Orquesta universitaria
¡Pasen y vean! Ahí está. Increíble pero cierto. Una Orquesta Sinfónica Universitaria en Sevilla ¡Parece que hay vida después de la movida u otro tipo de movida después de la vida! Los vi con mis propios ojos en la Facultad de Comunicación, y estuvieron estupendos: Britten, Giuliani y el generoso empujón de María Esther Guzmán a la guitarra. Sólo el hecho de que existan ya gratifica y alegra el día a lo Clint Eastwood. Son muy jóvenes, ojalá lleguen a captar el inmenso valor de lo que pueden llegar a ser, hacer, y sobre todo sembrar. Que no se desanimen, que no desesperen, que amen la música por encima de todo y no la abandonen nunca por las tentaciones de siempre. El milagro tiene varios padres: se llama Yuri, su director, su espíritu y un gran músico, lujo para nuestra ciudad; también tiene "locos artífices dentro de la Universidad", el aliento de muchos padres por detrás, y por supuesto, el esfuerzo de los mismos jóvenes de la orquesta. Todos habrán de luchar contra la inercia de la mediocridad cultural y mediática que nos invade, del "largaos ya de aquí que tengo que apagar las luces", del "no sé cómo te puede gustar eso", del "primero son los estudios" o del "después es la botellona"... Habrán de asumir la disciplina, el trabajo y el rigor como gran medio para conseguir el inmenso objetivo de expresarse en el lenguaje universal de la dama blanca... pero existen, están aquí en Sevilla. Se merecen todos, desde el primer plano hasta el último, un gran homenaje, una gran ovación de continua bienvenida. No dispondrán de una OT que les brinde fama y dinero, se encontrarán con bastantes auditorios en familia, pero han de tener confianza, luchar, escuchar música y músicas, y aprender a sentirla dentro de sí para poderla brindar a los demás en bandeja de plata. Y los demás debemos apoyarles sin fisuras, disfrutarles pacientemente, promocionarles, hacerles sentirse importantes, exigir que se les ayude. Incluso rogar a algún responsable de las políticas culturales que se pase de vez en cuando a escucharles, animarles y enterarse de lo que necesitan. Son el futuro, la cantera, el legado que nos quedará, más allá de las grandes orquestas, siempre tan necesarias, la sinfónica, la de Baremboim, que ya tienen la proyección suficiente...
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