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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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Fabricantes de escándalos

A Janet Jackson se la tienen jurada. Los mercaderes de Disney han decidido congraciarse con sus clientes más conservadores retirando del parque temático de Orlando la escultura que rendía homenaje a la cantante y actriz. A raíz de su ya famosa teta se les ha acabado la admiración que antes le tenían. Hay madres muy maternales que están rugiendo venganza pidiendo la cabeza de la hermana menor del también acusado Michael Jackson porque sus hijos vieron en directo cómo salía a la luz aquel bello pecho estrellado. Salvemos a los niños, dicen, mientras les deforman con los monstruos castrados de algunas siniestras películas de Disney. ¡Qué harían si pudieran contra la nueva película de Almodóvar, donde los niños son sobados por curas, y en la que hay escenas de sexo más o menos explícito -con el exquisito cuidado de no ir demasiado lejos-, junto a otras provocaciones que aquí no conviene desvelar! A Almodóvar, desde luego, no le van a hacer una estatua junto al ratón Mickey como a la pobre Jackson. Ni falta que le hace.

Los fabricantes de escándalos no dan abasto. La llamada Liga Antidifamación, cuyas protestas por La pasión de Cristo, de Mel Gibson, han hecho subir su taquilla como la espuma, claman ahora contra el recordatorio de los muertos del año en la ceremonia de los Oscar porque se incluyó una imagen de la nazi Leni Riefensthal. También porque se recordara en las mismas condiciones a Elia Kazan, todavía con el estigma de chivato. Lo controlan todo. Pechos, desnudos, pasados políticos...

¿Qué artimañas organizarán ahora estos defensores de la decencia contra la película que ha obtenido el último Oso de Oro del Festival de Berlín, Contra la pared, una vez que se ha descubierto que su protagonista, la estupenda Sibel Kekilli, había actuado anteriormente a pecho descubierto en nueve películas pornográficas? Una revista sensacionalista alemana ha sacado a relucir el pasado profesional de la ahora actriz, mientras otros despabilados, típica ganancia de pescadores, han reeditado con urgencia sus polémicas películas aprovechando el maremoto, que por cierto tiene connotaciones racistas ya que la Kekilli es de origen turco y parece más fácil arremeter contra ella que contra una alemana de pura sangre aria. Un tonto revuelo como éste parecía exclusivo de las atormentadas mentalidades de Hollywood, tan atentas en estos tiempos de guerra a contabilizar centímetros de piel desnuda, pero han acabado contagiando a los germanos, que otrora aplaudieron a la provocativa Marlene Dietrich, cuyas piernas incitaron húmedos sueños a varias generaciones.

En este panorama de cogérsela con papel de fumar, supone un alivio la bravura del próximo festival de Cannes al inaugurar con una película tan corrosiva y libre como La mala educación, de Almodóvar. Los festivales, y muy especialmente Cannes, suelen optar en sus inauguraciones por películas neutras de medio pelo, como si el primer día no importara tanto. Grandes espectáculos con grandes estrellas (con frecuencia francesas) más atentas al glamour que a la calidad cinematográfica. El Fanfan la Tulipe del año pasado, por ejemplo, a pesar de Vincent Pérez y Penélope Cruz, fue modélica en este sentido. La película de Almodóvar, por el contrario, no va a dejar indiferente a nadie, tanto si gusta como si no, que se la aúpe o se la rechace. Vienen otra vez de Francia aires frescos y combativos. Ojalá se propaguen.

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