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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Exceso y despropósito

Antes de que Frida pusiera su nombre en el firmamento de las directoras conocidas (apreciadas no, que eso es otro cantar), la estadounidense Julie Taymor se había atrevido, y ya es osadía, con la más discutida, y discutible, de las tragedias de Shakespeare, Tito Andrónico. Discutida, porque durante muchos años se dudó de que la obra fuese suya, tan diferente resulta con respecto a su producción posterior, tan excesiva es en su planteamiento de hasta qué extremos puede degenerar el cumplimiento del deber más allá de toda prudencia y en su descripción de la amoralidad del poder. Cruel hasta la náusea, Tito Andrónico es un baño de sangre inmenso y putrefacto, en el que se mancilla la inocencia, se vierten ríos de racismo, en el que se asesinan y se cocinan seres humanos, y en el que la misoginia asoma la patita a cada momento.

TITUS

Dirección: Julie Taymor. Intérpretes: Anthony Hopkins, Jessica Lange, Laura Fraser, Jonathan Rhys-Meyers, Harry Lennix, Alan Cumming, Colm Feore. Género: drama. EE UU / Italia, 1999. Duración: 162 minutos.

Al comienzo de esta exótica, desnortada, absurdamente barroca versión cinematográfica (que nos llega con cinco años de retraso; y en este caso, más que justificado), el porqué de su realización parece quedar en evidencia: hay una mezcla tan del gusto anglosajón, de distintas épocas, para recordar que el mensaje shakespeariano pasa por encima del tiempo; se hace inmortal.

Taymor va trufando las imágenes de delirios surreales, recursos más que discutibles, de esos que un anglosajón llamaría, irónicamente, arties, postizamente artísticos, pretendidamente rompedores que hacen el texto aún más difícil de seguir. ¿Que si tiene algo interesante? Claro: ahí está la inmensa Lange, un Colm Feore que demuestra con creces por qué se ha convertido en un secundario imprescindible y hasta Hopkins, al que, no obstante, hay que perdonarle ciertos tics Hannibal Lecter..., peajes que tiene el encarnar a personajes terribles.

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