Paz Soldán recrea un universo de 'hackers' y protestas sociales

Dice que lo suyo no es la ciencia-ficción, "aunque pueda parecerlo". Que todo lo que cuenta su sexta novela, El delirio de Turing (Alfaguara), es "más que real". Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967) vuelve al escenario de Río Fugitivo, una mítica ciudad que se parece a su Cochabamba natal, para contar la historia de una revuelta social en un mundo tecnológico y globalizado, con hackers y criptoanalistas por protagonistas.

"Una novela sólo es recordable cuando algo en los personajes te conmueve, irrita o sorprende", afirma Edmundo Paz Soldán, mientras engulle una tostada, ante una mesa del hall de la Residencia de Estudiantes, en Madrid. Y a continuación repasa algunos de los seres que ha inventado para El delirio de Turing, ganadora del V Premio Nacional de Novela de Bolivia (2002). Un criptoanalista (Turing) que consume chicles de mentol y lee mensajes cifrados hasta en el ascensor; una voz que se piensa inmortal (la de Albert) y narra la historia del criptoanálisis; una chica (Flavia), experta en ordenadores, que echa por tierra el prejuicio de que ese mundo es sólo para hombres, y "un hacker con conciencia social" (Kandinsky), quien encabeza una revuelta popular contra un aumento de tarifas de energía. Todo esto en el escenario de Río Fugitivo, una ciudad imaginada "que le debe mucho a la Santa María inventada por uno de los personajes de Juan Carlos Onetti".

Para Paz Soldán, que vive lejos de Bolivia desde hace 15 años, este libro profundiza el proyecto literario de novelas anteriores como Sueños digitales (2000) y La materia del deseo (2001): "Quería tocar a la vez dos temas que había abordado antes: la influencia de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y la crisis de América Latina, tironeada entre tensiones globalizadoras y resistencias locales".

Profesor de Literatura Latinoamericana en Cornell (EE UU), confiesa que le atraen los géneros populares: el policial, la ciencia-ficción, las aventuras... "El desafío ha sido conciliar esas influencias", afirma, "algo que sólo los lectores más jóvenes sienten como algo natural".