Pansexualidad
Pasan días desde el bonito pecho de Janet Jackson, y desde la magna y grotesca censura de Powell Jr. sobre una gala artística para cortar pezones que pudieran perjudicar la naturaleza guerrera, religiosa y patriótica -la trilogía que espanta al occidental desde hace milenios- de Estados Unidos, y los comentaristas de periódicos, radio y televisión siguen comentándolo; y burlándose. Como es lógico, el pansexualismo ocupa gran parte de los temas del día: quizá el espacio se dedica más a la economía, a la justicia y a la guerra, por un sentido del orden; pero la lectura se fija más en estas cuestiones. Quizá con el sentido de la risa con que en España siempre se habla de eso, como para rebajar el tono de la tragedia -los viñetistas son autores trágicos-, pero con la preocupación de que todo es sexo. Está en el cura que metía mano a las confesandas -¡qué cosas oiría el varón casto a la fuerza!-, y el obispo que le protege -otro anormal por casto-; las mujeres golpeadas, el velo en las escuelas francesas -por fin lo aprobaron los dementes de la Cámara: léase el Monde Diplomatique en español-, la que mató e incineró a su marido judío fingiendo un accidente; las sección de "compañeros sentimentales" -sexo, sexo- en todas partes; véanse las mujeres veladas a la fuerza en el otro medio mundo; léanse las pastorales de los obispos obsesos -obsexos-; váyase al cine, préndase la televisión. O simplemente dé un paseo por las calles, aquí donde la primavera apunta. ¡Y la literatura! Si lee usted a Fray Luis de León, a san Juan de la Cruz, verá usted lo que era la sexualidad en esos santos varones. En fin, consulte usted a su cuerpo, que siempre tiene razón. Tiene reclamaciones que hacernos, y que hacer a los que nos prohíben.
(El bucle: es ese fragmento largo de cinta grabada en vivo que sale de las cámaras y que los censores observan antes de la emisión. El tiempo que tienen es el que deseen: se dice que la gala censurada se retrasó cinco minutos. ¿Cuántos bucles hay que ignoramos en lo que se considera directo? Cuando se dieron las imágenes de las Torres Gemelas no se vieron muertos, no se oyeron gritos: había un bucle, y alguien lo troceó en todas las televisiones de Estados Unidos. ¿Se hace por rutina? ¿Se sabía aquel día lo que iba a pasar? ¿Estaba ya el hijo de Powell al frente de la comisión de Comunicación, o sea, de censura clandestina?).
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