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La policía disuelve a golpes una protesta de intelectuales marroquíes

Los manifestantes expresaban su oposición al acuerdo comercial con EE UU

Abdelhamid Amin se agarraba su cabeza ensangrentada entre sus manos. El venerable presidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos era uno de tantos, intelectuales o médicos, a los que las fuerzas antidisturbios golpearon para disolver la manifestación que habían convocado, el miércoles por la noche, ante la sede del Parlamento en Rabat. Intentaban, en vano, protestar contra el acuerdo de libre comercio, en negociación, entre Marruecos y Estados Unidos.

No eran muchos, unos 200. Pero todos ellos forman parte de la élite intelectual y científica de Marruecos. En respuesta al llamamiento de una coordinadora de oposición al tratado en ciernes con EE UU, intentaron llevar a cabo una sentada a un centenar de metros del Parlamento. Su manifestación fue prohibida. No les dio tiempo a sacar los megáfonos ni a desplegar las pancartas porque los antidisturbios se abalanzaron sobre ellos.

Ni siquiera Nabil Ayouch, el más célebre de los directores de cine marroquíes, que ha cosechado varios premios, se libró de los golpes. "Estamos recayendo en los viejos tiempos del uso indiscriminado de la porra", exclamaba indignada Amina Balafrej, pediatra e hija de un ex primer ministro.

El ministro adjunto de Exteriores de Marruecos, Taieb Fassi-Fihri, negocia desde hace un año un acuerdo de libre comercio con EE UU -Rabat firmó otro con la UE en 1996- sin ninguna transparencia. "Queríamos llamar la atención de los poderes públicos para que desvelen el contenido de la negociación porque las filtraciones que conocemos nos inquietan", explica Hakima Himmich, catedrática de enfermedades infecciosas. En una carta dirigida al ministro de Sanidad, Mohamed Cheikh Biadillah, el coordinador de Médicos Sin Fronteras en Rabat, Javier Gabaldón, señala que, para proteger a las farmacéuticas, el acuerdo puede conllevar "un endurecimiento de los derechos de propiedad intelectual" que "harían peligrar la producción y comercialización de medicamentos genéricos en Marruecos".

Las principales víctimas serían los pacientes con enfermedades infecciosas como el sida, que dejarían de poder pagarse determinados tratamientos. Los artistas piden, por su parte, una "excepción cultural" en el acuerdo inspirada en la reivindicación francesa. Solicitan una cuota de pantalla para películas nacionales en las salas marroquíes, el mantenimiento de las subvenciones a teatros, editoriales, etcétera. "Luchamos por la preservación de la identidad de este país", aseguró Ayouch en una rueda de prensa improvisada. Los agricultores, escasamente organizados, también rechazan el tratado.

Fassi-Fihri, el jefe de la delegación negociadora, ha comparecido dos veces ante comisiones parlamentarias, donde los diputados islamistas le han avasallado a preguntas. Apenas ha informado del trasfondo de la negociación, aunque ha reiterado su empeño en que "el acuerdo sea equilibrado y adaptado a la situación económica y al desarrollo de Marruecos".

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Aparentemente, el acuerdo no tiene mucho sentido desde el punto de vista económico. El comercio con EE UU -392 millones de exportaciones en 2003- sólo representa el 4% de los intercambios marroquíes, mientras que con la Unión Europea supone el 70%. De ahí que la prensa independiente marroquí sospeche que las prisas por concluir la negociación obedezcan al deseo de obtener el apoyo de Washington en el contencioso sobre el Sáhara. Rabat ha rechazado la última versión del plan de James Baker, que la Administración norteamericana respalda.

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