Éxito en lo económico y fracaso en lo social
La reestructuración del Gobierno confirma la idea de que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva había tomado conciencia de que no había funcionado el esquema de las reformas sociales anunciadas al llegar al poder, comenzando por su programa estrella, el proyecto Hambre Cero. Ha sido una paradoja en el primer Gobierno de izquierdas de Brasil, pero Lula ha tomado nota y ha intentado enderezar el camino tras haber perdido prácticamente un año.
Las causas de que no haya funcionado su política social, mientras ha sido un éxito la gestión de la macroeconómica -que ha sido incluso más severa que la de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso-, no se ha debido tanto a la falta de empeño de los responsables que acaban de ser sustituidos como a una falta de experiencia de gobierno en la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT).
Algunos líderes quisieron comenzar de cero, cuando en el campo de la asistencia social existían ya en Brasil, promovidas no sólo por el Gobierno anterior, sino por numerosas instituciones sociales y ONG, múltiples iniciativas. La propia Iglesia católica, que había apoyado a Lula, ha acabado criticando duramente los resultados sociales del Gobierno. De ahí, en parte, que el presidente haya escogido como superministro de todo lo social a un personaje como Patrus Ananias, un político no sólo católico, sino también practicante fervoroso, muy amigo de los obispos y estimado por los misioneros y religiosos empeñados en la defensa de los pobres, como, por ejemplo, Pedro Casaldáliga.
Hay, sin embargo, quien piensa que uno de los motivos del fracaso en el ámbito social, que era la bandera electoral de Lula, se ha debido a que, por miedo a que se desmoronase la macroeconomía y para no enfrentarse con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha quedado poco margen presupuestario para dedicar a temas sociales.
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