_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ingenuidad de Carod: debilitar a Maragall, hundir a Zapatero

Si por algo se han caracterizado las dos legislaturas durante las que ha gobernado José María Aznar, ha sido por pretender descalificar política y electoralmente cualquier propuesta surgida desde el nacionalismo vasco favorable a modificar la Constitución, tildándola de ser cómplice de ETA. El segundo mandato de Aznar concluía con una ruptura sin igual de la sociedad vasca, entre nacionalistas y no nacionalistas, que no deja casi espacio a quienes, como el socialista y alcalde de San Sebastián Odón Elorza, creen en el diálogo, y con alguien como Juan María Atutxa, presidente del Parlamento vasco -a quien tantas veces intentó asesinar ETA-, a un paso de la cárcel. El PP ha conseguido imponer la idea, incluso en amplios sectores del PSOE, de que llegar a acuerdos con quienes desean cambiar el marco constitucional es hacer el juego a ETA, postergando al olvido que el PSOE y el PNV gobernaron en coalición en Euskadi. Postergando al olvido que hubo un tiempo en que en las instituciones vascas -fueran provinciales, juntas generales, ayuntamientos o el mismo Gobierno vasco- se formaban las más diversas opciones de pactos posibles. Por ejemplo, para decidir la ubicación de una depuradora o de un hospital coincidían en una misma mesa de trabajo políticos electos de todo el arco parlamentario. Evidentemente, los asesinatos de concejales frenaron esta colaboración y aislaron a Herri Batasuna, pero Aznar, con su criminalización del nacionalismo democrático, y acusando a quienes hacían propuestas como Lizarra o el plan Ibarretxe de ser títeres y cómplices de ETA, abrió una herida que en nada ha ayudado a pacificar Euskadi.

Carod ha pecado de ingenuidad entrevistándose con ETA, pero todos los gobiernos han tenido contactos con la banda: desde la UCD al PP, pasando por el PSOE y el PNV

Ahora que el PSOE podía remontar sus resultados electorales, el Partido Popular ha tomado el tripartito catalán como un arma arrojadiza para debilitar la candidatura de José Luis Rodríguez Zapatero. El PP no se cansó de repetir que el pacto de Maragall con ERC era una traición a la unidad de España, y el ministro Eduardo Zaplana desplegó todo tipo de falsedades sobre los peligros de la presencia de ERC en un Gobierno autónomo. Josep Lluís Carod Rovira siempre ha rechazado el terrorismo y tuvo mucho que ver en las negociaciones para conseguir la disolución sin contrapartidas de Terra Lliure. En vísperas del 11 de septiembre de 2002 ya se desató una tormenta política por el hecho de que Carod se reunió con Arnaldo Otegui y ahora, por aceptar reunirse con dirigentes de ETA, se ha originado una polémica que amenaza los cimientos de la campaña de Rodríguez Zapatero y debilita en Madrid las propuestas que plantea Pasqual Maragall.

De entrada, todo este escándalo iniciado con la filtración de Abc es una hipocresía absoluta dado que todos los gobiernos que ha tenido España, tanto de UCD, como del PSOE, como del PP, se han sentado a dialogar con ETA. También lo ha hecho en diversas ocasiones el PNV. El mismo Jaime Mayor Oreja exploró la vía de diálogo abierta por Adolfo Pérez Esquivel. También el PP intentó mediante negociaciones que los terroristas de los GRAPO renunciaran a la violencia. Carod, en un momento en que muchos creemos que podía morir de éxito, no tenía nada que ofrecer a ETA y tal vez pecó de ingenuidad al acudir a la reunión siendo conseller en cap sin calibrar las consecuencias de la posible filtración de la misma. Carod eligió hace dos meses la apuesta de pactar con Maragall confiando en que el PSOE algún día apoyaría las propuestas de mayores cotas de autogobierno, algo que fracasó mientras CiU se supeditó al PP.

Ahora, pese a que se pueda defender que no se pierde nada por escuchar a ETA y, en cambio, se puede ganar mucho explicando a ETA que el terrorismo no lleva a ninguna parte, Maragall queda muy tocado, pese a que reconozcamos que todos han hablado más de una vez con ETA. Carod tal vez haya sido una víctima ingenua de una trampa para dañar a Zapatero. Alguien filtró la reunión a Abc y, si resulta obvio que los canales de diálogo entre Abc y ETA no existen, el chivato debe de ser el Ministerio del Interior o el Centro Nacional de Inteligencia. Aznar se ha apuntado un golazo y empuja a Zapatero a que rompa el tripartito. Habrá que ver qué beneficio sacarán Mariano Rajoy y Carod y cómo afectará todo ello a Maragall y Zapatero.

Xavier Rius-Sant es periodista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_