de 1996, la Ertzaintza era algo así como una policía de barrio. "Es un auténtico agujero en la seguridad", sostiene el número dos de Interior vasco, Mikel Legarda. "Eso tampoco es un problema existencial", replica su homólogo en el ministerio, Ignacio Astarloa.
Más allá de los argumentos y excusas que ambas partes se regalan en estos dos temas -un problema generado por el impago del Concierto Económico por parte del Gobierno vasco en el caso de la ampliación, según el Ministerio- Astarloa, remarca dos cosas: primero, que los "temas de acuerdo son superiores a los de desacuerdo", y segundo: "No sólo Balza tiene motivos de desacuerdo".
Lo que realmente está "engrasado", según reconocen ambas administraciones, es justo el trabajo no político, el operativo policial. La coordinación entre los responsables policiales de Guardia Civil, Cuerpo Nacional de Policía y Ertzaintza a efectos de trasvase de información antiterrorista o el reparto al 50% de las labores de escolta de los amenazados por la organización terrorista, tras el acuerdo sellado en Junta de Seguridad en noviembre de 2000 entre Legarda y Pedro Morenés (antecesor de Astarloa en Interior), son ejemplos de que la maquinaria policial parece estar en onda.
Los humos de la pipa de Balza hicieron sus efectos, aunque relativos, en la reunión que mantuvo con Rajoy en lo que a la ampliación de 200 ertzainas se refiere. Pero, de nuevo, la alta política -los roces en la renovación del Concierto, el plan Ibarretxe o la oposición a la Ley de Partidos por parte nacionalista- hizo fracasar la foto fija del acuerdo. Y con Acebes, de ampliación y de presencia en Europa, ni hablar: "El régimen que debe continuar en el futuro es el actual", avisó Ángel Acebes en septiembre.
Hoy en día, Astarloa reconoce que Interior "ha evaluado las necesidades de más plantilla en la Ertzaintza y hemos dicho que desde el ministerio no hay ningún problema en aprobarlo, ni en que se estudie cómo es la financiación de la ampliación". "El problema es que los asuntos de financiación entre ambas administraciones llevan en los últimos tiempos una vida procelosa", dice en alusión al impago del cupo por la parte vasca.
Balza sigue pensando que una plantilla dimensionada en la Ertzaintza pasa por 8.000 agentes, frente a los 7.500 aprobados actualmente. Y no descarta que, en el caso de que Rajoy sea el próximo presidente del Gobierno, sólo para poner distancia con su antecesor, haya interlocución política y se desatasque incluso algún tipo de asunto en materias sectoriales. Pero manteniendo la rigidez en el no del PP al plan Ibarretxe.
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