Los que tiran de la manta
Los vendedores ambulantes vuelven a las calles de Sevilla, tras el relajamiento de la presión policial de Navidad
Una entrada para ir al cine en Sevilla cuesta de 3 a 5,5 euros. Por el precio de la más barata cualquiera podía comprar el pasado domingo en uno de los mercadillos más concurridos de la capital la película Buscando a Nemo, el boom infantil de la última Navidad y que aún ocupa puesto de podio entre las más taquilleras. Por tres euros la ve toda la familia en formato dvd tantas veces como quiera.
Entre la Policía Local y la Guardia Civil de Sevilla intervinieron el año pasado 18.685 películas piratas, 15.000 más que en 2002. La popularización de los aparatos reproductores de dvd hace que éste sea el material que más ha incrementado este año su presencia en los top-manta, aunque siguen ganando por mucho los cds musicales, de los que en 2003 se intervinieron 68.625 unidades. Los videojuegos, la ropa y los complementos de marca falsificada y el textil y la bisutería étnica son también habituales en las mantas que cubren los mercadillos y las calles más comerciales para desesperación de la policía y los comerciantes.
José Luis Llorente, encargado de la tienda de discos Sevilla Rock, entiende el razonamiento de los compradores habituales del top-manta. "La mayoría es gente joven, con poco poder adquisitivo. ¿Por qué va a gastarse 15 euros si lo puede comprar por dos?", apunta Llorente. Según estimaciones de Sevilla Rock, la piratería musical, tanto la que se vende en la calle como las descargas de internet para consumo individual, han reducido entre el 15 y el 20% las ventas legales de discos.
Los 67 efectivos de la Unidad de Medio Ambiente (UMA) de la Policía Local de Sevilla son la gran pesadilla de los manteros. Según fuentes policiales, todos los días hay dispositivos contra la venta ambulante en los mercadillos y en puntos estratégicos de la ciudad. El guión siempre es el mismo. Los manteros conocen los horarios de la policía y la policía el de los manteros. Se esperan escondidos en las esquinas, disimulan y cada día ganan unos u otros. La imagen de los vendedores ambulantes huyendo a la estampida tras detectar la presencia policial es habitual en las calles de la capital.
"Yo no quiero tener que vender por la calle, prefiero trabajar fregando platos, lo que sea. Si sabe de algo dígamelo", afirma J. M., un ecuatoriano de 28 años que lleva seis meses en España en situación irregular. Sin papeles, llegó a la capital andaluza desde Ambato, una ciudad del centro de Ecuador, donde trabajaba con un artesano a cambio de un sueldo con el que no llegaba a fin de mes. Por las calles del centro de Sevilla vende gafas de marca falsificada, bufandas y foulards étnicos que compra en los polígonos de la capital y con los que gana entre 400 y 500 euros al mes. Vendiendo desde el suelo, J. M. sólo se altera cuando asoma alguna patrulla de seguridad, aunque el nerviosismo varía según el cuerpo al que pertenezcan los agentes. Los de la local, asegura, son más estrictos.
Si al vendedor no le da tiempo de desaparecer, la policía le abre un atestado y le imputa un delito contra la propiedad intelectual (en caso de que vendiera música, películas, juegos de ordenador o ropa de marca falsificada) o por venta ambulante (si vende textil, bisutería artesanal o cualquier otro producto). El artículo 279 del Código Penal establece penas de seis meses a dos años de prisión a quien con ánimo de lucro reproduzca, plagie o distribuya una obra literaria, artística o científica. En 2003, la Guardia Civil detuvo en Sevilla a 61 personas relacionadas con estos casos.
Para el portavoz de la Federación para la Protección de la Propiedad Intelectual, José Manuel Tourné, hace falta "más legislación y más concienciación". "La reforma desde el Ministerio de Justicia para endurecer las penas es positiva". Esta reforma señala que el mantero tiene que pagar entre 20 y 30 euros de multa por cada unidad requisada y, de no hacerlo, pasará 12 meses en prisión.
La UMA y la Guardia Civil centran también parte de su trabajo en investigar las redes de distribución. Han identificado cinco grupos: una banda de inmigrantes senegaleses y marroquíes; otra de asiáticos; alrededor de 50 personas del barrio sevillano de Los Carteros; antiguos contrabandistas de tabaco y semaforeros; y los "espontáneos", en su mayoría desempleados o estudiantes que distribuyen de manera ocasional.
Los dispositivos policiales consiguieron eliminar a los manteros de la calle la pasada Navidad. "Muchos nos hemos ido a Málaga y a otras ciudades andaluzas donde había menos control", afirma J. M., que ha vuelto a las calles de Sevilla tras advertir cierto relajamiento en la presión policial. De momento no sabe si volverá a su país. Insiste en que lo que espera es encontrar un trabajo que no le obligue a vender por la calle, aunque sabe que sin papeles es muy complicado.
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