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Columna
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Árboles

...fruits, fulles i secrets

penjaven de les rames

(Rosa Peris en Memento Arboris)

Chisporrotea el espacio radioeléctrico donde entrechocan los negocios de Fabra, las mentiras de Aznar, las apropiaciones de Cartagena, los asesinos, acosadores y abusadores de mujeres y niñas. Pero a mí me encomiendan ir al Botánico... lo cual es muy de agradecer. Los valencianos Bernabé y José Moya y José Plumed han escrito un libro enamorado con casi 400 referencias a árboles monumentales especialmente interesantes, donde nos hablan de sabinas, hayas, abetos, palmeras y cipreses. Pocos sobreviven en un ambiente hostil: talas, trasplantes, explotación maderera incontrolada, modificación del entorno... o minúsculos espacios en la ciudad para ejemplares con vocación de gigante. Algunos se han convertido en tarjeta postal (drago milenario en Icod, palmera Imperial en Elche) y eso les ha salvado la vida. Otros, alejados de la presión humana, han ido tirando en su soledad. Y los hay incluso bravamente preservados por el pueblo, como La Morruda de Segorbe. Árboles mágicos (tejo de San Cristóbal de Valdueza, en León) y también asombrosamente viejos, como los olivos milenarios o el ciprés de la Anunciada que acompaña el silencio de un convento de clausura en el Bierzo. Árboles que velan el sueño de generaciones de difuntos o saben de leyendas, de fatigas aliviadas y romances brotados bajo su copa. De vírgenes aparecidas, historias de piratas y templarios, misas ante la batalla, fiestas y romerías, afanes y manifestaciones (¡si hablara el ficus del Parterre, en Valencia!). Cada uno constituye un patrimonio irrepetible, pero la ley no está de su parte. Por eso las verrugas de los castaños se transforman en salpicaderos de los coches de lujo mientras el Zacate de Dénia (el más viejo de Europa), arrancado y ahora custodiado por el juez, iba camino de adornar el circuito de Le Mans.

Digo yo que si tanto lo necesitan sus propietarios, habría que ayudarles a conservar y mantener lo que también es de todos. Igual que le pagamos las restauraciones a una Iglesia subvencionada hasta para envenenar la mente de nuestros hijos e insultar nuestra inteligencia.

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