"La crueldad y la ternura están muy cerca en mi película"
Hijo de inmigrantes italianos, Anthony Minghella nació en 1954 en la isla de Wight (Reino Unido). Es un hombre sorprendentemente tranquilo y reflexivo, que habla con suavidad y se detiene con frecuencia para pensar en lo que va decir. A este director, que ayer estuvo en Madrid, cuesta imaginarlo al mando de los ejércitos de actores, técnicos y especialistas movilizados en grandes rodajes como El paciente inglés, El talento de Mr. Ripley o Cold mountain, su última película que se estrena en España el día 20.
Pregunta. Mientras El paciente inglés logró nueve oscars en 1997, Cold mountain ha obtenido siete candidaturas. ¿Decepcionado?
Respuesta. El paciente inglés no me sirve de referencia, porque en toda la historia sólo tres o cuatro películas obtuvieron un mayor número de estatuillas y me cuesta imaginar que esto me vuelva a suceder. Es curioso: pese a que Cold mountain haya logrado siete candidaturas, todos se lo han tomado como una tragedia y llaman para consolarme. El ser humano es muy codicioso, sí, pero lo que yo más quiero es que la gente aprecie mi trabajo. De todas mis películas, en Estados Unidos la que más éxito comercial ha tenido es Cold mountain, así que supongo que está bien.
"Tenía claro que quería comenzar el filme con una batalla y terminarlo en torno a una mesa"
P. ¿Cuál ha sido la reacción del público que más le ha llamado la atención?
R. Una que al principio no entendí. Después de una proyección en Estados Unidos, una mujer se levantó y preguntó por qué es tan poco expresivo el reencuentro entre Inman y Ada. Hubo airadas protestas de otros espectadores que consideraban esta escena como una las mejores de la película, y entonces la mujer aclaró: "A mí también me encantó. No es eso. Lo que pasa es que mi marido está en Irak y me he preguntado muchas veces cómo será cuando vuelva a casa".
P. La película arranca con una descomunal batalla, la de Petersburg, que no aparece en la novela de Charles Frazier. ¿Por qué?
R. En el libro se hace referencia a ocho o nueve batallas distintas. Yo no quise hacer una película de guerra y enredarme en todo un rosario de sucesos del conflicto civil estadounidense. Busqué un momento particular que ejemplificara lo intenso, sangriento y deplorable que fue esa guerra. Además, tenía claro que quería comenzar el filme con una batalla, y terminarlo en torno a una mesa. No todas las diferencias se pueden solucionar con violencia.
P. Como demuestra la reacción de la mujer en Estados Unidos, los tiempos que corren también son conflictivos. ¿Hay una dimensión política en Cold mountain?
P. Como la historia entre Inman y Ada. Es una historia de amor, a la antigua usanza...
R. Quizá la gente joven encuentre extraño que una pareja, después de sólo haber intercambiado un beso, prometa esperarse, pero usted tiene que recordar que ésta no es una historia contemporánea. No se pueden proyectar retrospectivamente los valores del siglo XXI al siglo XIX. En aquel tiempo, las relaciones sociales eran muy distintas; había mucho más control sobre las mujeres. Cuando los hombres se marchaban, las mujeres cambiaban y se quitaban sus corsés. Para mí, parte del interés de Cold mountain radica en cómo la sociedad cambia con la guerra. En cierta forma, de toda lágrima se desprende una sonrisa. También por ello, en Cold mountain la crueldad y la ternura están muy cerca.
P. La productora sostiene que el filme se rodó en Rumania por la belleza de sus paisajes.
R. No, no fue por eso. No me dejaron otra opción. Yo me dediqué a recorrer Estados Unidos durante cinco meses y ya había encontrado todos los escenarios. Pero entonces se fijó el presupuesto y ninguno de los estudios estuvo dispuesto a seguir adelante. Hubo que salir de Estados Unidos. Una vez en Rumania, descubrí que ahí había escenarios especiales que no se hubieran conseguido nunca en América. Pero eso no significa que no hubiéramos movido cielo y tierra para rodar en Estados Unidos. Pero no lo logramos. Europa, por el contrario, ofrece actualmente grandes incentivos para rodar. Fue una decisión muy simple para los estudios cinematográficos: les ahorró decenas de millones de dólares.
P. ¿Sucederá cada vez con más películas?
R. Yo no quiero ser pionero en esto. En Estados Unidos ya se me ha responsabilizado de una decisión que no fue mía. Se me acusa de echar a perder puestos de trabajo. Es una locura. Yo no quise eso.
P. ¿Fue difícil conseguir el dinero para un producción como Cold mountain?
R. Nunca ha sido fácil. Tiene que ver con que las películas que a mí me interesa hacer son peculiares. Muchos de los directores que yo admiro, aquéllos con voz propia, que te hacen pensar y sentir, trabajan a pequeña escala, de manera independiente. Ésa es la solución. Pero a mí me gustan los envoltorios más grandes, a mayor escala, que aun así sean para adultos y ofrezcan un tratamiento complejo y ambicioso de una historia. Hollywood no gusta de este tipo de películas. Me dejarían hacer cualquier cosa si sólo necesitase 10 o 15 millones de dólares, pero para lo mío no tienen ninguna categoría de gasto. Los obstáculos a superar, entonces, son siempre gigantescos. Los estudios MGM, por ejemplo, se retiraron tres semanas antes del inicio del rodaje de Cold mountain.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.