¡Entrad en razón!
En 1940, la BBC pidió al escritor Thomas Mann, exiliado en Norteamérica, que mensualmente dirigiera unas palabras a sus compatriotas alemanes a través de la emisora que muchos de ellos escuchaban de manera clandestina en la Alemania hitleriana, con grave riesgo de sus vidas. El escritor grababa un disco con su voz, que se transmitía por teléfono desde Nueva York para grabarla de nuevo en otro disco en Londres, y luego se radiaba desde allí por onda corta al continente. Hasta el final de la guerra, en 1945, se emitieron mes a mes las alocuciones del premio Nobel, de apenas ocho minutos de duración, pero de emotiva intensidad. El gran escritor, siempre tan atildado y comedido en su aparente vida burguesa, mostraba a través de sus palabras de combate otra faz: un nervio guerrero y una sorprendente capacidad persuasiva como propagandista y adalid de una noble causa. Con brío denunciaba los crímenes contra la Humanidad que perpetraban los nazis así como una gran cantidad de alemanes seducidos por las mentiras de un caudillo sanguinario. Clamaba justicia, declaraba su odio a Hitler -a quien trataba sin piedad, pues ninguna se merecía- y amonestaba con severidad por su descomunal ceguera a cuantos aún creían en aquel "gran terrorista".
OÍD ALEMANES... DISCURSOS RADIOFÓNICOS CONTRA HITLER
Thomas Mann.
Traducción de Luis Tobío y Bernardo Moreno
Península. Barcelona, 2004
256 páginas. 15 euros
Mann comentaba explícitamente los absurdos voceados por la propaganda del régimen nazi; con sarcasmo, los desmontaba firmemente y se apresuraba a presentar los hechos criminales desnudos perpetrados en toda Europa por los carniceros que actuaban en nombre de Alemania. Mediante la exposición de la verdad se esforzaba por hacer que sus compatriotas entraran en razón exhortándolos a que se atrevieran a saber y a que no se mantuvieran en el engaño. Debían rebelarse y no ser cómplices de los asesinos, ya que también como cómplices habrían de pagar el mal al final de la guerra, pues el autor de Tonio Kröger también proclamaba que frente al poder del mal, frente al poder de la locura, existía el poder de la Justicia Moral, que americanos, ingleses y rusos terminarían por implantar. Expresaba lo que sentía con convicción y lo manifestaba con suma crudeza, sin eufemismos. Aunque los aliados -al menos las democracias angloamericanas- estaban dispuestos a la clemencia y en modo alguno buscaban el exterminio de los alemanes, tal como les habían hecho creer los nazis, habría castigos y el perdón no sería inmediato: Alemania era culpable de aclamar a Hitler. Incluso los devastadores bombardeos que a partir de 1943 asolaron sistemáticamente Alemania fueron a ojos del escritor de Lübeck un merecido castigo.
El "Bien" en lucha contra el "Mal" y la "Justicia triunfadora" que aparecían en los discursos del escritor eran grandes conceptos necesarios contra Hitler, pues expresaban lo opuesto a las mentiras propaladas por su nefasta ideología, apoyadas en tópicos y falsos mitos y que, en última instancia, sólo enmascaraban lo nefasto y malvado de unos gobernantes sin escrúpulos. Pero, además, tras dichos ideales existía una gran confianza en que una vez derrotado Hitler reinarían la paz y el entendimiento en una Europa sólo para los "buenos europeos", sin barreras nacionales, alejada del provincialismo nacionalista y unida por una cultura compartida; y, por supuesto, sería un espacio común en el que nunca más gobernaría un tirano.
La orgía de sangre que costó la liberación de Europa fue inmensa. El indignado escritor hizo lo que pudo por frenar el horror con sus palabras, que alentaron a muchos alemanes; desgraciadamente, no a todos. El libro es espléndido: un documento histórico de excepción que resume el credo antinazi angloamericano y, también, un elocuente testimonio de la implicación social de un Thomas Mann que, como demócrata consecuente, supo enfadarse y plantar cara a quienes atentaban contra la sagrada libertad y el derecho común a disfrutarla. Esta cuidada edición, fiel a la original de la editorial Fischer, presenta por primera vez los discursos completos en castellano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.