La encrucijada del trabajo femenino
Muchas mujeres no acuden a las medidas de apoyo para atender a sus familias que les ofrecen las empresas porque afectan a sus carreras
"No podría haber tenido hijos sin tener a mi madre". En una sola frase, Ana Goicoechea, de 34 años, ingeniero de sistemas de calidad y madre de un bebé de siete meses y medio, resume cómo hace para aunar el cuidado de su hijo con su empleo en una gran empresa, donde tiene una jornada de ocho horas.
Como ella, la mayoría de las 7.743.800 trabajadoras que ya hay en España, según la encuesta de población activa del cuarto trimestre de 2003, se enfrentan a esa doble responsabilidad cada día. Pero, a tenor del estudio La incorporación de la mujer al mercado laboral: implicaciones personales, familiares y profesionales, mientras la entrada de la mujer al mundo laboral es imparable, "la base en la que debería apoyarse no aparece por ningún lado", explica el profesor Sandalio Gómez. Es el responsable de la cátedra de Relaciones Laborales de la Escuela de Negocios IESE, de la Universidad de Navarra, autora del estudio, que se presentó en Madrid el pasado miércoles. "La mujer que quiere dedicarse a fondo a su profesión sigue teniendo que hacer actos heroicos", asegura.
Un 47% de las mujeres opina que ser madre afectó a su carrera profesional
"La mujer transmite que la realidad va más deprisa que la evolución social"
Algunas empresas han comenzado a dar respuesta a las necesidades de sus empleados con medidas que han venido a denominarse "de conciliación laboral y familiar" y que se traducen en políticas de flexibilidad del horario laboral, medidas de apoyo o beneficios y servicios sociales para los trabajadores. Aún no son generalizadas, pero, sobre todo, según denuncia el informe del IESE, en muchos casos a las trabajadores les resulta incluso perjudicial para su desarrollo profesional el acogerse a ellas. "Son muchas las empresas que, desde sus departamentos de recursos humanos, proclaman tener magníficos programas de apoyo a sus empleados para poder atender mejor sus responsabilidades familiares. En la realidad sus empleados, y más las empleadas, deciden no aprovecharlos, porque saben que significaría el fin de su carrera dentro de la empresa. Introducir medidas no es la única tarea que deben realizar sus empresas. Es necesario que se produzca un verdadero cambio en la cultura de la empresa y esto es lo verdaderamente difícil de conseguir", señala el estudio.
El trabajo, que se inició con la intención de examinar el "impacto que está produciendo la incorporación de la mujer al mercado laboral en la institución familiar", analiza, desde la perspectiva de las propias trabajadoras -se entrevistó a unas 300 profesionales de diferentes escalas laborales-, "la realidad de las personas que están sufriendo el problema". Y su principal conclusión, según explica el profesor Gómez, es que "la mujer transmite que la realidad va más deprisa que la evolución social".
Con ello se refiere no sólo al entorno familiar y social, sino al apoyo desde los poderes públicos, que también ha sido objeto del estudio, que recoge que existen medidas de tipo económico, con subsidios y desgravaciones fiscales, así como servicios externos, como guarderías o residencias para la tercera edad. Pero, declara: "Las medidas adoptadas por las instituciones públicas, si se comparan con las de otros países europeos, resultan insuficientes para dar solución a los problemas estructurales de la conciliación". Por eso, la opinión de Sandalio Gómez es que la incorporación de la mujer al mercado no sólo es "imparable", sino que tratar de que se consolide "es una de las revoluciones más importantes del siglo XXI".
Por el momento, la opinión de la mayoría de las trabajadoras -un 59% de las encuestadas- es que trabajar fuera les quita tiempo para ocuparse de la familia. "No es que tengas que elegir entre tu hijo o tu trabajo. Es que directamente, si tienes lío en el trabajo, te quedas más allá de tu jornada. Nadie te obliga, porque más que el trabajo es nuestra mentalidad. Quizá la de nuestra generación de que el trabajo es muy importante. Todo el mundo hace eso, aunque no sé muy bien por qué. La culpa la podemos tener nosotras mismas, porque igual que no permito que mi vida privada se meta en mi trabajo, sería justo que el trabajo no se metiera en mi vida personal", explica Goicoechea.
La misma idea la expresa Inmaculada Arranz, de 41 años y empleada en una empresa de servicios de consultoría. Tiene dos hijos de 12 y 5 años, aunque en su casa también convive un hijo de su marido, de 26. Ella tiene la suerte -porque es algo excepcional en su empresa- de tener una jornada de cuatro horas, pero confiesa que eso es sobre el papel, porque, como en casi todos los empleos, siempre hay que quedarse más.
Que hoy día todavía es difícil compatibilizar la profesión con la maternidad se advierte en la relación, establecida por el estudio del IESE, entre la tasa de fertilidad y la tasa de empleo femenino en España: el descenso de la primera ha ido en proporción al ascenso de la segunda. Si en 1986 el empleo femenino no superaba el 35% y el número de hijos por mujer en edad fértil estaba en 1,5, en 2002, trabajaban más del 50% de las mujeres, pero la tasa de fertilidad estaba en 1,25 hijos.
De hecho es también la sensación de las encuestadas: a la pregunta de si retrasó la llegada del primer hijo, un 50% de ellas respondió que sí. Es más, un 39% contestó que no tiene los hijos que le gustaría y las razones son los motivos económicos (48,4%) y de profesión (51,6%).
Además, todavía un 47% de las mujeres opina que el hecho de ser madre afectó a su carrera profesional. "Esto es muy grave", afirma Sandalio Gómez, quien cree que es "uno de los principales problemas que deben resolverse en las propias empresas".
Inmaculada Arranz está entre las que piensan que su desarrollo profesional se ha visto afectado por su maternidad. De hecho, al quedarse embarazada de su primer hijo hubo de renunciar a su empleo. "Tuve que tomar la decisión de dejar de trabajar, porque tenía un horario fuerte, donde el trabajo se acababa no con el fin de la jornada, sino cuando se acaba el proyecto", relata. Al menos contó con la suerte de que su marido tenía un trabajo estable.
A los seis meses, la misma empresa la reclamó para un proyecto y volvió a ser contratada, aunque con media jornada. "Desde entonces, me quedé estancada. He seguido haciendo lo mismo y, aunque cada vez con más responsabilidades, no he pasado a otros campos", precisa. A pesar de ello, cree que las instituciones deberían fomentar la jornada parcial, para facilitar, como en su caso, la faceta familiar. "Lo veo por compañeras mías que no pueden hacer lo mismo", cuenta. Se refiere a que, por ejemplo, tiene dos horas cada tarde para poder llevar a su hijo al logopeda. "No lo podría hacer con una jornada normal o me saldría carísimo", añade.
Por su parte, Ana Goicoechea explica que ella ha optado por no pedir la jornada reducida. "Me reduciría el sueldo y entonces no podría dar de comer a mi hijo", arguye. Pero es que además considera que es difícil combinar una media jornada con el desarrollo profesional. "Cuando hablas con amigas, ves que influye. No conozco a ninguna persona con cargo alto que haya pedido jornada reducida, porque la que está centrada en su carrera profesional, pasa de tener hijos. Aunque me gustaría conocer a alguna", dice con humor.
"A pesar del escaparate de innumerables políticas que se exhiben [desde muchas empresas], existen trabas, obstáculos y consecuencias que se derivan de acogerse a ellas, que en la práctica suponen más un handicap que una ventaja", puntualiza el informe. Así, un 49,8% dice que en su empresa le ofrecen trabajar menos horas. Sin embargo, sólo un 29% se acogería a una jornada parcial, porque, dicen, ganarían menos dinero (68%) o limitaría su promoción (27%).
Todo ello no es gratuito para las empresas. Porque, como recuerda el profesor Gómez, "el empleado que logra conciliar familia y trabajo, tiene un grado de fidelidad mayor".
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